Cañizares estrena su homenaje a Paco de Lucía
El guitarrista interpreta junto a la Orquesta Nacional su concierto ‘Al Andalus’, en memoria de su maestro y amigo
Un buen día, con 12 años, los padres de Juan Manuel Cañizares se bajaron de Sabadell a Barcelona para llevarle al Teatre Grec. Allí actuaba Paco de Lucía, el ídolo a quien había desgastado en la intimidad de su cuarto, entre cuerdas y cintas de casetes, vuelta y vuelta, para que le tocara algo en su camerino. El maestro quedó bastante impresionado ante la timidez del chaval, desbocada en un arte de expresión flamenca tan auténtica, con la que él se identificaba en lo más hondo: “Crece y vuelve en unos años”, le dijo.
De lo primero, Cañizares (Sabadell, 1966) se ocupó a fondo, encerrado en su cuarto, levantándose horas antes de ir al colegio para repasar escalas, día tras día, y también metiéndose en el conservatorio para rematar su talento con una técnica clásica. De lo otro, regresar ante él, no se tuvo que preocupar. Fue el mismo Paco de Lucía quien lo buscó para que saliera a su lado de gira. Anduvieron juntos por esos mundos unos 10 años. Cuando el genio murió, Cañizares fue de los pocos que cargó con su féretro…
Todas esas sensaciones brotan en Al andalus, un concierto para guitarra que estrena este fin de semana (viernes, sábado y domingo en el Auditorio Nacional) con la Orquesta Nacional de España. Lo dirige Josep Pons, que le planteó el reto. Le ha ayudado con los arreglos Joan Albert Amargós. Sobre las notas recae la relación íntima de dos amigos abrazados al cuerpo de sus instrumentos. En una conversación intensa, donde hubo tanta música como confidencias: “Era un hombre hermético, más bien tímido, pero con un particular sentido del humor, que llenaba con su presencia el lugar donde aparecía aportando una calidez humana especial. Echo de menos llamarlo, consultarle cosas, hablar con él de cualquier minucia, regalarnos discos”, confiesa Cañizares.
Paco quiso ser cantante, comenta su colega. “Pero su timidez le situó mejor en la guitarra. Devoraba también cualquier sonido. Este concierto se titula Al Andalus porque marca el territorio de su búsqueda. Le fascinaba la música árabe que de niño y de joven perseguía sintonizando cadenas de radio marroquíes desde Algeciras. Es una obra de raíz, pero también con fronteras abiertas”.
Además, lleva dentro un llanto: “La carga de una cadencia que está hilvanada por la tristeza, por el dolor”. El de una pérdida que Cañizares va superando tirado intensamente por la música. Y de su éxito a nivel internacional, que le ha llevado a colaborar, en su eclecticismo, con figuras como Peter Gabriel o Simon Rattle y la Filarmónica de Berlín. “Con el primero hemos montado grandes sesiones arropados por su iniciativa de Real World, con Pepe Wemba, por ejemplo, en los estudios que Gabriel tiene en Bath”. Junto a la considerada mejor orquesta del mundo, Cañizares ha triunfado con una versión del Concierto de Aranjuez, la obra del maestro Rodrigo.
Siempre se ha asentado sobre dos pilares. “Para mí resultan complementarios. Lo clásico y lo flamenco. No puedes llegar a ser un buen guitarrista sino te adentras en la sabiduría de Sabicas o Paco de Lucía. Es algo que durante tu formación aprendes en las peñas flamencas. Pero tampoco sin conocer a Falla, Granados, Albéniz o Scarlatti: eso lo tienes que sacar de los conservatorios”. Y después reinterpretarlos en su ámbito, como ha hecho con las sonatas para teclado de Scarlatti, por ejemplo, o las Goyescas y la Suite Iberia de Granados y Albéniz.
Con ese arte tan flexible como personal, no extraña que ya tenga un diseño propio de guitarra: la modelo Cañizares. “Me la ha construido Vicente Carrillo, en Cuenca. Llevo muchos años colaborando con él y me conoce tan a fondo como para haberme hecho una especial basada en las comodidades que le fui pidiendo. Un lujo. Más no se puede pedir”.
Babelia
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