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CINE

Samuel Beckett y Buster Keaton: un fracaso maestro

Un documental rescata la memoria de Film, la improbable aventura cinematográfica en la que la leyenda de las películas mudas se puso a las órdenes del Nobel irlandés

Elsa Fernández-Santos
A la izquierda,  Samuel Beckett; Alan Schneider, con gorra de béisbol, y Buster Keaton, en primer plano a la derecha.
A la izquierda, Samuel Beckett; Alan Schneider, con gorra de béisbol, y Buster Keaton, en primer plano a la derecha.Milestone Film

Se han vertido ríos de tinta sobre la relación de Samuel Beckett (1906-1989) con el cine y el audiovisual. Pero pocos han contado con el extraordinario material del que ha dispuesto el cineasta estadounidense y restaurador de películas experimentales e independientes Ross Lipman, autor del ensayo fílmico Notfilm, que indaga en Film, la única película del Nobel irlandés y un trabajo que, pese a su actual estatura legendaria, el escritor vivió como un fiasco.

Notfilm no solo aporta testimonios de amigos y testigos directos de la aventura; también reconstruye una secuencia inicial que fue descartada, además de rescatar fragmentos cortados y las pruebas y experimentos visuales que hizo el director de fotografía, Boris Kaufman (hermano del también cineasta Dziga Vértov). A todo esto, y tras siete años de trabajo, se suma una serie de grabaciones de voz (conocidas por los expertos, pero hasta ahora no públicas) con las discusiones del autor irlandés con el director de Film, Alan Schneider, y el productor, Barney Rosset. Notfilm arranca con Lipman, narrador omnipresente, declarando su sentimiento de culpa ante su propia empresa: “El arte no debería ser sobre el arte, sino sobre la vida… Desconfío de las películas que hablan de otras películas”, dice antes de adentrase en el hermético mundo de Film, iluminando con su indagación no solo la apasionante relación de ­Beckett con el cine como medio artístico, sino también con la propia naturaleza material del cine. “De alguna manera”, explica Lipman, “Beckett predijo el momento que vivimos al apuntar hacia ese aspecto formal y físico del cine”.

Notfilm aporta testimonios de amigos y testigos; también reconstruye una secuencia inicial que fue descartada

Se sabe que Beckett quiso ser cineasta en su juventud. En 1936 le escribió una carta a Serguéi Eisenstein con la intención de entrar en la Escuela Estatal de Cinematografía de Moscú. “Le ruego me considere un cineasta serio, digno de ingresar en su escuela. Podría quedarme por lo menos un año”. Jamás obtuvo respuesta y seguramente por eso su destino fue el que hoy conocemos.

El cine se cruzó en su camino otra vez cuando Barney Rosset, el mítico editor de Grove Press, donde Be­ckett compartía catálogo con Jean Genet, D. H. Lawrence, Henry Miller o el Che Guevara, le tentó con la idea. Productor frustrado, Rosset perseguía la idea de que algunos de sus grandes autores, como Ionesco, Harold Pinter y el propio Be­ckett, escribieran una película producida por él. De los tres, solo el irlandés llevó a cabo el reto. Rosset falleció en 2012 a los 89 años. “Fui a ver a Barney cuando empecé a restaurar Film [trabajo impulsado por Anthology Film Archives y financiado por la National Film Preservation Foundation y The Film Foundation de Martin Scorsese]. Al investigar en sus archivos descubrí un material sorprendente; entre otros, toda la secuencia inicial, que se había dado por perdida”, relata Lipman.

Samuel Beckett observa un trozo de celuloide.
Samuel Beckett observa un trozo de celuloide.Milestone Film

Beckett aterrizó en Nueva York en 1964, fue su primer y último viaje a Estados Unidos. Se instaló en la casa de campo que Barney Rosset le había comprado a Robert Motherwell y que había construido el arquitecto francés Pierre Chareau, una preciosa estructura de metal y madera curva, con aire de hangar, luminosa y abierta. Beckett vivía recluido e imponía sus condiciones a sus editores. Odiaba las cámaras y las grabadoras; estaban expresamente prohibidas en su presencia. Pese a eso, Rosset registró las conversaciones de los preparativos de Film y solo al final de su vida Beckett supo de la existencia de estas grabaciones.

Se sabe que el escritor quiso ser cineasta de joven. En 1936 le escribió una carta a Eisenstein para entrar en su escuela

La primera opción de Beckett para protagonizar Film había sido Charles Chaplin, pero finalmente optó por Buster Keaton. Es célebre el muro de incomunicación que se levantó entre ambos genios. En su primer encuentro, la vieja y estoica figura del cine mudo atendía a un partido de béisbol y bebía una cerveza. En uno de los momentos más sobrecogedores de Notfilm, el actor James Karen, amigo de Keaton, recuerda el alcoholismo que había sufrido la estrella. En una ocasión, y tras lograr el alta en una clínica de desin­toxicación donde practicaban un brutal sistema de limpieza, Keaton se encontró tan solo en el camino de vuelta a su casa que no dudó en entrar en un bar y beberse de una sentada 15 martinis. Cuando rodó Film, soportaba el día con tan solo un par de cervezas. “¿Tienes alguna duda sobre el guion, Buster?”, le preguntaron ­Beckett, Schneider y Rosset. “No”, contestó él. “¿Y qué te ha parecido?”. Sin responder, siguió atendiendo a su partido. “La teoría más aceptada es que fue su mujer, Eleanor, quien lo leyó”, asegura Lipman.

En septiembre de 1965, Film se estrenó en el Festival de Venecia. Keaton asistió, y la proyección, a la que acudieron, entre otros, Fellini, Visconti, Antonioni y Godard, acabó con una ovación de pie de cinco minutos. “Esta es la primera vez en mi vida que asisto a un festival de cine y espero que no sea la última”, dijo Keaton aguantando las lágrimas. Cuando le preguntaban por la película, no dudaba en mostrar su desconcierto: “Estaba confuso entonces y sigo confuso ahora”. Para Lipman, siempre hubo algo de coquetería en el desdén de Keaton a Beckett. “Yo creo que no era verdad que no la entendiera, no lo hacía en el plano intelectual, pero sí en el emocional… perfectamente, por eso está tan bien en ella. Simplemente no podía traicionarse a sí mismo. Film no es una obra maestra, pero en su fracaso, en ese enigmático hueco que se crea entre la intención de una obra y lo que finalmente se logra, hay algo profundamente inspirador que hoy sigue planteando muchas preguntas”.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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