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CRÍTICA | TRIPLE 9
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sobredosis de estilo

Un 'thriller' con fuerza visual con secuencias gozan de aliento trágico. Pero hay demasiadas cosas que no acaban de entenderse

Javier Ocaña
Kate Winslet, en 'Triple 9'.
Kate Winslet, en 'Triple 9'.

Hay directores a los que se les ve desde lejos su teoría de que el estilo es el mensaje. Lo esencial no es lo que se narra sino cómo se narra, y ahí, junto a los métodos en la puesta en escena, la atmósfera es primordial. John Hillcoat, australiano afincado en Hollywood, lo ha venido demostrando con películas como La carretera (2009), Sin ley (2012) o esta Triple 9 que hoy se estrena en España. Obras de gusto fronterizo, entre el thriller y el western, en las que casi se puede oler el sudor de sus personajes, con las que el espectador se siente partícipe de sus sangrientas correrías, pero en las que su capacidad para el dibujo interior y exterior de sus criaturas, para el dibujo de basuras humanas y ciudadanas, nunca va pareja con su articulación del relato, a trompicones, farragosa.

TRIPLE 9

Dirección: John Hillcoat.

Intérpretes: Chiwetel Ejiofor, Cassey Affleck, Anthony Mackie, Kate Winslet.

Género: thriller. EE UU, 2016.

Duración: 115 minutos.

En Triple 9, Hillcoat muestra una sorprendente Atlanta. Una ciudad asolada no solo por las maras latinas que, como una prolongación de los lugares más violentos de México, pueden dejar un día sí y otro no un reguero de cabezas decapitadas sobre el asfalto, sino también por las mafias judías rusas que, en una actualización del término utilizado para designar a sus homónimos de principios del siglo XX (Meyer Lansky, Bugsy Siegel y compañía), ha sido rebautizada como Kosher Nostra. Y ahí la línea que separa a la policía del crimen nunca es clara. Corrupción, droga, delito, desesperanza. Parece inevitable pensar en David Simon, Baltimore y The Wire, pero es inútil hacerlo. Simon es clásico e hiperrealista; Hillcoat, es, si acaso, expresionista, casi conceptual. Y un mediocre contador de historias.

Su película tiene fuerza visual y, escogidas por separado, sus secuencias gozan de aliento trágico. Pero hay demasiadas cosas que no acaban de entenderse: sobre las relaciones entre los personajes, los policiales y los mafiosos; sobre las motivaciones de cada uno de ellos; sobre el puro desarrollo de la trama. De modo que, junto a su inmundo y bien dibujado ambiente, son los intérpretes los que deben completar con su carisma (y gente como Woody Harrelson, Kate Winslet y Cassey Affleck, o los menos conocidos Anthony Mackie y Clifton Collins Jr., lo tienen de sobra) un artefacto moral que se queda a mitad de camino entre el thriller enérgico de entretenimiento y la película criminal de autor. Una obra con sobredosis de estupefacientes a base de sobredosis de estilo.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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