Kleber Mendonça: “El éxito no es tener dos millones de espectadores”
El director brasileño, que competirá en Cannes con 'Aquarius', defiende el cine global
Cuando el Festival de Cannes anunció las películas de su próxima edición (del 11 al 22 de mayo), Brasil celebró la selección del nuevo largometraje del cineasta pernambucano Kleber Mendonça, Aquarius, y "el regreso de los brasileños a Cannes". Kleber, que también es crítico de cine, frecuenta el evento francés desde hace 18 años y ha visto cómo el país se ha ido abriendo camino, de forma discreta, el en el mayor escaparate del cine mundial.
Aquarius disputará la Palma de Oro de Cannes con 19 nuevos largometrajes de cineastas de primera, como Ken Loach, Pedro Almodóvar, Jean-Pierre y Luc Dardenne y Paul Verhoeven. Este último es uno de los nombres que inspiraron a Kleber, uno de los mayores exponentes del cine de autor brasileño actual, a querer hacer películas, cuando aún era adolescente.
Este realizador de Recife, de 48 años, se consagró con Sonido de Barrio, su primer largometraje, estrenado en más de 40 países con críticas elogiosas e incluido en la lista de las 10 mejores películas de The New York Times en 2012.Con Sônia Braga en el papel principal, Aquarius retrata a una periodista y escritora que ve su vida —y el antiguo edificio donde vive, en el paseo marítimo de Recife— sacudida por el progreso desordenado. Están presentes, como en el largometraje anterior, la avaricia inmobiliaria, la mala arquitectura y otras cuestiones que retratan las grandes ciudades brasileñas. Pero Kleber, muy lúcido en la conversación telefónica con EL PAÍS, a pesar de haber hecho otras 28 entrevistas antes, evita describir la película de una manera u otra. Prefiere esperar a que comience la fiesta.
Pregunta. ¿Cuál es la semilla de Aquarius? ¿De dónde surge el impulso de hacer la película?
Respuesta. Quería hacer una película sobre un archivo. Archivos personales: memorias, experiencias, relaciones con el presente, el pasado y el futuro, en pocas palabras, lo que cada persona lleva consigo. Por otra parte, desde los años 90, mis películas tienen un elemento de repetición. En Sonido de Barrio, las personas están dentro de casa, y la ciudad es demolida en función de una idea de mercado, que busca la renovación, pero no volver la ciudad más agradable. Esta es una frecuencia de Aquarius también, que sintonizo desde hace algún tiempo. La chispa para escribir el guion vino de un período en el que recibía muchas llamadas de telemarketing. Se paga a las personas para que te vendan un servicio de telefonía, una tarjeta de crédito, un seguro... es el mercado queriendo entrar en tu vida. Eso me hizo pensar en Clara, la protagonista de la película, una persona tranquila, pero que vive en un edificio antiguo que el mercado quiere derribar.
P. La arquitectura es un tema común a los dos largometrajes.
R. Me gusta la arquitectura, lo que significa. Me quedo fascinado no solo con la buena arquitectura, sino sobre todo con la pésima, porque muestra lo peor que la sociedad puede ofrecer. Esto, en el cine, es muy interesante de grabar. Es como una sutil chapuza. Durante la investigación para la película, hablé con consultores, agentes inmobiliarios... y me confirmaron que un edificio antiguo no es una posibilidad. Tiene que ser demolido. Si no, hay que despojarlo de su carácter. Esta tensión entre valores proviene del mercado —como las llamadas que intentaban convencerme de que es increíble pasarte a otra operadora de telefonía, como Vivo— y me llama la atención.
P. Sônia Braga leyó el guion de Aquarius y enseguida aceptó su invitación a actuar en la película. ¿Por qué trabajar con una actriz veterana y tan conocida en todo el mundo?
R. Creo que me sentí atraído por la historia de Sônia en el cine, por su imagen, que es mítica, y también por su capacidad dramática. Y veo un tercer aspecto, además de la Sônia estrella: la persona. Desde que leyó el guion, comprendió plenamente las intenciones del largometraje y, sea cual sea el punto de vista político que tenga, lo abrazó. La presencia de Sônia es fantástica en la película, y espero que sea muy bueno para ella.
P. Es una película hecha en gran parte con dinero público, como casi todas en Brasil hoy. ¿Qué ventajas o desventajas tiene el apoyo estatal a la producción cinematográfica?
R. Las ventajas, en mi opinión, son invertir en cultura, porque creo que la salud, la educación y la cultura son inversiones de cualquier Gobierno que se precie. Se estimulan muchos aspectos: la creatividad, el trabajo remunerado de artistas y técnicos y el retrato de la cultura de un país. Para mí es muy importante haber hecho una película con 1,8 millones de reales (509.987 dólares), como Sonido de Barrio, que genera un retorno en términos culturales. La película se proyectó en más de 40 países, se discutió en universidades, salió en el top 10 del The New York Times... Entonces vienen los conservadores y dicen: “Pero la película solo tuvo 100.000 espectadores en Brasil, eso es un fracaso”. Puede ser, pero el éxito no es tener dos millones de espectadores y, además de eso, nada más. La parte mala es que, en un país donde hay una fuerte corrupción, manejar dinero público se vuelve algo muy complicado. Son reglas y reglas draconianas de rendición de cuentas, que son correctas, pero también se vuelven inhumanas. Cuanto más honesto seas, más dolorosa se hace la administración de ese dinero.
P. ¿Qué opina sobre el cine brasileño hoy? ¿Va por buen camino?
R. Creo que vivimos un buen momento por la entrada de oxígeno en la producción. Yo entré en esa fiesta del cine brasileño, digámoslo así, en 1998, como crítico. Empecé a frecuentar festivales y a ver todos los lanzamientos comerciales también. Creo que vi todo, o al menos un 90% de la producción, de 1998 a 2010. Quienes repartían las cartas en aquella época eran todavía los mayores. Hacia el año 2000 comenzaron a llegar nuevos nombres. Mi generación estaba haciendo cortometrajes y, en los festivales de cortos, casi se tramaba una revolución del cine brasileño. Hoy, 10 años más tarde, esa revolución ya se está produciendo porque varios colegas, con otra formación y otras experiencias y referencias, como yo, se han pasado al largometraje. Y, así, el panorama de las películas ha cambiado, es más diverso. Creo también que la política cultural de los años Lula ha abierto bastante la participación regional porque la producción se concentraba en Río y São Paulo. En general, creo que la producción brasileña tiene un buen nivel hoy en día y creo también que puede mejorar.
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