La utopía fabulada
Es un relato de construcción colectiva que la cámara documental del cineasta irá armando a partir de diversas voces y estrategias
En los primeros compases de Mysterious Object at Noon, primer largometraje del tailandés Apichatpong Weerasethakul, una vendedora ambulante rememora un recuerdo traumático de su infancia: el momento en que fue vendida por su padre en un contexto familiar de extrema necesidad económica. Su entrevistador, en fuera de campo, le pide que, tras ese relato, cuente otra historia, pero, sugiere, da igual que sea real o imaginaria. La intervención de esa voz, que bien puede ser la del propio cineasta, en el umbral de convertirse en uno de los autores fundamentales en la era de una nueva cinefilia global, podría parecer un capricho casi irrespetuoso tras la conmovedora confesión, que la vendedora no ha podido formular sin que le temblara la voz. No obstante, con esa extraña invitación a fabular, se coloca no solo la primera piedra de una película única, sino también la de toda una carrera que intenta construir su identidad a partir de la radical síntesis entre lo real y lo imaginario, lo tangible y lo intangible, lo humano y lo sagrado. Por supuesto que al interlocutor de la vendedora le da igual que su siguiente historia sea vivida o puramente fantaseada, porque, a fin de cuentas, las dos posibilidades no hacen sino corresponderse con las dos caras de una realidad que jamás podrá ser única, ni prosaica.
MYSTERIOUS OBJECT AT NOON
Dirección: Apichatpong Weerasethakul.
Intérpretes: Djuangjai Hirunsri, Kongkiat Khomsiri, Saisir Xoomsai.
Género: fantasía. Tailandia, 2000.
Duración: 83 minutos.
La vendedora comienza a contar un relato en torno a la relación entre un chico minusválido y su profesora particular; relación súbitamente transformada por el extraño objeto que cae del bolsillo de esta para mutar en forma de niño (mágico o extraterrestre: misterioso en cualquier caso). Este será el movimiento desencadenante de un fascinante cadáver exquisito, un relato de construcción colectiva que la cámara documental del cineasta, recorriendo zonas rurales capturadas en crudo y contrastado blanco y negro, irá armando a partir de diversas voces y estrategias: de una representación teatral a un fragmento en lenguaje de signos, pasando por las ocurrencias de un grupo de niños que se empujan para ocupar plano.
Hacia el final, una locución radiofónica aporta un matiz político en torno a la oficializada sumisión de la nación tailandesa a Estados Unidos. Como la vendedora del comienzo, Tailandia también arrastra un pasado traumático y en esa ficción construida por todos los personajes de esta opera prima quizá cabe ver la construcción de un espacio utópico, de poesía, invención y solidaridad, enraizado en una sensibilidad popular colectiva.
Babelia
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