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Desierto el premio al mejor toro en la corrida concurso de Zaragoza

Manuel Escribano cortó la única oreja en un festejo descafeinado por el mal juego de las reses

El diestro Manuel Escribano cortó la única oreja de la corrida concurso de ganaderías que puso fin a la feria de San Jorge de Zaragoza, en la que el premio al mejor toro quedó desierto.

Con dos tercios de entrada, se lidiaron toros, por este orden, de Fermín Bohórquez, complicado; Cuadri, se inutilizó durante la lidia; Alcurrucén, bueno por el lado derecho; Adolfo Martín, sin fondo; Fuente Ymbro, a menos; y Los Maños, bravo en el caballo y a menos en la muleta.

Rafael Rubio Rafaelillo: estocada (ovación); y estocada desprendida (palmas).

Luis Antonio Gaspar Paulita: estocada baja y estocada (palmas); y casi entera (ovación).

Manuel Escribano gran estocada (oreja tras aviso); y casi entera (ovación).

En cuadrillas, Javier Ambel y Manolo de los Reyes saludaron después de parear al segundo; Iván García y otra vez Manolo de los Reyes hicieron lo propio en el quinto; y el picador Esquivel fue ovacionado después de picar al de Adolfo Martín.

Al final del festejo se fallaron los siguientes premios: Mejor subalterno lidiador, Iván García. Mejor picador, Juan José Esquivel. Mejor toro, desierto.

Abrió la corrida concurso un toro serio de Fermín Bohórquez, que salió un tanto frío de toriles, y acabó demostrando su bravura en los dos encuentros que mantuvo con el caballo. Tuvo cierta calidad por el derecho, pero le faltó fondo para tirar hacia adelante. Se paró el animal, que, además, planteó muchas complicaciones a Rafaelillo, que lo intentó a base de gallardía y arrojo por los dos pitones, aguantó frenadas y otras tantas coladas.

El de Adolfo Martín salió en cuarto lugar, cornipaso y bien hecho, fue ovacionado de salida. Apretó en el capote de Rafaelillo y cumplió en varas, al relance en la primera, mejor en la segunda y muy bien en la tercera. Rafaelillo empezó la faena por abajo, pero el toro, que cortó por los dos pitones, se desfondó pronto, y se rajó, además en tablas, donde ya fue imposible hacer nada.

El segundo toro de corrida, de Cuadri, fue un ‘pavo’ de 647 kilos, al que cuajó muy bien Paulita con el capote. Tomó bien el primer puyazo y tardó en dejarse colocar para el segundo, al que acudió sin mucho celo, lo mismo que en el tercer encuentro. Sin romper de verdad para adelante, el toro permitió a Paulita un principio de faena lleno de torería, hasta que se partió la mano derecha al salir de un pase de pecho. El aragonés abrevió.

El quinto, de Fuente Ymbro, impuso la potencia de sus 647 kilos, al derribar en el primer encuentro con el caballo; cumplió en el segundo, y acometió con mejor estilo en el tercero. Paulita empezó la faena con torería, y se lució en dos tandas por el lado derecho antes de que el astado se parase por completo.

El ‘alcurrucén’ que hizo tercero apretó en el capote de Escribano, y salió suelto en la primera vara. Hubo que ponerlo en suerte de cerca para que cumpliera en la segunda, y volvió a salir huido en la tercera.

Escribano cumplió en banderillas y le puso la muleta tan bien que el de Alcurrucén se olvidó de su mansedumbre para sacar el fondo bueno. El torero encadenó tres tandas de redondos muy ligados en los que el toro embistió con calidad por abajo antes de perder fuelle al intentarlo por naturales. Tiró entonces de oficio para remontar el ambiente con dos tandas más de redondos. Mató de enorme volapié en todo lo alto, salió trompicado y cortó una merecida oreja.

Al de Los Maños, que cerró la concurso, lo protestaron de salida por su escaso trapío, pero la bravura que demostró en el primer puyazo acalló las censuras por su escasa presencia.

Escribano lo puso en suerte de lejos en la segunda vara, y el toro volvió a responder con celo; y qué decir en una tercera desde el centro del platillo, cumbre, en la que el toro galopó con alegría y peleó con fijeza en el peto.

Arreó mucho en banderillas y embistió haciendo el avión en las dos primeras tandas de derechazos. También tomó bien la muleta por el izquierdo, aunque con menos celo ya; acabó rajado y refugiado en tablas.

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