Las mitologías y obsesiones de Bernardí Roig
Madrid y Buenos Aires revisan la obra del artista mallorquín en dos exposiciones retrospectivas
En el respiradero de la estación del metro Banco de España, en la confluencia entre la calle de Alcalá y Gran vía, atrapado por la rejilla, hay un fauno blanco que por las noches se ilumina y obliga a los peatones a mirar hacia el subsuelo. Es el mismo lugar en el que antes hubo una escultura en forma de violetera con la que se pretendía recordar a Celia Gámez. El personaje que la ha sustituido bajo tierra (Practices to Suck the Dark, 2016) es una de las 21 piezas realizadas por Bernardí Roig (Palma de Mallorca, 1965) que integran la exposición Cuidado con la cabeza, que el próximo jueves se abre al público en la sala Alcalá 31, de la Comunidad de Madrid. Son esculturas, fotografías, vídeos, dibujos e instalaciones realizadas los últimos 20 años con un hilo conductor: las metamorfosis. Es el mismo nexo que tendrá la retrospectiva que el 10 de mayo le dedica el Muntref, el Museo de la Universidad Tres de Febrero de Buenos Aires.
La obra de Roig está llena de referencias a la mitología y a la cultura europea. Sus personajes toman cuerpo a partir del cine de Bergman, Buñuel o Bresson; de libros de Klossowski o Thomas Bernhard y de la música de Bach o Beethoven. Desde esos lugares, da forma a sus obsesiones: el implacable paso del tiempo, la representación, el desencuentro, la repetición, la amputación de la memoria o la incomunicación.
Comisariada por el catedrático y crítico Fernando Castro Flórez, la exposición está planteada como si se tratara de una sola obra a partir de las 21 piezas que la integran y de la advertencia que da título al conjunto: Cuidado con la cabeza, cuatro palabras visibles en el luminoso de luces rojas situadas en lo alto del exterior del edificio. La cosa tiene su origen en una anécdota vivida por el artista y el comisario en el aparcamiento situado junto al Ministerio de Cultura, donde les asaltó la advertencia escrita en una pared. Pero la cabeza no solo se puede romper de un golpe. La locura puede llegar desde donde menos se la espera, razona el artista. "Bernhard escribió que en cada cabeza humana se encuentra la catástrofe humana que corresponde a esa cabeza".
Con una referencia al pasado a partir de un dibujo de Tiépolo prestado por el Museo del Prado, el interior de la exposición arranca con una de las piezas más conocidas del artista, Fauno in Love (2014). Una versión de pequeño formato en la que un fauno y una cabra fornican rodeados de una catarata de fluorescentes. Viene después otra de las obras que ha figurado en sus últimas exposiciones: Der Italiener (2011), en la que se ve a un gigantesco buey abierto en canal; una rememoración de las matanzas de cerdo tradicionales en su tierra mallorquina, convertida aquí en un espectacular altar de sacrificio en el que que habla de la vida y de la muerte. Un monitor situado en el suelo incide en el drama, reproduciendo las imágenes y el sonido de la escena de la película Der Italianer (Ferry Radax, 1972), en la que dos operarios cortan la piel y extraen las vísceras del animal.
Al paso del tiempo se refiere el panel que ocupa toda una pared con 365 autorretratos del artista tomados entre 2013 y 2014: Naufragio del rostro. La violencia es otro de los hilos conductores. "No creo que mi obra sea especialmente dura ni violenta", se excusa. "En todo hay posibles lecturas. La muerte y la vida van juntas, por ejemplo. El Mediterráneo, el mar de Ulises, es ahora un cementerio. Pero ese mar es también un escenario de vida y esperanza".
Argentina y la devoción por el dibujo
La exposición que Bernardí Roig inaugurará en el Muntref de Buenos Aires el 10 de mayo es más ambiciosa en el tiempo que la de Madrid, ya que recoge obra de tres décadas. Comisariada por Diana B. Wechsler, tendrá 160 dibujos del artista, un soporte al que Roig tiene especial devoción y que se mezclarán con esculturas, vídeos, instalaciones luminosas y esculturas sonoras que, en la más pura tradición del artista, se mostrarán en los lugares más inesperados del museo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.