Sicilia, la isla de las esencias multiculturales
El Museo Británico exhibe un legado que funde 4.000 años de colonizaciones
Muchos siglos antes de que el turista moderno emprendiera su particular conquista de la bella Sicilia —o de que en sus costas recalaran miles de refugiados con la esperanza de tránsito hacia la rica y egoista Europa— este enclave del corazón del Mediterráneo ya fue el objeto del deseo de una diversidad de pueblos atraídos por su posición estratégica y la fertilidad de su paisaje.
El paso de fenicios, griegos o romanos, encadenado con el de bizantinos, árabes y normandos, fue perfilando a lo largo de casi 4.000 años de historia una identidad distintiva y un legado cultural único que el Museo Británico explora en una nueva exposición.
Sicilia: Cultura y conquista es el título del recorrido por dos centenares de piezas que la institución londinense exhibe hasta el 14 de agosto a modo de tapiz en el que confluyen civilizaciones procedentes de un amplio marco geográfico, desde el levante oriental hasta el norte europeo. Sus hilos se superponen, como reflejo de las sucesivas oleadas de colonos y conquistadores, pero también se entremezclan en algunas puntadas. La oda que el poeta árabesiciliano Abd ar-Rahmn dedica en el medievo a las naranjas y limones cultivados en la isla nos habla de unas tierras fecundas que se nutren de la lava y las cenizas del volcánico monte Etna, aunque también de la coexistencia de culturas diferentes (occidental, islámica y bizantina) que hace posible que su verso florezca durante el reinado de los normandos.
La muestra del Museo Británico arranca en la prehistoria, mostrando algunas de las pruebas recogidas por los arqueólogos sobre culturas que antecedieron a la llegada de los fenicios a Sicilia, pero su objetivo principal es reflejar la inigualable riqueza cultural que dos periodos posteriores y muy concretos aportaron a la mayor de las islas mediterráneas.
El primero data el afianzamiento definitivo del poderío griego en la segunda mitad del siglo VII antes de Cristo, tras unos años de coexistencia con los colonos fenicios, que ambiciona ampliar sus redes comerciales. Los poderosos que se asentaron entonces en Sicilia quisieron competir con los colosales templos de la metrópoli de Atenas, auspiciando edificaciones cuyos resquicios exhibe el Museo Británico hasta el 14 de agosto. El altar de terracota pintada que ilustra el combate entre dos animales es uno de los objetos estelares que el museo despliega, junto a los bustos en mármol de un guerrero o de una colección de diosas de la fertilidad, gracias a colaboración de los gestores del patrimonio de Sicilia.
El espolón que en su día fue colocado como ariete de proa de un barco romano de combate anuncia el desembarco de un nuevo imperio en las costas sicilianas. Le sucedió la longeva competencia entre cristianos bizantinos y árabes por el control de la isla, pero a finales del siglo XI fueron los mercenarios normandos los que acabaron imponiendo su ley. En ese punto arranca la segunda época de esplendor subrayada por la exposición.
Refinados mosaicos
Es en la época de los reyes normandos, cuando ya se produjo de manera más profunda una fusión de culturas. Esa mezcolanza de influencias se proyecta en refinados mosaicos, decoraciones en mármol y madera y preciosos objetos elaborados por una diversidad de artesanos —autóctonos y extranjeros— en vidrio, marfil y oro.
El fin de una era dorada, según la propia descripción de los responsables de la muestra, se corresponde con el ocaso del reino normando y la llegada de otros invasores que acabaron liquidando el papel de la isla como influyente potencia mediterránea. Los artesanos sicilianos siguieron produciendo piezas maravillosas, pero ya menos pendientes de su propia identidad como amalgama de influencias diversas y desde entonces siempre mirando a Europa como inspiración y obligado referente.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.