Todo sobre Borges
La Casa de América en Madrid exhibe más de 300 objetos que dan cuenta de la vida y obra del escritor argentino Jorge Luis Borges, fallecido hace 30 años.
Jorge Luis Borges se enteró del regreso de la democracia a Argentina cuando tenía puesta una máscara de lobo. Estaba en medio de una fiesta de halloween en Estados Unidos, donde acababa de impartir un curso, y uno de sus alumnos se le acercó al oído para decirle:
—Maestro, Raúl Alfonsín ha ganado las elecciones en su país.
Era el otoño de 1983, Borges ya era el escritor argentino más conocido a nivel mundial, y entre la algarabía nocturna de un grupo de jóvenes de simulado aspecto terrorífico, el reciente triunfo de Alfonsín le pareció “sorprendente y esperanzador.”
Días después, ya de vuelta en Buenos Aires, recibió en su casa a un joven amigo. “Fue tan raro haberme enterado de la buena nueva así, con esa máscara puesta”, le contó al chico de 16 años, que había fundado un “Círculo Borgiano” en su colegio. Entonces le pidió a su asistenta que le trajera aquel gesto feroz y tieso de plástico y, en un instante, volvió a disfrazarse de animal salvaje. “Qué olor tan tremendo a goma”, dijo el lobo Borges, con la corbata desaliñada, sentado en el sofá de su salón, haciendo una garra con la mano derecha y sosteniendo el bastón con la izquierda, mientras le hacían una foto en blanco y negro.
El retrato puede verse a partir del 22 de abril, y hasta el 22 de mayo, en la Casa de América en Madrid, dentro de la exposición El infinito Borges, montada por Raúl Manrique y Claudio Pérez, creadores del Museo del Escritor, a propósito del 30 aniversario de la muerte del autor de El Aleph, ocurrida el 14 de junio de 1986 en Ginebra (Suiza). La muestra incluye más de 300 publicaciones, objetos personales, primeras ediciones, fotografías, dibujos, correspondencia y grabaciones sonoras del escritor argentino.
Fue Raúl Manrique quien llegó aquel noviembre del 83 a casa de Borges y sacó la cámara. Ambos se habían conocido un año antes, cuando Manrique era un estudiante de secundaria. “Como trabajo final me habían encargado una entrevista. Y Borges era famosísimo en ese tiempo. Todo mundo lo buscaba para cualquier cosa y daba unos titulares buenísimos: “Borges no conoce a Maradona”, por ejemplo. Y yo había leído algo de él, cosas que entendí y otras que no, pero me interesaba mucho. Entonces busqué su teléfono en la guía, llamé, me atendió él y me dijo que fuera. Después fui varias veces a verlo. Porque Borges no era una persona elitista como mucha gente cree. Borges era una persona de una gran apertura y sencillez, que hablaba con todo el mundo, que recibía a mucha gente en su casa”, recuerda ahora el conocedor de la vida y obra de uno de uno de los autores fundamentales de la literatura contemporánea.
En las paredes y vitrinas de El infinito Borges hay fotos del escritor al lado de su familia, el único libro que escribió su padre (El Caudillo), dibujos realizados por su hermana Norah, la primera Enciclopedia que incluyó una referencia biográfica de Borges, todas las primeras ediciones de sus libros, así como la primera crítica que le hicieron en la presa (escrita por Ramón Gómez de la Serna en la Revista de Occidente, en 1924), las obras que realizó “en colaboración” (con Adolfo Bioy Casares o María Kodama, por ejemplo), las conferencias con las que comenzó a ganarse la vida después de que el peronismo lo apartara de la dirección de la Biblioteca Miguel Cané (las más famosas se llamaron Siete Noches y fueron pronunciadas en el Teatro Coliseo de Buenos Aires, en 1977), algunos ejemplares que pertenecen a su biblioteca personal (que solía firmar con lápiz y ponerles la fecha en que llegaban a sus manos), fotografías junto colegas como a Juan Carlos Onetti, Gerardo Diego o Victoria Ocampo, estampillas de correo y monedas con las que le han rendido homenaje y el retrato de un Borges octogenario realizado especialmente para esta exposición por Hermenegildo Sabat, caricaturista del diario argentino Clarín.
Pero Raúl Manrique considera que, de entre todo el material expuesto, destaca la primera edición del primer libro de Borges (Fervor de Buenos Aires), la foto de su abuela paterna Fannie Haslam con una dedicatoria fechada en 1915 y la revista Destiempo (“que hizo con Bioy y de la que sólo salieron tres números”). Como colofón está un par de retratos del día en que se inauguró el “Circulo Borgiano” en Escuela de Enseñanza Media No. 1 “Joaquín B. González”, en la ciudad bonaerense de Quilmes. Ahí aparece un joven Manrique, de melena rizada “a lo Maradona”, traje y corbata, al lado del escritor, mientras éste firma sus libros a los asistentes. “Aquí en la exposición también tenemos el bolígrafo que uso ese día. Y la botella y el vaso que le pusimos en la mesa para que bebiera agua”, dice.
—¿Y lavaron el vaso en el que bebió Borges o para conservar algo de su esencia lo guardaron al instante?
El comisario de la exposición sonríe con los ojos iluminados.
—Bueno —responde—, han pasado tantos años que… ya no lo recuerdo.
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