Estas figuras aburren a las ovejas
Manzanares cortó dos orejas sin peso a la noble y muy blanda corrida de Núñez del Cuvillo
Cuvillo / Castella, Manzanares, Garrido
Toros de Núñez del Cuvillo, justos de presentación, mansurrones, muy blandos y nobles.
Sebastián Castella: media atravesada y baja (silencio); pinchazo y casi entera caída (silencio).
José María Manzanares: buena estocada (oreja); estoconazo (oreja).
José Garrido: (aviso) tres pinchazos (2º aviso) y tres descabellos (ovación); bajonazo, tres descabellos (aviso) y cinco descabellos.
Plaza de la Maestranza. Duodécima corrida de feria. 14 de abril. Lleno.
La corrida fue soporífera. Acabó pasadas las nueve de la noche, había comenzado a las seis y media y no pasó nada; bueno, pasó que Manzanares cortó una oreja a cada uno de sus toros con faenitas de despegada elegancia ante un público rendido a sus pies; que Castella estuvo anodino y sin ideas, y que el joven Garrido —otro aspirante que se apunta a las cómodas corridas sin alma—, valiente y esforzado, echó un buen borrón a su incipiente carrera. Añádase la tranquilidad irritante del presidente, que dilata el festejo incomprensiblemente entre toro y toro, y el resultado es un espectáculo plúmbeo e insoportable.
Terminaba Manzanares de recibir con unas sosas verónicas a su primero, cuando pierde el capote y se queda desarmado en el entorno del toro, que acababa de salir de chiqueros; pues allí se quedó el hombre como si tal cosa. El toro hizo por él y el torero lo regateó sin aparente dificultad mientras se ajustaba la montera. ¡Qué serenidad y aplomo…! El asunto es que el torero ya había adivinado que lo que tenía delante no era un toro, sino un perrito faldero. Al minuto del lance narrado, el animal se desplomó al salir del caballo y volvió a derrumbarse segundos después; tropezó contra un burladero y se cayó a todo lo largo de su esqueleto, y una cuarta vez mordió el polvo en el tercio de banderillas. No quedó claro si era un perfecto inválido o estaba completamente borracho.
Pues a este prenda le cortó una oreja Manzanares sin despeinarse. Tiró de su imagen de modelo elegante y aprovechó que sigue siendo un consentido de los espectadores para construir una faenita de despegada suavidad en la que se trabaron muletazos largos y cambios de manos con una concepción modernista y superficial del toreo. Pero este público, que va en caída libre a medida que prosigue la feria, aplaudía con ardor, y le pidió con fuerza la oreja tras matar de una buena estocada. Mejor toro fue el cuarto y peor estuvo el torero. Despegado siempre, pero muy acertado al final, pues cobró un estoconazo y paseó otra oreja. Ninguna de las dos, a pesar del buen manejo de la espada, tuvo el refrendo de una faena de peso.
Pero Manzanares fue el triunfador frente a sus compañeros de cartel, que no tuvieron su tarde.
Castella, por ejemplo, estuvo desconocido; mejor dicho, muy lejos del torero poderoso que es. Claro, es que se apunta a corridas de gatitos y sus formas no lucen. Se lució, sí, en un quite por ceñidas chicuelinas, pero, muleta en mano, fue un horror. Sus dos toros, blandos y nobles, fueron tan nobles como bondadosos, y él les dio miles pases. Pero mientras toreaba, la gente observaba el vuelo de los vencejos y aplaudía por aplaudir tras los pases de pecho. Ni un olé se ganó, que ya es raro con esta Sevilla nueva que acude a la plaza. Pero, normal, por otra parte, pues su toreo careció de la más mínima hondura, y resultó aburrido, soso y desvaído. Triunfó con las banderillas su subalterno José Chacón ante el cuarto.
Y no tuvo su tarde el joven José Garrido; de momento, se llevó un volteretón al pinchar a su primero, que le destrozó el traje y le produjo una leve conmoción cerebral. Salió a lidiar el sexto con un pantalón negro hasta el tobillo que le hacía una extraña figura entre las medias de color rosa a modo de calcetines, el pantalón, la chaquetilla bordada en oro y la montera.
En su primero, estuvo tan valiente como pesado; la faena resultó eterna y si se descuida escucha el tercer aviso. Craso error de los jóvenes toreros. O no escuchan a sus mentores o no los tienen, que no se sabe qué es peor. El toro era soso y el torero consiguió robarle dos tandas de aceptables naturales a base de una esforzada porfía. Pero todo lo emborronó con su erróneo empeño de buscar un triunfo que no era posible. Se llevó una paliza, acudió a la enfermería y salió para lidiar el sexto, que le planteó dificultades insalvables. Ese fue el toro más deslucido de la tarde; no le perdió la cara, pero dio otro mitin con el descabello después de un feo bajonazo. En fin, que se le vio muy por debajo de sus buenas condiciones. Si se empeña en ser un pesado y no cambia de ganaderías, mal futuro se le augura.
La corrida de hoy
Decimotercera corrida de feria. 15 de abril. Toros de Núñez del Cuvillo, para Morante de la Puebla, El Juli y Roca Rey.
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