Todas las caras de la locura
Seis años después de su estreno, una historia sobre la esquizofrenia sigue llenando el circuito 'off'
Jennifer (Ana Casas) y Marta (Maribel Jara) se parecen como el día y la noche. La vida de la primera es aparentemente perfecta: empresaria de éxito, familia envidiable. La de la otra es su contrapunto. Ni suerte, ni afectos, ni trabajo. En circunstancias normales, sus caminos habrían discurrido de forma paralela sin llegar a encontrarse. Pero Jennifer y Marta son dos personajes de una obra de teatro, y, aunque no lo parezca a simple vista, tienen un punto en común. Bailan en la difusa línea que separa la locura de la cordura. Esta historia con tintes tragicómicos es el debut como dramaturgo de José Pascual. Locas se estrenó hace seis años, y desde entonces no ha parado su gira por las salas españolas e internacionales con una unánime aceptación por parte de público y crítica. Durante el mes de abril está de vuelta en Madrid, en las tablas del teatro Arlequín Gran Vía.
Construir una historia con esta temática no es fruto del azar, aunque su autor así lo crea. Tiene más que ver con los derroteros de la vida. Pascual es profesor de educación especial y ha trabajado con personas con trastornos psicológicos. Se dedicaba a ello cuando nació Locas, y se convirtió en dramaturgo gracias a ella. “Empecé de forma fortuita. Simplemente, me puse a escribir el texto. Y, quién me lo iba a decir, ahora me dedico al teatro”, recuerda. Quizás por eso, Locas es “su favorita, aunque le tengo cariño a todas”.
Partiendo de dos mujeres antagónicas, el montaje coloca un espejo metafórico que intenta conseguir que el espectador se mire en él. Primero, los personajes se confrontan entre ellas. Jennifer reniega de su trastorno. Marta es consciente de que lo padece e intenta vivir con ello. Más adelante, los distintos caracteres de las dos se acaban fundiendo. Pascual la define como “un viaje emocional pleno con varias estaciones”. Porque el público reconoce que los casi 70 minutos que dura la historia viven un vaivén de emociones. Entre los comentarios que más recuerda el dramaturgo y que más le han repetido en los seis años, destaca uno. “La gente me dice que se ha reído y que luego se ha arrepentido porque se estaba riendo de algo muy duro”.
Pascual introduce así, sutilmente, un mensaje para la audiencia que asiste a la función. “La locura es un germen que todos tenemos dentro. No nos es tan lejana. Esa línea imaginaria que separa la cordura de la locura es muy frágil, puede desaparecer en cualquier momento”, explica. Como profesional, intenta hacer ver que las personas que padecen trastornos psicológicos pueden hacer una vida normal. “No hay que exagerarlos ni ocultarlos. Hace falta normalidad”.
Con todo lo aprendido como director teatral, y tras seis años alejado de su profesión, ahora vuelve a dedicarse a la enseñanza, aunque seguirá pegado a la escena. Ya lo dice él mismo. “La vida cambia, la vida es muy larga”.
Babelia
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