En el país de los secretos
“Trabajando duro / en el lado oscuro”, cantaba Manolo Tena al frente de Alarma!!!. Un rosario de consejos, con indiscutible aroma dylaniano, que tiene mucho de premonitorio. La trayectoria de Tena exhibe más sombras que luces, por su estilo de vida y, atención, por la naturaleza de su oficio.
Entre los abundantes misterios que le rodeaban, su fallecimiento nos ha revelado el conflicto que envenenaba su relación con el músico-productor Manolo Aguilar, por las regalías de Sangre español, su álbum más vendido. A pesar de que Tena perdió en tres ocasiones, su familia insiste ahora en prolongar el litigio. Pienso: cómo es posible que esa historia, por lo que recuerdo, nunca se hubiera contado.
Pregunta ociosa. Ese pavor a entrar en territorio disputado forma parte de la idiosincrasia de los… iba a decir periodistas pero seamos más modestos: de los que nos ocupamos de la música pop en los medios. Me refiero a la renuencia a encarar la faceta industrial de la materia. Es una de las eternas carencias del llamado periodismo musical español. Nunca hemos profundizado en los dineros, en los contratos, en las prácticas consuetudinarias del show business; se disocia automáticamente lo artístico de lo comercial, como si no estuvieran intímamente fusionados.
Puedo disculpar la tímidez de los medios especializados: en mayor o menor grado, dependen de la benevolencia de las discográficas, los festivales, los managers, los artistas (y no se juega con las cosas de comer). Pero ocurre que el síndrome se manifiesta incluso en, por ejemplo, los medios estatales, que no deberían estar cohibidos por esas precauciones.Tiene triste gracia que, si buscas información sobre el enfrentamiento Tena-Aguilar, el reportaje más amplio (pero incompleto) aparece en hola.com.
Alguien me dirá que esa pudibundez mediática deriva del secretismo que caracteriza a la industria musical de este país. No sé si sirve como excusa: aquí, el mundo empresarial siempre ha esquivado los focos y eso no ha impedido el trabajo de los periodistas curiosos.
A pesar de su mala fama, no creo que la industria del disco sea más impenetrable que la del automóvil o la banca. Pero funciona la omertá, incluso cuando los disqueros se jubilan: algunos publican libros que –generalmente- no pasan del anecdotario y algún arreglo de cuenta
Es una desdicha que este negocio no tenga una revista profesional, al estilo de Music Week o Billboard. Hubo alguna en otros tiempos, aunque yo no apostaría nada por su ética (existía entonces un a modo de “impuesto revolucionario” que cobraban locutores en puestos clave, en forma de anuncios). Sin ninguna necesidad de explicarse cara al exterior, la industria se transformó en una secta para iniciados, donde todo son datos reservados.
Y así sigue. Promusicae, la patronal discográfica, publica semanalmente las listas de álbumes, canciones, DVD musicales y recopilaciones. Con una particularidad: solo los asociados tienen acceso a las ventas de cada título. Sabemos que actualmente son cantidades ridículas pero ¿no funcionarían como argumentos irrebatibles para transmitir la gravedad del hundimiento del sector? Parece que no: hay que mantener el paripé de los discos de oro y de platino, las fantasías de los superventas y los números uno.
Allá ellos. Entre los múltiples comentarios provocados por la muerte de Manolo Tena, han abundado las arremetidas contra el “monstruo” que él ayudó a alimentar. Algunos revelaban un desconocimiento sideral: “y ahora la SGAE se dedicará a reeditar sus discos, cuando lo tenía que haber hecho en vida de Manolo.” Lo extraordinario es que, por lo que vi, nadie había señalado el error de confundir una sociedad de gestión de derechos con una discográfica. Ciertamente, seguimos en “el lado oscuro”.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.