Pájaro, un superviviente del rock que vuela alto
Tras una carrera con Silvio, Raimundo Amador o Kiko Veneno, el guitarrista edita su segundo disco en solitario ‘He matado al ángel’
Cofrade, flamenco, rockero y bético. Andrés Herrera, conocido como El Pájaro (Sevila, 1963), se define como rockero, pero siempre sevillano, pese a que su segundo disco, He matado al ángel, pasea por el rock clásico, también por el sur de EE UU, la música surf, las canciones italianas de los años 70, homenajea a Manuel de Falla y, como no podía ser de otra manera, al añorado Silvio (Fernández), junto al que trabajó muchos años.
Es el segundo trabajo de una carrera en nombre propio que comenzó cerca de cumplir los 50. Lo presenta un Viernes de Dolores, con la ciudad que le vio nacer lista para vivir la semana en la que es tomada por cornetas y tambores, el olor a incienso que se mezcla con el primer azahar y las multitudes que saturan las calles para vivir, un año más, la exaltación del Barroco. “La Semana Santa, que en Sevilla no tiene nada de Santa, es un buen sitio para escarbar”, explica el Pájaro. “Es un espectáculo brutal, la ciudad se llena de música. Y la esencia de la Semana Santa es la corneta. Yo he cogido a la corneta, le he quitado las flores y los gorros de soldado y me la he la llevado a otro sitio”. Se refiere a Apocalipsis, la canción que abre He matado al ángel, con sonidos que recuerdan más a las pelis clásicas del Oeste que al Barroco sevillano.
Pero las referencias, en este disco, no acaban en la Semana Santa. “A mí me encanta toda la música, los músicos tienen que escucharlo todo”, dice. “Lo bueno que tiene Pájaro es que está como una cabra, musicalmente hablando”, y comienza a enumerar estilos y artistas. “Yo escucho a Pavarotti, y me levanto todas las mañanas cantando canción napolitana…”. También el flamenco. “Un rockero sevillano que no sea flamenco no puede existir”, sentencia.
En la conversación, Pájaro es ingenioso y tiene gracia. Salta de un tema a otro y salpica las anécdotas de su carrera con frases lapidarias. Creció en la periferia sevillana, el cuarto de cinco hijos –único hombre-de un jefe de cabina de un cine junto al que vio todas las películas de la época cuyas bandas sonoras le marcarían para siempre. Aprendió a tocar la guitarra con una que su madre consiguió coleccionando los puntos del Avecrem. A los 14 años consiguió su primera guitarra eléctrica y después vendrían sus primeros grupos, Los Hermanos Pérez y La Brigada Ligera, y comenzaría su carrera como guitarrista.
Raimundo y Rafael Amador, No me pises que llevo Chanclas o Kiko Veneno son algunos de los artistas con los que ha trabajado. “He tenido mucha suerte”, explica. “Pepe Begines es uno de los músicos que mejor sabe encajar una letra en una música, de él aprendí un montón. Y con los hermanos Amador, cinco minutos es un máster de guitarra”. Y continúa: “De Kiko Veneno he aprendido la pasión que hay que tener para hacer una buena canción, una buena letra. No te puedes conformar con cualquier cosa”.
Y luego llegó Silvio. “Con Silvio es con quien más he aprendido”, asegura rotundo. “Además, antes de todo fui su fan. Silvio fue esa chispa que hizo saltar la dinamita”.
En He matado al ángel, Pájaro le homenajea con una versión de El Pudridero, aunque su sonido también está presente en otros temas. “El Pudridero habla de la falta de libertad, que ahora viene muy a cuento”.
Durante la entrevista, Pájaro se refiere constantemente a la situación política española y muestra su repulsa por la vergüenza que viven los refugiados sirios varados en Grecia y en la frontera con Macedonia. “La música debe ser la banda sonora de lo que está ocurriendo”, dice. “Ser rockero es una filosofía, una manera de ser, de canalizar la vida y tus pensamientos, también políticamente”.
Esa filosofía es la que cruza su carrera, primero como guitarrista junto a otros y ahora con su propio proyecto personal, pasados los 50. “He tenido que empezar de nuevo, echarle un poquito de valentía. Mucha gente conoce mi vida y lo que más me gusta ahora es que se valore mi lucha, que yo no he tirado la toalla. Una vez, mi madre me habló de Chavela Vargas y me gustó. Le dije: mamá, quiero ser como ella. Ya ves, elegí a una mujer…”.
Babelia
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