El maestro poeta y sus discípulos aventajados
Francisco Brines, que publica una nueva antología con 84 años, recibe un homenaje íntimo de Carlos Marzal, Guillermo Carnero, Vicente Gallego, Antonio Cabrera y Jaime Siles
En pleno centro de Valencia, detrás de la Lonja de la Seda y enfrente de un antiguo guarnicionero, un grupo de poetas valencianos ha decidido homenajear —casi secretamente— a su maestro: Francisco Brines, uno de los grandes poetas españoles de los últimos 50 años. Entre los discípulos se encuentran los también premiados Guillermo Carnero (1947), Carlos Marzal (1961), Vicente Gallego (1963), Antonio Cabrera (1958) y Jaime Siles (1951).
La editorial Pre-Textos publica ahora —con edición de Juan Carlos Abril— Jardín nublado, una selección de sus mejores poemas, así como el descubrimiento de algún inédito, que invitan a pensar la casa como motor poético de su existencia. El poeta y académico de la Lengua, nacido en Oliva (Valencia) hace 84 años, entra en el Café Lisboa apoyando su bastón con vigor y sin titubeos. El resto va a su encuentro. Abrazos, besos y caricias para el hombre que les hizo pensar que en el lenguaje había secretos remotos dignos de ser descifrados.
“Tenerle es algo que no se puede pagar con dinero. Yo de Paco he aprendido prácticamente casi todo”, afirma un emocionado Vicente Gallego (premio Loewe). Todos los discípulos reconocen que Brines les ha enseñado una actitud no solo ante el mundo, sino fundamentalmente ante la literatura. La cafetería parece haberse transformado de pronto en un aula y los alumnos escuchan atentos a Brines cuando narra, con su voz pequeña, cómo se asombró con la poesía en la adolescencia. “Fue un profesor, el Padre Beltrán, el que me mostró el misterio”. Y es que Brines entiende la poesía como un profundo desvelamiento de sí mismo, pero también como un modo de educar al lector en la tolerancia.
Versos y política
“Lo maravilloso de la vida es que casi todos mis mejores amigos han sido poetas de diferentes edades. Por eso he sido coetáneo de varias generaciones y he sabido ser tolerante, ya que la poesía educa al lector en la tolerancia. Todos sabemos que nos puede emocionar enormemente un poema que habla desde un punto no semejante al nuestro en la visión del mundo”, afirma Brines.
Recorrido literario de los poetas
Francisco Brines, hijo de agricultores, pertenece al grupo poético de los años 50 junto a Claudio Rodríguez y José Ángel Valente. Sus obras más destacadas son Las brasas (1959) y El otoño de las rosas (1987). Académico de Lengua ha obentido el Premio Nacional de las Letras 1999 y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2010.
Guillermo Carnero fue Premio Nacional de Poesía en 2000 por Verano inglés y ganador del Premio Loewe de Poesía de 2005 con Fuente de Médicis.
Jaime Siles es autor de poemarios reconocidos como Semáforos, semáforos (Premio Loewe 1990) y Desnudos y acuarelas (Premio Tiflos de Poesía 2008).
Antonio Cabrera, nacido en Medina-Sidonia, Premio Loewe 1999 por En la estación perpetua. Entre sus obras destacan Tierra en el cielo (2001) y Piedras al agua (2010).
Carlos Marzal es uno de los representantes de la poesía de la experiencia junto a Luis García Montero y Benítez Reyes. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía por Metales pesados, en 2002.
Vicente Gallego ha sido premio Loewe por Santa deriva (2002) y de Poesía Generación del 27 con Ser el canto.
Más allá de su indudable valor histórico y social, Jaime Siles (Premio Loewe y de la Crítica) cree que “la poesía es donde el lenguaje de una colectividad se limpia; si no el lenguaje estaría sucio como está la Historia, como estamos nosotros y la vida”.
Carnero destaca que la poesía es intensidad y autoconocimiento, mientras que Cabrera (Premio Loewe) y Marzal (Premio Nacional de Poesía) consideran que la excesiva y arbitraria proliferación de poetas en las redes sociales no contribuye necesariamente a mejorar la poesía, sino a aumentar la confusión acerca de lo poético. Y es que, como Gallego asegura, “nadie escribe más que como el final de una punta en una tradición.”
“A Valencia vengo cuando tengo que ir al odontólogo”, confiesa Brines entre risas. Al veterano poeta le molesta lo que de su ciudad cuentan los medios de comunicación: “Lo que sale no pasa sólo en Valencia. Esas cosas han sucedido siempre. De otras que son todo lo contrario no dicen ni una palabra”. La infección política que ha asolado a la capital valenciana parece haberse extendido a lugares tan insospechados como la poesía: “¿Puede un poema hablar de problemas contemporáneos sin dejar de ser poesía? Siempre lo hace, aunque no quiera”, sostiene Guillermo Carnero, convencido de que puede existir auténtica poesía de compromiso siempre y cuando el poema sea verdad. “Lo que ocurre es que los funcionarios del compromiso y la política estropean determinados registros poéticos”, remata Carnero (Premio Nacional de Poesía).
Carlos Marzal tira de ironía para definir la actualidad política: “Estamos viviendo un momento que nos debe llenar de un cierto optimismo porque como es imposible caer más bajo, esto sólo puede ir a mejor”. Antonio Cabrera, por su parte, se niega a aceptar que “las cuestiones políticas formen parte de la naturaleza y la esencia de lo valenciano.”
La Sierra de Espadán —“con su luz mediterránea y una vegetación arcádica”—, es el paisaje valenciano favorito de Cabrera. Marzal prefiere la Sierra Calderona con sus pinos, higueras, carrascas, olivos y algarrobos. Siles pensaba que el mar era el mismo en cualquier parte del mundo; cuando vivió cerca del Atlántico supo que “la palabra sí era la misma, pero no lo que en mí motivaba ese mar”. Gallego nació en los poblados marítimos y Las Arenas y La Malvarrosa son sus playas. Brines sólo querría experimentar ya el paisaje que ve todos los días: “en el fondo, el mar pálido o agitado, después un valle muy largo con montañas y cultivos, de mis antepasados”.
Unión mediterránea
Todos coinciden en que existe una tradición poética valenciana que va desde Roís de Corella, Ausiàs Marcha hasta Jordi de Sant Jordi. En los años 20 continúa con Miguel Hernández, Gil Albert o Vicente Gaos y en los 50 se consolida con César Simón, Gabriel Miró y, por supuesto, Paco Brines. En todos gravita un elemento común que hoy está más golpeado que nunca: el mar mediterráneo. Jaime Siles se atreve a apuntar la solución: “Europa, más que un mapa geográfico, es una criatura mental. Me parece que el futuro es la unión entre el Mediterráneo y Centroeuropa, prestándonos cada uno las cosas buenas que tenemos e imitándolas.”
Antes de finalizar una hora de charla, que concluye con una aversión confesa de Brines por José Mourinho —“es cretino y vanidoso”—, el anciano poeta avisa divertido: “La poesía no es ninguna conversación de sobremesa. Cuando la sobremesa la hacemos los poetas solemos hablar de otras cosas un poco más miserables”.
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