Un poeta en el basurero
Vicente Gallego, empleado de un vertedero, obtiene el Premio Loewe
Desde la caseta donde trabaja Vicente Gallego (Valencia, 1963) pesando camiones cargados de basura se ve el cielo y una montaña 'negra como resultado de un incendio de los que cada verano asolan el paisaje mediterráneo'. El ganador del 14 Premio de Poesía Loewe, por el poemario Santa deriva, considera que su trabajo como pesador controlador del vertedero de residuos sólidos urbanos del término de Dos Aguas, en la provincia de Valencia, es un empleo estupendo porque le deja 'muchas horas para estar tranquilo, lo mejor que le puede pasar a un poeta'. El Premio de Poesía Loewe, uno de los más prestigiosos del género, está dotado con dos millones y medio de pesetas y la publicación del poemario por la editorial Visor. Carlos Bousoño, Francisco Brines, Caballero Bonald, Álvaro Mutis, Jaime Siles y Luis Alberto de Villena forman parte del jurado que otorgó el premio a Vicente Gallego.
'Mi trabajo es estupendo porque me deja muchas horas para estar tranquilo', sostiene Gallego
Perilla bien recortada, flequillo ligeramente alzado y un principio de patillas, Vicente Gallego no podía evitar ayer una media sonrisa cuando le preguntaron ingenuamente que si vivía de la literatura. 'He trabajado en mil cosas', dijo el flamante premiado, que desde muy joven ha compaginado la lírica con trabajos más prosaicos: gogó y portero en una discoteca valenciana. Empleos temporales que le llevaban de un lado para otro sin dejarle concentrarse, hasta que un día se hartó y se presentó a una oposición como empleado del servicio de recogida de basuras. Desde entonces tiene un empleo estable -doce horas diarias dos días seguidos por dos días de libranza- que le deja suficiente tiempo para concentrarse en la lírica. Santa deriva, el libro de 60 poemas, con el que obtuvo el Premio Loewe, tiene mucho que ver con el tiempo que le deja libre su trabajo en el vertedero. 'Son una reflexión sobre el misterio del ser, algo sobre lo que lleva reflexionando la poesía de todos los tiempos. Me preocupa, sobre todo, que sea una poesía que participe de la emoción y del conocimiento', apunta. El título de la obra ganadora -al premio se presentaron 1.010 poemarios- tiene que ver 'con la deriva en que estamos inmersos por estar en el mundo y lo que tiene de sagrado por el hecho de estar vivo'.
No es la primera vez que este autor, cuyos versos se recogen en numerosas antologías, obtiene un galardón. Todos sus libros han sido premiados. Ganó el Ciudad de Melilla de Poesía, el Tigre Juan de Narrativa con el libro Cuentos de un escritor sin éxito y en 1989 el Premio a la Creación Joven que la Fundación Loewe concede a los autores menores de treinta años y que ayer quedó desierto.
Como poeta se le encasilló en la corriente denominada como de la experiencia, pero Santa deriva supone una ruptura con todo lo anterior. El poeta Francisco Brines, del que Gallego publicó una antología, no podía evitar ayer sentirse orgulloso de su paisano, al que calificó como vital y austero: 'Hay precisión y complejidad en su poesía, de alto y soterrado vuelo'. En respuesta a los halagos recibidos, el premiado, que tiene un hijo y vive con una señora, contestó a sus mentores con dos poemas que nada tienen que ver con la basura y que están incluidos en Santa deriva. En el primero destacaba la carnalidad y el contenido erótico de la seda negra y los tacones de aguja y en el segundo llamaba la atención su elevado misticismo.
Con la excepción de Mutis, el jurado en pleno acudió ayer al hotel madrileño donde se dio a conocer el premio. Además de Enrique Loewe, presidente de la fundación que lleva su nombre, estaba la ministra de Cultura, Pilar del Castillo, y su antecesora en el cargo, Esperanza Aguirre. No faltaron tampoco a la cita literaria escritores como Mario Vargas Llosa (recién nombrado patrón de la Fundación Loewe), Josefina Aldecoa, el pintor Gustavo Torner y los diseñadores Roberto Verino y Javier Larrainzar.
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