Los Rolling Stones, más ruidosos que la guerra
Se han convertido en otro grupo más, que obedece a incentivos económicos
No iban a ser así. Me refiero a los años finales de los Rolling Stones. Hasta 2005, marcaban orgullosos la diferencia con los grupos que traficaban en nostalgia. Ellos, no: sacaban un disco con canciones frescas –el de ese año fue notable, A Bigger Bang- antes de salir de gira. Había una conexión entre creatividad y explotación de la leyenda.
Pero no han sido capaces de elaborar otro álbum nuevo en el decenio siguiente. Supongo que Mick Jagger puso a funcionar la calculadora que lleva en la cabeza y decidió que no compensa ese extra de pundonor en estos tiempos de ventas reducidas. Así que ahora se limitan a publicar reediciones ampliadas de discos clásicos, grabaciones en directo y algún recopilatorio (GRRR! incluía dos temas hechos en 2012, parca cosecha).
Urge sincerarnos, reconocer que se han convertido en otro grupo del montón, que obedece dócilmente a los incentivos económicos: en 2007, se juntaron para dar un concierto en Barcelona, para deleite exclusivo de 500 ejecutivos y clientes corporativos del Deutsche Bank. No les echen las culpas del actual hundimiento del banco de inversión alemán: su caché, aunque generoso, resulta invisible entre las monumentales perdidas que se contabilizan en su central de Fráncfort.
No, de esos conciertos privados no se puede alardear. Los Stones prefieren potenciar los eventos publicitariamente llamativos. Y eso incluye el show en La Habana, previsto para el 25 de marzo, si se resuelven las carencias logísticas. En realidad, forma parte de una vieja estrategia de Jagger y compañía: la apertura al Este, a los países comunistas.
Lo intentaron. En 1967, se acercaron a Varsovia y aquello fue un desastre. Las entradas para los dos conciertos se repartieron entre dignatarios del Partido y obreros ejemplares. Los verdaderos fans se congregaron en los alrededores del Palacio de Cultura y se enfrentaron con la policía (perdón, la Milicia Ciudadana). El Telón de Acero se cerró para los Stones: un ofrecimiento para tocar en la URSS fue rechazado con malos modos.
En 1979, pretendieron actuar en China. Habían pasado tres años de la muerte de Mao Zedong y Jagger pensó que ya estaban preparados para una ración de decadente rock occidental. La mejor crónica de aquel intento está en un libro de Chet Flippo. Periodista tejano, nada izquierdista, Flippo fue encargado de redactar un perfil del grupo que complaciera a los mandarines de Pekín. Lo hizo con entusiasmo, proclamando que incluso tenían un himno a la clase obrera; Keith Richards se quedó patidifuso y telefoneó al escriba para saber a qué canción se refería (Salt of the Earth, amigos del Trivial).
No coló. Más bien, Jagger lo saboteó: estudioso de la política internacional, se puso insolente con el Embajador chino en Washington. Tendrían que esperar al siglo XXI para debutar en la República Popular. Los dirigentes chinos aprovecharon para demostrar quién mandaba allí: les vetaron canciones como Brown sugar o Honky tonk women. Y no pasó nada: los Stones actuales ya no pelean contra la censura.
En realidad, su presencia en China fue esencialmente simbólica. Puede que ocurra lo mismo en la Cuba de 2016. Lamento ser un aguafiestas: en mis visitas a la isla, jamás he escuchado canciones de los Rolling Stones, ni en la radio ni en las casas: desde los sesenta, Cuba es un país rendido a los Beatles, donde invisibles barreras raciales convierten al rock en manjar para un público mayoritariamente blanco.
Sin embargo, Cuba ya vive la cultura del famoseo y esa visita causará sensación. Algunos medios estadounidenses, desconocedores de la realidad cubana, han llegado a proclamar que será el primer concierto de un grupo de rock extranjero.
Y no. Pablo Milanés, padre de uno de los más activos promotores cubanos, trajo a los españoles Ronaldos en 1995; Mano Negra ya habían estado antes. Luego pasaron numerosos simpatizantes de la Revolución, incluyendo en 2001 a Manic Street Preachers. Los galeses tuvieron el honor de encontrarse con un Fidel Castro en horas bajas. Con todo, una frase del Comandante sobre si el grupo hacía más ruido que la guerra, hizo fortuna; ahora hay incluso una revista británica llamada Louder Than War. Veremos qué poso deja los Rolling Stones en esa Habana que secretamente aspira a vivir al estilo Miami.
Babelia
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