Reinaldo Hierrezuelo, histórico músico cubano
Fallece el último de Los Compadres y fundador de la Vieja Trova Santiaguera
¿Están listos los niños?, preguntaba. Y empezaban a sonar clave, maracas, guitarra, contrabajo y tres. Reinaldo Hierrezuelo, cantante y tresero, miembro de Los Compadres y de la Vieja Trova Santiaguera, falleció este martes en La Habana, a los 89 años.
En junio de 1994 aterrizaban por primera vez en Madrid cinco cubanos que sumaban entre todos casi 400 años. Amado Machado tenía 82 y trabajaba de carpintero cuando empezó en el Cuarteto Patria y la Estudiantina Invasora; Aristóteles Limonta, de 81, se ganó la vida como lazarillo y albañil antes de tocar en la Invasora, el Patria o para turistas en un hotel; Pancho Cobas, de 81, había estado en Flota Amarilla, grupo que publicitaba a una empresa de autocares; Reynaldo Creagh, de 76, fue ferroviario y músico, y Reinaldo Hierrezuelo, el benjamín del grupo, trabajó en un comercio, en minas de carbón y como cartero.
La Vieja Trova Santiaguera y Compay Segundo lograron lo que parecía improbable: que la música cubana volviera a gustar en España. Con ayuda de Santiago Auserón, responsable de la edición del recopilatorio Semilla del son, despertaron una sensibilidad y una memoria adormecidas. Todo antes del estallido de Buena Vista Social Club. El nombre de Vieja Trova no tardó en estar en boca de todos: aunque por estrategias comerciales estuvieran a punto de llamarse Amigos de Machín. Hierrezuelo contaba que el primer número que cantó, con siete años, y subido en una mesa, fue un pregón que grabó Antonio Machín, El Piruli, y que él tenía a don Antonio grabado en los huesos.
A la Casa de la Trova, en la calle de Heredia de Santiago de Cuba, fue a buscarlos el arquitecto y productor Manuel Domínguez. Les grabó un primer disco y se los trajo a España. En Madrid, donde establecieron su cuartel general —el hotel Asturias se convirtió en un segundo hogar—, se sentían muy queridos. Hasta que en el verano de 2002 los viejitos se despidieron con una gira final y un último disco titulado El balcón del adiós. Durante ocho años habían compartido su música y su simpatía. Reinaldo Hierrezuelo reía cuando le comentaban que alguien había escrito que se paseaban por el mundo como un escuadrón de dinosaurios.
“La flauta humana”
Trajeron todo un repertorio de sones, boleros, guarachas y chachachás. Cantaban a Miguel Matamoros, Sindo Garay, Manuel Corona o Ñico Saquito. Escribió Ricardo Cantalapiedra en este diario que eran como niños sabios con cuerpo de jota. Hierrezuelo ejercía de portavoz: presentaba a los demás en los conciertos y hacía grandes esfuerzos para mantener a raya su verbosidad. Si se marcaba unos pasos de chachachá, decía: “Yo no bailo, hago movimientos”.
Reinaldo Hierrezuelo de la O había nacido el 30 de diciembre de 1926, en Santiago de Cuba, en el reparto de Santa Bárbara, aunque se crió en Siboney. Era el menor de 11 hermanos. Varios dedicados profesionalmente a la música. Lorenzo se unió a María Teresa Vera en 1935 en un dúo de tremendo arraigo en Cuba y, años más tarde, formó Los Compadres con Francisco Repilado, conocido como Compay Segundo. Ya entrados los cincuenta, Reinaldo, fundador del Cuarteto Patria, sustituyó a Compay y pasó a hacer la segunda voz. Su gran facilidad para silbar hizo que le llamaran “la flauta humana”. Trabajó con los Cantores de Ariguanabo, con Celina y Reutilio, con su hermana Caridad, en el Conjunto Caney y con la Sonora Matancera. Y cuentan que más de una vez tuvo que ocupar el lugar de Beny Moré en el Alí Bar de La Habana cuando el mayor cantante que ha dado Cuba no se presentaba. En 1999, 36 años después, volvió a publicar un disco con el nombre de Rey Caney, Enamorado de la vida. Siempre fiel al ritmo oriental, recordaba que Cuba comienza históricamente por Oriente. Con la muerte de Reinaldo Hierrezuelo, que había perdido la vista en los últimos años, se apaga parte de la historia de la música cubana del siglo XX.
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