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La suerte no acompañó a Paquirri en su reaparición en la plaza México

El diestro volvía a los ruedos tras la cogida que sufrió en Huesca el pasado 10 de agosto

La carencia de casta y la sosería de una corrida deslucida de Marrón dio al traste con un festejo de dinastía de toreros, en el que el español Francisco Rivera Ordóñez Paquirri y los mexicanos Diego Silveti, Fermín Espinosa Armillita IV y Juan Pablo Llaguno no tuvieron opción alguna de triunfo.

Los ocho toros fueron pitados en el arrastre, y varios de los diestros llegaron a rodar por la arena, aunque superaron con creces en calidad a los astados.

Todo empezó con una mala entrada, pues sólo acudieron al gran coso unas cuatro mil personas. Se lidiaron ocho toros de Marrón, de buen tipo y muy desiguales en presentación. Sin embargo, estuvieron muy parejos en cuanto a la falta de raza, trasmisión y mucha sosería, incluyendo al octavo toro, que fue el menos malo.

Francisco Rivera Ordóñez volvía a los ruedos tras la muy grave cogida en el vientre que sufrió el 10 de agosto del pasado año en la plaza de Huesca. Paquirri estuvo un tanto desconfiado y sin fijeza de pies ante el primer toro, que no era bueno, y, tras realizar una mala faena con la espada, vio silenciada su labor. Con el quinto no cambio la decoración del festejo, pues fue otro toro soso, que no trasmitió. Pese a ello, el diestro andaluz hizo un gran esfuerzo, pero la res no dio para más, mató sin dejar de pinchar y de nuevo el silencio fue su premio.

Diego Silveti, al que se le vio con sitio, estuvo seguro, más templado y con deseos. Hizo al segundo una faena que no merecía la res, pero perdió esos momentos lucidos con la espada y escuchó dos avisos. Siguió con entusiasmo y deseos con el sexto. Estuvo bien con el capote y con la muleta ante otro desesperante astado. Tuvo destellos muy buenos, pero de nuevo, estuvo mal con la espada y recibió otro aviso y palmas.

A Armillita IV tampoco el destino le deparó algo mejor en el encierro. Con un tercer toro sin opciones, aunque estuvo con deseos, se silenció su labor. En el séptimo astado, un inválido que se caía a cada muletazo, se estrelló. El diestro cortó por lo sano y concluyó al pinchar al toro que, como sus hermanos, no empujaba en la suerte suprema.

Llaguno protagoanizó los mejores momentos de la tarde. El joven diestro logró los olés más sonoros de la tarde con el capote y la muleta. Con el cuarto realizó un quite lucido y tuvo destellos con sello con la muleta. Pinchó y todo quedó en palmas. Con el octavo, destacó con unas magníficas verónicas. Realizó la faena mejor estructurada de la tarde y trazó los pasajes de mayor calidad. Con elegancia y sabor en tandas sobre ambas manos, otra vez estuvo muy mal con la espada. Escuchó dos avisos y el respetable le tocó las palmas con fuerza. Si no falla en la suerte final, podría haber paseado algún trofeo.

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