Patricia Highsmith y el amor entre mujeres
Aunque la escritora sabía que una visión positiva de su sexualidad le estaba vetada, con ardor juvenil se lanzó a escribir esa pasión
Las fotos del exilio suizo de la escritora Patricia Highsmith (1921-1995) la muestran cejijunta y rodeada de gatos. En esos últimos años vivió recluida en una aldea de apenas doscientas almas, amenizando las horas con la lectura del Herald Tribune. Era la misma autora que en 1952 había visto censurada por sus propios editores la novela Carol, un canto a las relaciones lésbicas que ella misma practicó. Se vio obligada a publicarla bajo pseudónimo, Claire Morgan, y con el título de El precio de la sal. Y es que los años cincuenta fueron los años del estilo pin-up, pero también de la eclosión de “la mística de la feminidad” que Betty Friedan tan bien diagnosticaría en el ensayo del mismo título.
La literatura de temática lésbica arrastraba por aquel entonces un pasado bastante oscuro: las lectoras de inclinaciones sáficas habían tenido que zambullirse en El pozo de la soledad, de Radclyffe Hall, para extraviarse después en El bosque de la noche, de Djuna Barnes. Y aunque la autora sabía que una visión positiva de su sexualidad le estaba vetada, con ardor juvenil se lanzó a escribir la pasión amorosa de la sofisticada Carol por Therese, la vendedora que es en realidad un trasunto de la autora, quien en una navidad neoyorquina, trabajando como dependienta en los grandes almacenes Bloomingsdale’s, se vio subyugada por la aparición de una clienta. Acabada la jornada llegó a casa, tomó la pluma y escribió el argumento de Carol de un tirón. Pensar que ese trabajo ocasional le permitió pagarse el psicoanálisis que le llevó a no casarse con su novio de entonces, hace la historia de la gestación de la novela aún más genial.
Carol tuvo que esperar casi cuarenta años para recuperar su autoría y ostentar su título original. Entonces fue un rotundo éxito, pues el amor entre mujeres había dejado de ser un tabú. Ignoramos si la película de Haynes le hubiera gustado, teniendo en cuenta que de entre las adaptaciones cinematográficas de sus novelas, como Extraños en un tren, que Hitchcock llevó al cine, tan solo salvaba A pleno sol, protagonizada por Alain Delon.
Sí es en cambio seguro que ver a Cate Blanchett y a Rooney Mara la pasada primavera pisando la alfombra roja de Cannes le hubiera hecho esbozar una enigmática sonrisa. Aunque visto lo que sucedió con La vida de Adèle en países no muy lejanos, Carol no tardará en ser incluida en el índice de las películas prohibidas.
M. Ángeles Cabré es escritora y crítica literaria. Dirige el Observatorio Cultural de Género.
Babelia
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