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CRÍTICA | MIDIENDO EL MUNDO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Aritmética y geografía

El actor y director Detlev Buck opta en 'Midiendo el mundo' por reducir una historia compleja y cargada de posibilidades a un colorista juguete bienhumorado

David Kross y Detlev Buck en un fotograma de 'Midiendo el mundo'.
David Kross y Detlev Buck en un fotograma de 'Midiendo el mundo'.Boje Buck Produktion

Cuando esta película llega más o menos al ecuador de su metraje, la pantalla se parte en dos y la imagen se pone patas arriba en un excéntrico recurso formal para alternar sus dos líneas narrativas: mientras Carl Friedrich Gauss, recitando una letanía de números primos, se dirige a visitar a un decrépito Immanuel Kant en una de sus escasas salidas fuera del ámbito doméstico; Alexander von Humboldt remonta el Orinoco en su búsqueda de una vía fluvial de acceso al Amazonas. La pequeña pirotecnia visual sintetiza la idea más afortunada en el seno de este trabajo esencialmente desafortunado en sus decisiones de tono: el juego de espejos entre el enclaustramiento y la exploración que se da en las vidas supuestamente paralelas de dos soldados de la Razón empeñados en capturar, con metodologías absolutamente divergentes, la complejidad del mundo.

MIDIENDO EL MUNDO

Dirección: Detlev Buck.

Intérpretes: Albretch Schuch, Lennart Hänsel, Aaron Denkel, Paul von Mikulicz, Michael Maertens, Karl Markovics, Sunnyi Melles, Nils Drechske.

Género: aventuras.

Alemania, 2012.

Duración: 120 minutos.

El actor y director Detlev Buck opta en Midiendo el mundo, a partir del best seller de Daniel Kehlmann, por reducir una historia compleja y cargada de posibilidades a un colorista juguete bienhumorado, que, a ratos, se disfraza de relato de aventuras y, a ratos (demasiados), se complace en subrayar el pintoresquismo de unos personajes centrales contemplados como figuras ensimismadas, caprichosas, obsesivas y tan capaces de domar lo absoluto como incapaces de lidiar con lo aparentemente insignificante. El tramo final en el Congreso de Ciencias Naturales de Berlín convierte, directamente, a Gauss y Humboldt en una pareja ridícula de viejos gruñones, sepultados bajo capas de maquillaje muy poco convincente.

Una crítica nunca debería decirle a una película cómo tendría que haber sido, pero, dado que un año después de la producción de Midiendo el mundo Werner Herzog tuvo una breve aparición como Humboldt en la monumental Heimat, la otra tierra (2013) de Edgar Reitz, es casi inevitable preguntarse qué hubiese hecho el autor de Aguirre, la cólera de Dios (1972) con estos materiales de partida.

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