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Cerrado: estamos trabajando

La Biblioteca Nacional detiene su actividad habitual una semana al año para revisar sus fondos. En 2016 se han comprobado 311.600 documentos

Rut de las Heras Bretín

Esta semana, en la Biblioteca Nacional se hacen números. Unos 190 trabajadores tienen el objetivo de comprobar que 311.600 documentos, de los 33 millones que se alojan en sus casi 400 kilómetros de estanterías, están bien catalogados y colocados. Para esto la institución cuelga el cartel de cerrado por recuento. La actividad habitual cambia: no hay usuarios, las salas de lectura y de consulta están vacías, resuenan los pasos de cualquiera que atraviese el salón general, en un silencio más imponente que el de otros días. El personal ocupa los depósitos, normalmente vacíos y a oscuras salvo si algún bibliotecario entra a por algún libro.

Este año toca recuento en la planta nueve, aunque desde la calle no lo parece, el edificio tiene 12 pisos. En este depósito se guardan fondos del siglo XX. Los equipos de trabajo se reparten por los distintos pasillos, cada uno está formado por dos personas. El soniquete es monótono:

- 63, Fineza de Jesús...

- Sí

- 64, Antología de la nueva...

- Sí

- 65, Historia del nuevo convento de santa Clara...

- Tiene testigo

- 66, Costumbrismo y novela...

- Vale

- ...

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Elena Granizo y Antonio Lorenzo, más que contar, cantan los libros -como si de niños de San Ildefonso durante la lotería de Navidad se tratara-. Ella es encuadernadora y él trabaja en reprografía. Son el equipo seis y esta semana dejan sus labores habituales para volcarse en esta tarea de constatar lo que indica el catálogo topográfico. Este documento es el que señala el lugar exacto donde está colocado cada volumen. Al final del día pasan a la coordinación un acta con las incidencias detectadas: alguna falta sin documentar -las que tienen testigo, están controladas-, erratas en los títulos -un fallo en una letra ya hace imposible la búsqueda para los usuarios-, repeticiones en el listado... "Cosas de poca importancia", indica la encuadernadora mientras muestra el taco de folios de lo que llevan comprobado durante la mañana. "Es un trabajo monótono y los ojos sufren, pero es necesario".

Yolanda Ruiz Esteban es la directora del Departamento de Adquisiciones e Incremento del Patrimonio, en la biblioteca ingresan unos 500.000 documentos al año. También es la coordinadora general del recuento junto con otra compañera y reconoce que esta semana, la previa y las dos posteriores "son de locura". "Te llegan informes constantemente, que tienes que valorar y sacar conclusiones". Explica que es una tarea fundamental que se lleva haciendo sistemáticamente desde 2008. Se ha institucionalizado: la tercera semana de enero, la biblioteca para su ritmo habitual y todos se vuelcan en el inventario. Este será el noveno año consecutivo y todavía no se ha llegado a los seis millones de documentos comprobados, ni siquiera un 20% del total. El año que viene se retomará donde lo dejen. Ruiz comenta que se ha elegido esta semana porque se comprobó que era una de las que menos usuarios recibían. "Haciéndolo siempre en la misma época cala en la comunidad investigadora y ya lo tienen en cuenta para no trastornar demasiado sus consultas".

Además del recuento de los fondos generales, hay muchas tareas alternativas: comprobación del estado de conservación, de los sistemas de reproducción -grabadoras, máquinas para ver los microfilmes...-, inclusión en el catálogo automático para que se pueda consultar online cualquier documento, aún falta por añadir un 40% del total de fondos; y aunque es una actividad que se hace constantemente, el parón de esta semana de otras actividades permite darle un empujón.

Abiertos 24 horas, 365 días, en la Red

La biblioteca online no para, incluso durante el inventario. Hay multitud de servicios que los usuarios pueden solicitar cualquier día a cualquier hora:

Solicitud del carné. Una vez decidido cuál se necesita, según los documentos que se quieran consultar, se puede pedir a través de la web y luego ir a recogerlo.

Consultar los fondos y reservarlos. Se pueden pedir hasta 10 documentos.

Pedir la reproducción de libros, mapas, audios…

Otro de los trabajos curiosos y útiles es el control de los materiales que han pedido los investigadores. En la sección de manuscritos, incunables y raros, Lola Torres comprueba las fichas de los usuarios que acceden con carnet de investigador. Ella es una de las fotógrafas de la institución, pero estos días toca arrimar el hombro: "Cuando llegas de las vacaciones de Navidad ves en la intranet lo que te va a tocar hacer. Sabes que tienes que cambiar el chip y dedicarte a lo que te dicen, nos enfundamos los guantes y participamos todos". En su caso, los guantes son para proteger su piel de estar todo el día tocando papel. Torres muestra algunas de las incidencias curiosas que se encuentra: "Los investigadores extranjeros firman donde pone signatura, en lugar de escribir la referencia del documento -que es lo que corresponde-". Esto determina claramente que ese término lleva a error por su parecido con la palabra firma en otros idiomas, como inglés o francés. La importancia de la labor de Torres se constata cuando se recuerda lo fundamental que fue tener bien documentado qué pide cada investigador y cuándo lo hace para localizar hace nueve años a Ovilio Gómez Rivero, el ladrón de los mapas de la Cosmographia de Ptolomeo.

De entre todos los objetos que se encuentran en la Biblioteca Nacional -libros, documentos sonoros y audiovisuales en todos los formatos, carteles, folletos, manuscritos, fotografías...- algunos se mueven más que otros. Hay piezas que recorren el mundo, por ejemplo, los dibujos y grabados que se prestan para exposiciones. Por eso, Isabel Ortega García, jefa de este servicio, ha programado un exhaustivo control de los grabados de Goya. Unos de tantos monumentos que se encuentran en los innumerables almacenes y laberínticos pasillos de este edificio. Con infinito cuidado, y con guantes para proteger el papel de un álbum con la primera edición de Los desastres de la guerra, dos bibliotecarias -estas sí, de este departamento- comprueban lámina a lámina que están todas las del cuaderno. El soniquete sigue siendo el mismo, una canta y otra constata, pero Goya es uno de los premios gordos de la Biblioteca. Uno de tantos. Ya imaginan cómo será el recuento del próximo año, con todos lo que este 2016 les pedirán sobre Cervantes y sus obras. Quizá el próximo enero sea el momento de certificar que todo lo referente al Manco de Lepanto ha vuelto a casa.

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