Viaje al centro de la seducción
José Luis Guerín indaga con humor en ‘La academia de las musas’ en la solemnidad de los poetas y la irreverencia de la comedia romántica
Como es habitual en su cine, José Luis Guerín (Barcelona, 1960) ha vuelto a hacer trampas. O a engañar al espectador, algo que el público disfruta complacido. "Me gusta que el espectador se reubique escena tras escena", apunta el cineasta. Su La academia de las musas –que se estrenó en el festival de Locarno y ganó en el certamen de cine europeo de Sevilla– empieza como un documental, filmando las clases de un profesor universitario italiano en Barcelona que indaga en la obra de Dante. Hay hombres entre sus alumnos, pero quienes llevan la voz cantante son las mujeres, algo habitual en el cine del barcelonés: "Lo primero que filmé en mi vida fueron las chicas que admiraba. Ruedo siempre desde mi implicación con los personajes. Y me gusta extraer la belleza de las mujeres".
Y entonces aparece el Guerín más pillo, el que esconde un alma de cineasta de comedia romántica, un género que en trabajos previos asomaba la cabeza en varios momentos. El espíritu de George Cukor encerrado en la cámara de Jonas Mekas. "Pues sí, juego con lugares comunes como el adulterio. El cine que me satisface es el que me muestra las cosas de siempre con una perspectiva nueva, que te redescubre las cosas. No necesito que me cuenten extravagancias rarísimas, sino que me muestren la cotidianeidad desde un punto de vista inédito. Acepto de buen grado eso de la comedia romántica, pero defiendo que no es el género imperante". La academia de las musas arranca como un documental, pero pronto se ficciona. Entra en juego la palabra. Al contrario que en anteriores películas de Guerín (Tren de sombras, En la ciudad de Sylvia), marcadas por la imagen y el ruido del ambiente, en esta ocasión los personajes no dejan de hablar. Eso sí, siempre con un cuidado extremo con el sonido. "He querido depurar el filme de casi todos los elementos que pudieran enturbiar la palabra, para que lucieran en toda su potencia las relaciones a través de la palabra". Al fin y al cabo, la base es la Divina comedia de Dante, sonetos, poetas renacentistas… No hay músicas de fondo ni movimientos extraños de cámara. "Soy un cronista que constata, aunque sea en un juego ficcionado".
El filme fue cambiando según avanzaba. "Me gusta que el profesor, la autoridad, acabe siendo puesto en duda. Empecé a rodar en el aula, y como cineasta me surgió la obligación moral de cuestionar esa voz de la autoridad. Así que salí de la clase, fuimos de viaje, indagué con planos cortos, grabamos en cocinas, coches… Fueron surgiendo los diálogos creados por ellos mismos", apunta Guerín, que explica que la película ha sido creada en realidad tras su rodaje y antes de su montaje. "Medité mucho en ese tiempo, y ahí decidí su estructura. La película se ha encontrado a sí misma, porque empecé a rodarla invitado por el profesor sin intención de hacer cine. Nace de la libertad, de la absoluta falta de compromiso con cualquier institución: el filme arranca sin logos institucionales, al contrario que cualquier largometraje español". Y se ríe de sí mismo: "Por una vez me escapo del arquetipo del cineasta llorón y acepto con alborozo la absoluta falta de medios". Una independencia que le permite incluso que el idioma más escuchado en pantalla no sea ni el castellano ni el catalán, sino el italiano.
En La academia de las musas se mezclan las ideas de su director, con impulsos surgidos de la misma obra. "Por ejemplo, me dejé llevar por el humor, un campo que ya exploré en En construcción. Ahora, no tengo claro si el humor estaba ahí o yo le he fomentado. Me parece un arma estupenda contra la solemnidad". O la referencia a Te querré siempre (Viaggio in Italia), de Rossellini. "No me di cuenta durante el rodaje, fue el profesor –en la vida real es muy cinéfilo– el que me guio por sus paisajes y después me lo descubrió".
En realidad, el profesor de La academia de las musas parece un personaje del siglo XIX que choca contra las mujeres del siglo XXI. "No soy un moralista, no quiero condenar a nadie. Solo cuestiono. Al contrario de lo que veo habitualmente en el cine español, lleno de malos simplones: guardias civiles de opereta, alcaldes franquistas gritones, curas fascistas… Son muy poco interesantes. Hitchcock nos descubrió que los malvados ganan mucho cuando tienen matices, elegancia, ambigüedad. Me siento en deuda ahí con Jean Renoir o Eric Rohmer. El juicio solo puede surgir del espectador, y ese espacio es esencial para el buen cine".
Guerín estrena el día de su cumpleaños, el 1 de enero. Y además ha distribuido él mismo la película. "De cada 10 películas que sueño, ruedo una. No solo quiero rodar películas filmadas por mí mismo, también me gusta rodar con equipo. Y eso es cada día más complicado. En fin, soñar las películas también es bonito: garabateas, viajas, lees. Ser cineasta es una manera de relacionarte con el mundo, y no solo consiste en filmar. Yo soy cineasta siempre, y es una condición que arrastro y arrastraré".
Babelia
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