El fuego de Birnam
El filme se impone, a fuerza de ímpetu estilístico y confianza en la palabra, al recuerdo de las sucesivas adaptaciones de la tragedia
En un capítulo de su ensayo El mundo, un escenario. Shakespeare: el guionista invisible (Anagrama), Jordi Balló y Xavier Pérez profundizan en los rastros que hA dejado en la ficción audiovisual contemporánea el tratamiento de la naturaleza violenta en la obra del autor de Macbeth: “En el vocabulario de Shakespeare, la naturaleza ocupa un lugar preeminente. Y lo hace en todos los sentidos, desde esas alusiones constantes en los diálogos hasta el uso metafórico que se hace de ella. La capacidad para convocar al mundo entero en la escena, y la confianza en la palabra como mediadora para oBrar el prodigio y hacer que la imaginación supla las carencias de los sencillos entarimados isabelinos, comportan un repertorio de motivos literarios que los actores declinan en una constante apelación al entorno, tanto si se trata del microcosmos de la flora y la fauna, como si se habla del macrocosmos de los astros, el mar, el viento y las grandes potencias celestiales y telúricas”.
MACBETH
Dirección: Justin Kurzel.
Intérpretes: Michael Fassbender, Marion Cotillard, Paddy Considine, David Thewlis, Jack Reynor, David Hayman, Hilton McRae, Lynn Kennedy, Seylan Baxter.
Género: drama. Gran Bretaña, 2015.
Duración: 113 minutos.
El Macbeth del australiano Justin Kurzel logra imponerse, a fuerza de ímpetu estilístico y confianza en la palabra, al paralizante recuerdo de las sucesivas aproximaciones cinematográficas a la tragedia a cargo de Orson Welles, Akira Kurosawa y Roman Polanski. Al mismo tiempo, se erige en la adaptación que con mayor empeño se ha entregado a la labor de traducir esa potencialidad evocadora de un entorno natural turbulento del texto original en visceral y primitivo diálogo, de avasalladora fisicidad, entre el cuerpo de los actores y la majestuosidad, sublime –en el sentido que le dio Edmund Burke como síntesis de lo bello y lo aterrador-, del paisaje.
En una sobrecogedora intemperie escocesa, Kurzel enfatiza la brutalidad de los combates con un pertinente uso de la imagen ralentizada, mientras Marion Cotillard y Michael Fassbender dan vida a sus respectivos monstruos como natural emanación de su fragilidad humana, de su condición de padres con hijo enterrado que han encontrado en la autodestructiva lujuria de poder un sustitutivo del afecto. La Cotillard pasando de máscara macabra a lo Trono de sangre a rostro surcado por las lágrimas, la muy imaginativa concepción de las brujas y el avance del bosque de Birnam como incendio forestal son otros de los elementos que sostienen la singularidad de este trabajo.
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