El vértigo de ser Hanna Glawari
Natalia Millán es la protagonista de 'La viuda alegre', una adaptación de la famosa opereta hecha por Emilo Sagi
Llevaba una sudadera, unos pantalones negros de algodón, unos botines de tacón y una peluca que podría haber sido el pelo de Marilyn Monroe. Natalia Millán (Madrid, 1969) acababa de salir de la sala de maquillaje y peluquería de los Teatros del Canal y el ensayo estaba a punto de comenzar. Quedaban, en aquel momento, dos días para el estreno de La viuda alegre, el musical, una adaptación de la opereta homónima, una de las más representadas y conocidas a nivel internacional con música de Franz Lehár y libreto de Victor Léon y Leo Stein.
En los pasillos, actores a medio vestir iban de camerino en camerino. “Esta semana se junta todo”, comenta la actriz, bailarina, cantante… mientras cruza las piernas. De repente, en esta obra, lo es todo, aunque no es la primera vez. “Empecé en los musicales en la Edad de Hierro, eran los años 80. Los dejé durante un tiempo y volví con Cabaret, en 2003”. El sonido de la pantalla de su camerino llena la habitación. “Están probando los avisos para el público”, y se levanta a buscar la ruleta fijada a una pared para ponerla en silencio. Es concreta en sus movimientos, encima y debajo del escenario; y sigue teniendo la energía de aquellos años 80 que ve tan lejanos.
“Pero me queda muchísimo más por hacer que lo que he hecho”, comenta. Ahora, hasta el 17 del próximo enero será Hanna Glawari, la viuda multimillonaria que se disputan varios pretendientes para que el dinero no salga del ficticio principado de Marsovia. Y menos aún, que acabe en París. Es el barítono Antonio Torres, el Conde Danilo en la obra, quien tiene la ardua tarea de conseguir casarse con ella mientras, a su alrededor, pululan otros cuantos interesados.
'La viuda alegre, el musical'
Dirección escénica: Emilio Sagi
Libreto: Victor Léon y Leo Stein, basado en la comedia L'attaché d'ambassade de Henri Meilhac.
Adaptación y traducción: Enrique Viana
Música: Franz Lehár,
Arreglos y dirección musical: Jordi López
Reparto: Natalia Millán, Antonio Torres, Silvia Luchetti, Guido Balzaretti, Iñaki Maruri y David Rubiera.
Hasta el 17 de enero en la Sala Roja de los Teatros del Canal (Madrid).
Fue él uno de los “abrigos” de Millán durante todo el proceso de producción de la opereta. “Cuánto más consciente eres de que sabes algo, más consciente también de todo lo que no sabes”. Dice que siempre son los mismos vértigos, con cada nuevo proyecto nuevo hay una línea cero de la que partir. “En esta la partitura es muy complicada, incluso con esta adaptación”. Todos llevan micrófonos y algunos tonos fueron bajados para alcanzar la tesitura de Millán; la obra estrenada en Viena en 1905 estaba escrita para una soprano, Natalia no lo es y arguye que de hecho, si La viuda hubiese sido la original, no se hubiese “atrevido”.
“El mundo de la lírica es para los líricos. Si no hubiese sido por Emilio Sagi, que me convenció de que podía hacerlo, yo jamás hubiese cogido esto por iniciativa propia”. El director de escena español dejó a un lado el purismo lírico para amasar esta obra que creó para los 125 años del Teatro Arriaga de Bilbao, del que es director artístico. Él no fue el único que según Millán la “arropó”. Habla del productor, de la maestra repetidora, Husan Park, de sus compañeros de reparto, entre ellos Silvia Luchetti y Guido Balzaretti, del coro de bailarines y de algunos nombres más que no deja discernir la repentina voz por megafonía: “Compañía de La viuda alegre, quedan 15 minutos para el ensayo, bajad para poneos y probar el sonido de los micrófonos”.
Millán se disculpa, pero tiene que marcharse. Abajo, en la Sala Roja, las sillas, las suntuosas escaleras y biombos del decorado, las guirnaldas y los bancos ya están en su sitio, preparados para el despliegue de música —en el foso, la Orquesta Sinfónica Verum—, luz y cambios de escenario durante la hora y media que dura el espectáculo. “Una cosa muy bonita que ha acabado pasando es que la mezcla de artistas de diferentes disciplinas ha acabado produciendo un mestizaje con el que todos estamos aprendiendo mucho”. La voz vuelve a sonar, ligeramente molesta: “Quedan tres minutos para el ensayo, compañía de La viuda alegre, y os he llamado ya varias veces. ¡Bajad a microfonáos!”.
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