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Manguel sigue la estela de Borges en la Biblioteca Nacional de Argentina

El escritor es nombrado director del centro, cargo que ejerció su maestro, el autor de ‘El Aleph’

Alberto Manguel en un imagen de 2013 en Francia.
Alberto Manguel en un imagen de 2013 en Francia.Ulf Andersen (Getty Images)

Una de las personas que más sabe de la historia del libro y de la lectura ha tardado 64 años en ver realizado el sueño que no sabía que tenía: dirigir la Biblioteca Nacional de la República Argentina, una de las más importantes y míticas de Latinoamérica. Él es Alberto Manguel. Será el responsable de impulsar hacia el futuro esa biblioteca de 205 años bajo una pirotecnia de desafíos:

- Convivencia de lo analógico y lo digital: “Ningún progreso puede hacerse por exclusión”.

- Acceso de todo el mundo: “La biblioteca digital es importante para un país tan grande como Argentina donde no todos pueden acercarse al libro físico”.

- Mejorar la comprensión de lectura: “Uno de los problemas de los bibliotecarios es que los nuevos lectores no saben leer competentemente. Por eso hay que insistir en un fomento de la lectura más personal y responsable”.

- Nuevas formas de lenguaje: “Quiero incorporar, por ejemplo, el cómic. No quiero descartar ninguna forma de leer un texto, una narrativa”.

- Red en español: “Fortalecer y crear lazos entre la Biblioteca Nacional de Argentina y otras de América Latina y España para intercambiar experiencias”.

Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948) es la persona que mejor conoce la geografía del mundo libresco y es el guía ideal por los lugares imaginarios creados por el ser humano a través de las palabras.

“El Don Juan de la Lectura” lo llamó George Steiner. No en vano, uno de sus primeros recuerdos es de cuando tenía unos tres años: encima de su cuna veía una repisa con cuentos que su nana le leía. Fue su primera biblioteca cuando vivía en Tel Aviv; luego se la pusieron a ras de suelo y él la organizaba a su manera. De vuelta a Buenos Aires, en su adolescencia, creó su propia biblioteca con sus libros y con los que cogía de las estanterías de su padre. Por donde iba en el mundo las bibliotecas crecían a su alrededor. La penúltima fue en Francia donde llegó a tener 30.000 volúmenes. Todos suyos. Una vida. Su Edén. Ahora dirigirá un paraíso de un país entero que alberga más de tres millones de obras.

“Tengo mucho miedo”, reconoce por teléfono, desde Nueva York, este gran lector, escritor, traductor y promotor del placer de la lectura. Admite que es un reto el cargo. Luego dice que lo primero que hará "será estudiar la situación de la BNA, lo que han hecho los últimos predecesores, y, a partir de ahí, abrir un diálogo de colaboración con quienes trabajan en la Biblioteca".

Manguel lleva unos pocos meses en Nueva York, procedente de Francia, con lo cual hasta junio o julio de 2016 no podrá asumir enteramente el cargo. Los compromisos adquiridos en Estados Unidos lo impiden. Mientras, avanzará en ese diálogo. "Y, en seis meses, mi vida se convertirá en una vida doble, entre Argentina y Estados Unidos".

La Biblioteca de Argentina siempre ha acompañado al autor de obras como Una historia de la lectura, Guía de lugares imaginarios, Noticias del extranjero o la reciente Una historia natural de la curiosidad (Alianza). La BNA entró en la vida de Manguel cuando él tenía 15 años, en 1963, asociada un nombre esencial: Jorge Luis Borges.

Por aquellos años Manguel trabajaba en Buenos Aires en una librería después de la escuela. Allí conoció a varios escritores argentinos, entre ellos a Borges que era el director de la BNA. Un día el autor de La biblioteca de Babel y El Aleph lo invitó a ir a su sitio de trabajo. Así pisó,, por primera vez, el joven Manguel esa gran biblioteca creada en 1810, en la calle México. Subió las escaleras, cruzó pasillos y llegó hasta donde estaba el director. Alrededor de una mesa, y junto a otros estudiantes como él, empezaron a hablar de libros, de literatura. Las visitas y charlas siguieron. Y un día, Manguel se vio leyéndole a Jorge Luis Borges un libro, y otro, y luego otro.

Borges asumió la dirección con 57 años, de 1955 a 1973. Manguel llega con 67. Borges promovió el cambio de sede ante el crecimiento de la biblioteca, que finalmente se inauguró en 1992. Manguel llegará a ese espacio promovido por su admirado maestro y amigo.

Los desafíos

“Siempre me han interesado las bibliotecas”, cuenta el director. “Tienen la posibilidad de recorrerlas infinitamente y de hallar cosas impensables”. Pero no hay paraíso sin trampas. “Lo que detesto son los asuntos burocráticos y políticos”, admite Manguel, y añade: “Es como cuando tienes una idea para un libro, antes de escribirlo es perfecto en tu cabeza y a medida que lo haces aparecen obstáculos y luego no termina siendo tan maravilloso como creías”.

Una de las preocupaciones de Manguel es la falta de comprensión lectora: “Quiero dar prioridad a eso. Ojalá pueda colaborar con el Ministerio de Educación en esto”. Esto se debe en parte, agrega, a que una de las desventajas de la tecnología es la lectura no concentrada. Por ejemplo, un joven crea un texto con fragmentos de aquí y de allá sin profundizar en ellos, lo cual genera una falta de conocimiento en lo creado. Hay que insistir en una lectura más personal y responsable. Enseñar a leer de manera que el lector pueda apropiarse del texto”.

Para Manguel asegura “la biblioteca es el símbolo fundamental de una sociedad letrada. No se puede entender el conjunto de una sociedad sin lo que ella ha puesto por escrito en una institución fundamental”.

Una parte del duelo analógico y digital lo lleva a asegurar que “la cuestión es que con la tecnología electrónica, que es empujada con tanta fuerza por una voluntad comercial, quieren hacernos creer que es la única válida y no es así. Tenemos que compartir las estanterías”.

La biblioteca ideal, que vislumbró Manguel, sin saberlo, hace 64 años en su cuna, “organiza sin etiquetar”. Y también, dice:

“Cada libro en la biblioteca ideal hace eco en otro”.

“La biblioteca ideal es la biblioteca recordada”.

“La biblioteca ideal desbarata la maldición de Babel”.

“El arquitecto de la biblioteca ideal es, antes y más que nada, un lector ideal”.

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