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Un principito muy especial

Fabio Bartolomei logra en 'Somos una familia' que el lector se deje llevar por el discurso adictivo e hilarante del pequeño Al

Niños. Esos locos bajitos que han habitado novelas imprescindibles. Desde el entrañable Benjy de El ruido y la furia (1929), de Faulkner, hasta Julius, el inolvidable héroe de Un mundo para Julius (1970), de Alfredo Bryce Echenique, un niño intuitivo, solitario y rico capaz como pocos de generar ternura. Desde los chicos de El señor de las moscas (1954), de William Golding, hasta el resabiado Holden de El guardián entre el centeno (1951), de J. D. Salinger. De El Principito (1946), de Saint-Exupéry, o el chico judío de Ferrara que protagoniza El jardín de los Finzi-Contini (1962), de Giorgio Bassani, a El niño con el pijama de rayas (2006), de John Boyne. De Juliana, la niña de 10 años que ejerce de cronista inconsciente y naíf de la libertina oligarquía colombiana en Juliana los mira (1986), de Evelio Rosero, a Christopher John Francis Boone, el chaval autista de El curioso incidente del perro a media noche (2003), de Mark Haddon.

Pese a ser más pequeño, Al, Almerico Santamaria, trae sobre todo a la memoria a Holden Caulfield, el desenfadado protagonista de la novela de Salinger, que arranca su monólogo con su célebre “Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia…”, porque Al es un niño superdotado. Pisa firme y le guiña un ojo al mundo. Se las sabe todas. Y el modo campechano y espontáneo en que decide relatar su vida cotidiana refleja su estimulante imaginario infantil y el mágico proceso por el que atraviesa el mundo hasta ser decodificado y explicado por la mente de un niño tan gamberro como seductor, destinado a salvar el mundo cuando pueda desembarazarse de sus queridos papás, un friki devoto de Elvis que quiere ser astronauta (sic), una madre de novela, una hermana de armas tomar, una abuela que congeniaría con el druida Panoramix y un amigo de peluche imaginario. Bartolomei (1967) ha alcanzado a conseguir que el lector caiga en la tentación de dejarse llevar por el discurso adictivo e hilarante del pequeño Al Capone Santamaría, un gánster bueno que se pregunta cuántos años tiene el Pato Donald y que barrunta meter su paga semanal en un banco suizo. ¿Su familia? Italiana, romana, humilde, de neorrealismo trasladado a principios de los setenta y barnizado de comedia ligera con dificultades inmobiliarias y arquetipos sublimados por el lúdico talento del autor. No es nada fácil fingir que la novela la ha escrito un niño, y ni siquiera para el autor empírico es sencillo controlar una personalidad como la del pequeño Al, pobrecillo, tan poderoso y tan genial. Por favor, lean a Al, un Principito crecidito y muy especial.

Somos una familia. Fabio Bartolomei. Traducción de Juan Manuel Salmerón Arjona. Tusquets. Barcelona, 2015. 352 páginas. 19 euros

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