Cassandra Wilson, una fuerza solitaria del jazz moderno
La cantante homenajea a Billie Holiday en su último disco
La espera se hace larga. Cassandra Wilson (Jackson, EE UU, 1955) ha prometido charlar con EL PAÍS pero el reloj corre: primero, tiene que terminar su concierto, celebrado a principios de noviembre, dentro la programación del Cartagena Jazz Festival, y después tomarse su tiempo en los camerinos e irse a un restaurante a altas horas de la noche. Finalmente, cuando parece que la espera va a acabar como una gélida canción de jazz de abandono, sale del restaurante y, mientras se fuma un cigarrillo, empieza a hablar, dejando enfriar la cena. “Esta noche he sentido ese algo especial… aunque me sucede la mayoría de las veces que vengo por aquí”, dice. Por aquí es España, donde llegó a presentar su último disco, Coming Forth By Day, un notable tributo a Billie Holiday.
Se muestra molesta por algunos imprevistos con los vuelos que traían a los miembros de su banda, aunque consiguieron aterrizar, justo cuando en Madrid había una gran marcha contra la violencia machista, sobre la que no duda en opinar. “En vuestro país tiene mucho poder la iglesia católica que es de corte claramente masculina, en la cual no tenéis mujeres que ordenen y eso inevitablemente se refleja en vuestra sociedad. ¡Lo que necesitáis son mujeres negras!”.
Su figura artística desprende de manera apreciable una fuerza varonil pero al mismo tiempo tiene la sensibilidad propia de una mujer. “Cuando era joven me encantaban los juegos y deportes típicamente masculinos, aunque siempre yo les ponía mi toque de feminidad. Exactamente igual que el espíritu que desprendía Lady Day [apodo de Billie Holiday]”, explica. “Tenía mucha fuerza masculina en contraposición a esa cadencia tan femenina. Ella tuvo que portar la imagen estereotipada que todos conocemos porque fue explotada”.
Coming Forth By Day salió a la venta el 7 de abril, coincidiendo con el 100º aniversario del nacimiento de Holiday. Wilson, quien comenzó en el jazz después de que su padre la regalase el disco Sketches of Spain de Miles Davis, cree en la reencarnación y en las coincidencias místicas. “Me ordenaron sacerdotisa de Oshun, la deidad yoruba de la música y los ríos, al mismo tiempo que Rafa Nadal vencía su primer Roland Garros. Entre él y yo hay cierta conexión. Lo adoro y me veo muy reflejada en él por su tenacidad, coraje y perseverancia. Sé que realmente no compite al máximo nivel para pasar un poco desapercibido. Podría ser mi alma gemela”.
Durante su recital en Cartagena, llama la atención que Wilson tuviera dispuesto un amplificador junto a su pie de micro, pero no lo utiliza en ningún momento. “Efectivamente la guitarra es mi instrumento preferido a la hora de componer. No sé por qué no la he tocado esta noche, reconozco que a veces tengo miedo ya que soy humana como tú… y, además, no lo suficientemente buena con ella”, reconoce.
Aparece su asistente personal, la también cantante y compositora de jazz Hanka Gregušová. Interrumpe indicando lo tarde que es. “La última pregunta, por favor, que tengo hambre”, indica Wilson. ¿Cómo vive una diva del jazz vocal que las listas de éxitos estén copadas por voces surgidas de programas televisivos y no de verdaderos talentos? “Me parece horrible que eso sea un fenómeno a nivel mundial. ¡Ahí no hay nada de arte! Para la creación artística hay que estar en soledad, sentir la tristeza, mirarte al espejo y ver que no hay nadie aplaudiéndote. ¿No lo crees?”. Se levanta de un salto de la silla y se va. Sola, con un cigarro en la mano, y rebosando arte.
Babelia
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