Réquiem por un soñador
Ocurrió el 1 de diciembre. Jesús Arias siempre iba al mediodía a la casa familiar de Granada; tal vez era su única comida caliente del día. Cuando ese martes no se presentó, su padre acudió al piso donde acumulaba discos y libros. Allí estaba Jesús, arrebujado con una mantita en el sofá, muerto pero con cara plácida.
Tenía 52 años. Por cierto: vivió algo más que su amigo británico, “el Joe”, Joe Strummer, al que Jesús conoció en Granada, donde el hombre de The Clash vino a lamerse las heridas del vergonzoso final de su grupo. Jesús le daba clases de castellano a cambio de que charlara sobre The Clash. Tuvo que quitarle muchas fantasías de guiri, como aquello de presentarse en el Barranco de Viznar con pico y pala, dispuesto a desenterrar los huesos de Federico García Lorca.
Así que ahora te encuentras a Arias en los varios documentales póstumos que se han realizado sobre Strummer. Resulta que Jesús sabía sacar a Joe del pozo negro de la depresión. Disfrutaba contando la anécdota del músico callejero, el acordeonista fan de los Clash, que no se creía que aquel inglés fuera el auténtico Joe Strummer: allí, en una plaza granadina, Strummer debió revivir los hits de su repertorio en un improvisado formato de cantante + acordeonista.
Pero ese no fue el principal servicio de Jesús Arias al rock. Formó parte de TNT, banda punk granadina que abrió brecha para 091, Lagartija Nick y, si me apuran, Los Planetas. Convendría mejor retratarle como un instigador de posibilidades. Jesús habló a Enrique Morente sobre un misterioso poema de Lorca llamado Omega. Lo veía como una invitación a la hibridación del flamenco con otras formas musicales. Lo veía tan claro que, en un arrebato típico, redactó 113 páginas para que el maestro entendiera su visión.
Ya sabemos que Omega terminaría siendo otra cosa (allí estaría Antonio Arias, hermano de Jesús). Más adelante, aquellas teorías de Jesús desembocaron en el grupo Qüasar, cuyo disco Eclipse parcial de lunas (2012) contó con la voz de Estrella Morente; este año, estrenó Mater lux, una cantata para coro y cantaora flamenca (Soleá Morente). Ya pueden imaginar que esos proyectos se hicieron contracorriente, fuera de la gran “industria cultural”.
Defendía Jesús la teoría de que los bares de Granada eran prodigiosas incubadoras de ideas, por su mezcla de nativos y foráneos, literatos y músicos, flamencos y rockeros. Pero ese estado de efervescencia exige que los participantes tengan las necesidades básicas resueltas.
Jesús ejercía de periodista. Trabajó en la edición andaluza de EL PAÍS, Granada 2000, El Independiente de Granada, Granada Hoy. Hasta que en 2012 fue despedido y el abismo se abrió bajo sus pies. No había demanda de periodistas culturales y, aseguran, nunca volverá a haber tal categoría laboral: ahora se requieren descubridores de tendencias, atletas del corto-y-pego, vendedores de publicidad camuflada como “estilo de vida”.
Era muy púdico Jesús. En sus llamadas, transmitía un desánimo respecto al clima general para la creación; nunca planteaba su situación personal. Al día siguiente de su fallecimiento, la Junta de Andalucía “lamentaba su pérdida”. Uno de los asistentes al funeral fue más certero: “allí estaban muchos que, pudiendo ofrecerle trabajo, no lo hicieron”. No tiremos balones fuera culpando a “la crisis”: convendría reconocer una degeneración del oficio consentida por todos.
Babelia
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