La Cultura, de cara

La mejilla de Antoni Tàpies pintada con una cruz negra, el ojo del fotógrafo Francesc Català-Roca, los pechos de la vedette Tania Doris cubiertos por sus manos, el perfil del actor Lluís Homar… así hasta 44 fotos componen la exposición Pedro Madueño. Cinco minutos, en el CaixaForum de Madrid. Es la selección de casi cuatro décadas de trabajo y 600 retratos del hoy adjunto al director del diario barcelonés La Vanguardia. El título de esta muestra, que estará abierta hasta el 10 de enero, se refiere "al poco tiempo del que dispone un fotógrafo para hacer un retrato periodístico", dice por teléfono Madueño, cordobés de La Carlota (1961).

Con los años de oficio, Madueño perfiló su "metodología" para que cinco minutos con una personalidad de la cultura fuesen suficientes. "Al principio, la inseguridad te lleva a intentar controlarlo todo y creas la foto de antemano, pero con el tiempo cambié esa teoría porque fallaba, el escenario te hacía modificar la idea inicial".

Del retrato que le hizo en 1980 a la bailaora Micaela Flores, La Chunga, al del escritor John Irving, en 2010, la tecnología, de analógica a digital, ha avanzado un mundo, pero esto a Madueño no le ha quitado el sueño. "El digital ha facilitado ver el retrato in situ, pero le ha restado la magia que había antes, la de no saber cómo era la foto hasta que la veías en la copia".

"Hay postureo, pero nuestra tarea es que no se llegue a ello"

¿Y cómo ha cambiado la actitud de la celebridad fotografiada? "La cultura visual es mayor, así que la gente está más acostumbrada a las fotos, tienen más soltura". Sin embargo, la otra cara es "el postureo, se posa, pero nuestra tarea es que no se llegue a ese extremo".

La exposición, organizada por la Obra Social La Caixa, está ordenada según el ámbito de los retratados: artistas, cante y baile y escritores. Aunque siempre estaban ligados a una noticia, lo que le preocupaba a Madueño era captar en sus retratos "el paisaje que hay en cada rostro; la mirada y el gesto", para así componer las imágenes del que, opina, es "el género más completo, la esencia misma de la fotografía". Tampoco le importaban ni el fondo del retrato, ni la luz, casi siempre natural. "Me motivan las luces raras, porque, como me dijo una vez Català-Roca: ‘Nunca pongas luces falsas, sol solo hay uno".

Diálogo con el personaje

En esa "metodología", palabra que emplea varias veces Madueño, destaca que "lo importante era que el personaje dialogara, que se relajase, y no incomodarle". "Intentaba que la cámara se viera lo menos posible, pasar desapercibido, mimetizarme, porque la cámara intimida. Y al final, hacer pocos disparos". Así, con el poeta José Hierro se fue a tomar una cerveza antes de la sesión de fotos; en el otro extremo, Salvador Dalí, del que consiguió el permiso para fotografiarlo tras dos años. Madueño retrató al genio el 20 de diciembre de 1985, sentado con una túnica blanca y una sonda en la nariz. "A pesar de la decrepitud, tenía una aureola que no he visto en nadie más", dice quien también ha retratado a Fernando Fernán Gómez, Adolfo Marsillach, Fernando Arrabal, Enrique Vila-Matas, Juan Marsé, Ana María Matute, Terenci Moix, Joan Brossa… la mayoría en blanco y negro, porque, ya sea con un primer plano o con un detalle, "le da a la imagen un aspecto imaginativo".

Nadie lo diría viendo sus fotos, pero Madueño asevera que la cámara le hace sufrir: "Porque intentas no repetirte, te exiges más y la ventana de tu creatividad es cada vez más pequeña. Un sufrimiento, sí, pero sano".