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Cine
Columna
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La ‘road movie’ de Paco Goldman

El escritor se imagina una adaptación al cine de ‘Circuito Interior’, su libro sobre México DF

El escritor Francisco Goldman en México DF.
El escritor Francisco Goldman en México DF.FELIPE LUNA

Cuando voy al gimnasio, si estoy en una clase de spinning o haciendo ejercicio en la máquina elíptica, siempre busco un ritmo que me permita entrar en una especie de trance en el que visualizo escenas del libro en el que esté trabajando; escenas que me lleguen casi de forma cinemática, reviviendo algunas que ya he escrito o imaginando nuevas. Pero son sólo escenas. No he imaginado mis novelas enteras como películas. A excepción de El Circuito Interior.

Ese libro lo escribí al mismo ritmo al que yo estaba viviendo, y muchas veces, en ese tiempo, imaginaba mi vida como si yo fuera el protagonista de una peli, porque durante ese periodo, especialmente en el verano de 2012, aunque de cierta manera también en el de 2013, mi vida tomaba la forma de una narrativa, es decir algo con un principio y, ojalá, un final, un clímax dramático, con suspense. El tiempo me tenía atrapado en una narrativa que se movía en círculos, en circuitos.

¿Qué tipo de película imagino para El Circuito Interior?

Algo como una road movie dentro del Distrito Federal de México, pero con brincos –en flashback quizás– a New York City, a la costa de México, quizás a París, etc; algo con un estilo semejante a la maravillosa película mexicana Güeros, con su inolvidable retrato en blanco y negro de la gran metrópolis, incluyendo la atmosfera de fervor político joven de la UNAM (uno de los circuitos de El Circuito Interior retrata el fervor similar de 2012, cuando nace #YoSoy132). La película también tendría que tener un tono de intensa soledad, de duelo y de locura masculina, como en esa película inglesa que dirigió el gran Mike Leigh, Naked, o de Solaris, o de Last Tango in Paris, pero lamentablemente sin un todavía joven Brando o sin el clásico hot sex de ese hito cinematográfico, o incluso como Blue, conmigo en el papel de Juliette Binoche.

Pero, para ser honesto, mi película de Circuito Interior también tendría que tener algo de esas películas de humor masculino pueril y alcohólico como las de The Hangover, o con ese estilo de humor mezclado con cuento de amor de Silver Linings Playbook, que es una rara película gringa-cursi que realmente me gustó. Y también tendríamos que tener en cuenta las películas de Wim Wenders en los 70 y 80, las road movies como Kings of the Road y Alice in the Cities, y con una parte de suspense y pavor que vaya aumentando como en El amigo americano.

Okay, en términos de influencias, tonos y estilos, todo eso me parecería un buen comienzo.

El inicio del libro se podría adaptar perfectamente bien para abrir la película: un Volkswagen dando vueltas a una pequeña glorieta llena de trafico en la colonia Condesa, un tranquilo barrio de moda en el Distrito Federal. El protagonista, cruzando la glorieta a pie, se detiene a observar el VW dando vueltas. ¿Es un taxi perdido? Se da cuenta de que no es un taxi. El coche pertenece a una escuela de manejo. Y el estudiante al volante es un hombre mayor, quizás octogenario, elegante, con cabello gris y bigotes, vestido de traje y corbata. ¿Por qué un hombre a ese avanzada edad se inscribe en una escuela de manejo? El protagonista especula que podría ser "unas de esas decisiones que los viudos solemos tomar meramente para desafiar la inercia: finalmente aprendería a manejar. De hecho, yo mismo tomé esa decisión, y por el mismo motivo, en el verano de 2012. El 25 de Julio de ese año se cumplía el quinto aniversario de la muerte de mi esposa, Aura Estrada”.

La pelicula tendría que mostrar imágenes del terror que el protagonista tiene de conducir en el caótico laberinto del DF; las pesadillas cotidianas, como perderse en una calle cuyas alcantarillas están tapadas, y que todo se inunde de agua lodosa, que la marea suba hasta cubrir las puertas de los coches estancados, y que siga súbitamente subiendo… Tendría que mostrar al protagonista explicando a unos amigos o a su terapeuta su decisión de aprender a manejar (como en el libro). Es un rito para tomar el control de su vida, y, simbólicamente, transcender el duelo y acercarse de manera mas profunda a esta ciudad que él siente suya ahora más que nunca, porque de aquí era Aura, aquí murió, y porque aquí están su cuates, y él cree que sin ellos jamás hubiera sobrevivido estos años.

Si no te puedes reír de tus propias desgracias, no puedes reírte de las desgracias de la vida entera, y la solemnidad te puede matar

Pensando en la diferencia de pasar un duelo en NYC o México, decide que la ventaja de México es que tiene cantinas, y también la ligereza con que se pueden pasar las horas ahí.

Pero el verano ha comenzado en crisis. El protagonista siente que no puede salir del duelo, de esa tristeza y soledad. Su escape son las noches de cantina con sus cuates, sus andanzas por la vida nocturna de la ciudad con su gran amigo Juan Carlos Reyna (guitarrista de Nortec, escritor, jovenazo guapo, mujeriego, fiestero, un poco fuera de control) que lo saca casi todas las noches para ir a los antros. Un verano tremendo, autodestructivo. Pasan muchas cosas.

Dentro de los circuitos, imagino que el director de esta peli podría decidir evocar en breves escenas los años con Aura, ese pasado que sigue atormentando al protagonista (se podrían tomar escenas de este libro y también del anterior, Di su nombre).

Si Reyna es su guía por la ciudad nocturna, por el día es el instructor de escuela de manejo en que se inscribe para aprender a navegar la ciudad. El instructor también ha sufrido perdidas; después de un divorcio pasó por una etapa de constantes borracheras, y ahora su estómago está destruido. El maestro de manejo y el estudiante hablan de todo esto mientras van por la ciudad. El instructor le explica las costumbres anárquicas del tráfico; es divertido y sardónico, con cierto patetismo dulce-amargo.

Ese verano el protagonista toca fondo. Una humillante excursión, acompañado de Reyna, en un Party Bus con fresas, juniors, niños de la élite económica, resulta en una tremenda golpiza: estos jóvenes, impunes por el poder de sus papis, casi lo matan a patadas en el cráneo. Horas después, sentados en su depa viendo amanecer y bebiendo mezcal, una gota de sangre cae de su cabeza al piso, entre él y su amigo. Reyna pronuncia: “Frank, tenemos que cambiar nuestras vidas”.

Ese cambio, el renacer, se inaugura en una cantina una noche de humor y risa negra delirante con los cuates, todos burlándose de él y de la desgracia ridícula del Party Bus. El protagonista se da cuenta que no se ha reído tanto en cinco años. Si no te puedes reír de tus propias desgracias, no puedes reírte de las desgracias de la vida entera, y la solemnidad te puede matar. Esa misma noche se encuentra con Jovi, de quien se enamorará y con la que finalmente se casará.

Pues así pasó. Esos realmente fueron mis pasos en los circuitos del verano de 2012.

Un tema central del libro es el trauma. Su trauma personal y el trauma que se está viviendo por todo México por la crisis de violencia y crimen organizado que estrangula al país. El libro –como tendría que hacer la película– narra un renacer, una salida de ese solipsismo que es el duelo traumatizado y profundo, el esfuerzo de convertir esto en un aprendizaje que le ayuda entender el dolor y el trauma ajeno, y lo que está pasando a su alrededor. Ya en la primavera de 2013, sucede un tremendo crimen: el Caso Heavens, un levantón estilo narco de trece jóvenes de un afterhours en el centro de la ciudad. Los jóvenes vienen casi todos del legendario pero notorio “barrio bravo” de Tepito. Con su nuevo amigo, un joven corresponsal del periódico El País, el protagonista empieza a seguir los pasos de este crimen, a acercarse a sus actores; él y el corresponsal español se obsesionan con el caso, corren ciertos peligros, tienen aventuras, aprenden mucho… También hay comedia.

Mi momento favorito de “esta película” es casi místico. Sí, es místico. Sucede cuando al fin el protagonista está manejando solo, intentando llegar a un destino escogido al azar en el gran mapa de la ciudad. Se pierde en las afueras de la UNAM, donde no tantos años antes Aura fue estudiante en la famosa Facultad de Filosofía y Letras. Se encuentra en un callejón que lleva el nombre de esa facultad, su auto rodeado por estudiantes, y tiene un encuentro fantasma con Aura en el que ella está a la vez presente y ausente, “a un tiempo garantizando su permanencia y dejándola ir”. Me gustaría ver ese momento en la pantalla grande, así, exactamente como lo presencié y viví.

'El Circuito Interior', de Francisco Goldman. Editorial Turner, 2015

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