Carlos Oroza, la codicia de lo lejano
Poeta oral y singular, fue un mito 'beatnik' que se empeñó en borrar su rastro biográfico
Los versos como ríos automáticos se han detenido un instante. Carlos Oroza ha muerto en Vigo. Este dato se perderá porque la muerte no es cierto y permanecerán sus versos incesantes recordándonos l extrema oralidad de su poesía.
Mito beatnick de la poesía española, Carlos Oroza nació en Viveiro (Lugo) durante la década de los veinte. Sabemos poco, él mismo diluyó cualquier dato cotidiano de su biografía. Conocemos su voz y podemos leerlo en algunos libros en los que se transcribieron sus versos. Vivió en Madrid entre los años cuarenta y los setenta donde cofundó la revista Tropos y fue Premio de Poesía Underground, pero estos y otros registros de datos estorban en la poesía libre y oral de Carlos Oroza.
No fue hasta los años setenta cuando pudo compilar sus poemas animado por Uxío Novoneyra que apoyó, conjuntamente con Carmen Latorre (la Elena del Eléncar), la transcripción de sus poemas orales para la vanguardista editorial madrileña Tres.Catorce.Diecisiete. En el Courel, Lugo, donde residió intermitentemente entre el año 1974 y 1980, construyó el Eléncar protegido y libre gracias al aislamiento natural de la sierra. En este libro metálico aparecen los textos de Alicia, Malú y el propio Eléncar unidos a los dibujos psicodélicos de Uma, dos poemas visuales de Ignacio Gómez de Liaño y una partitura musical de Morilla. Durante el proceso de composición ajustaron cientos de versos que Carlos Oroza decía de memoria en múltiples y sucesivos recitados que discurrían continuos.
Eléncar
¿Puedo pasar?
¿Puedometerme entre esos hombros?
Levanta la mano y llévame a tu centro. Obedezco sí y lo hago
tantas veces como me reclames.
Eléncar
Quiero entrar
Ábreme la puerta grande y definitiva
Eléncar
Puedo esperar que pases y tenderme
Y oigo una campana
Y duermo apoyado en los oídos y siento en el estómago la bóveda
Me da el aire en los pies y siento la cabeza en el vacío
Doy vueltas y no puedo salir
Estoy tendido en los oídos y mi cabeza no me deja salir.
La intensidad constante de los versos solamente transcritos después de múltiples recitales. Oroza sabía sus versos de memoria. Su oralidad radical dependió de esto: nunca necesitó escribir para recordar. Los sabía todos, cientos de ellos, incluso decía que le parecía innecesario escribirlos. Pero cuando finalmente se decidió a publicar, su práctica poética no se transformó, su dedicación esencial fue siempre recitar, ya que el espacio escénico es el lugar donde reside la incontestable oralidad de su poesía.
Era toda América crucificada en la orilla Toda América insalivada y fija
Brazos saliendo del mar crucificados avanzando brazos pájaros sin cabeza
Brazos voces sumisas en la orilla
Y Poe estaba americando y Poe llevaba un bicho que había salido por su boca
Y era Poe Poe Poe
Poe haciendo ruidos con el agua
Poe besando por el alma de la playa
Las transcripciones de los versos de Carlos Oroza poseen un ritmo incesante. Así el sonido de las imágenes se ajusta a un soporte distinto de la memoria y la voz. Con ese soporte sin sonido, se vislumbra la imposibilidad de la división, la imposibilidad del corte en versos como ríos.
Cabalum será un poema que se pierda
Sin embargo
Contaré dos hasta los tres onilios Un luctus
Y una recta del ojo al pasado
La estación es blanca
Y la luz marginal en la memoria
Una pupila ardiente y una luz que se cambia
Un punto que se distingue de otro punto que se pierde considerando el punto de partida
Un ojo litoral un instante solaz en el espacio más puro del beso y del abrazo.
Una expectante espera de innominadas formas y aves por venir.
Cerrarás las puertas de la locura pero entrarás en mí.
El ritmo del mantra, la palabra-río, las enumeraciones recurrentes que iluminan el lenguaje de un ojo que se abre.
Me imagino un incendio en la India
Un fuego propagado en Europa
¿Quién moverá las llamas…?
Tus pies
Por las cuestas de luz del Calvario a la guía de tus pies
Eternamente tus pies salpicados de sol y de peces
Por una mañana sin tiempo que tendrá
Por los siglos de los siglos
Una lengua de iluminados.
Oroza practicó la poesía larga de los que no escriben sentados, de los que escriben caminando. En su esencia el fondo líquido de la experiencia, la revelación por los sentidos, la iluminación poseída durante la búsqueda irrenunciable del camino... Todo se abre en su inmensidad y me atraviesa.
Constantes son también los lugares y materiales desconocidos, los colores extraños y las palabras perdidas: onilio, núbol, La Marlaria, Álama, azúlida, Golosá... ellas nos empujan hacia un ritmo lejano, compartido.
La imagen de la palabra como guía para atravesar el mundo, como forma de desaparición. Desde el inicio Cabalum será un poema que se pierda. La poesía lejos y muy dentro de lo real acompañándonos en la aventura cósmica: se abre un paso profundo para un ojo que se incendia.
Oroza nos descubre el destino de los signos y, en las premoniciones, nos avisa confidente de una liturgia construida sobre múltiples asociaciones luminosas.
He venido a verme. Quiero salir y no puedo entrar.
Paso de lado simplemente y no me llaman.
Y veo a Catín. La ciudad en sus números y la luz. La calma.
Era en un sexto de un seis de una calle que arrancaba del centro
Una distancia que sólo se conocía por teléfono
Y vino un desconcierto. La calma. Vino la calma.
La calma y mirarás decía
Y sus ojos tenían la precisión táctil de su boca
La calma. Vino la calma
En sus recitales el público entraba guiado por su voz tan radiofónica y alucinante como singular. Mínimamente traducido, Carlos Oroza ha muerto el 21 de noviembre en Vigo, cerca del mar, el gran elemento de su última poesía: «Mi libro, una porción de tierra gris del norte, está escrito fijándome en las últimas orillas, en las playas, en el mar, en lo atlántico. Es la codicia de lo lejano. Yo tengo esa codicia.»
No te muevas
No te muevas entonces a no ser que sea para entrar en ti mismo
Y en el territorio compartido Permanece
Que suban los que sufran la tentación del norte.
Poeta raro, figura y personaje de la bohemia madrileña, fue retratado conscientemente por Umbral en La noche que llegué al Café Gijón. Voz única de la poesía española con seguidores y sin discípulos, ahora recordaremos su sonoridad concentrada gracias a Javier Romero y la Editorial Elvira, que en el 2012 compilaron su poesía completa en Évame, dedicándole tres ediciones especiales a sus versos que, como ríos automáticos, nos arrastran lejos y muy dentro de lo real.
Branca Novoneyra es poeta y concejal de Acción Cultural en Santiago de Compostela.
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