La música se enfrenta al terror
Los atentados en París han obligado a cancelar conciertos de U2, Foo Fighters o Motörhead Los músicos siempre han estado en la diana de los integristas islámicos
Sucedió en la mítica Tombuctú, la milenaria Perla del Desierto y una de las grandes cunas de la fascinante música africana. Los yihadistas armados tomaron el control del norte de Malí y empezaron a aplicar sus sharias (interpretación radical de la ley islámica). Una de ellas era inconcebible en un territorio de una notable tradición musical, con compositores gigantescos como Salif Keita o Ali Farka Touré: la música estaba prohibida. Quien la escuchara o la tocara se enfrentaba a prisión y a latigazos. Era la primavera de 2012 y decenas de miles de personas, víctimas de la llegada de los salafistas radicales, huyeron al sur del país. Allí, a las puertas del terror fanático, un grupo de 40 músicos malienses se unió contra esta prohibición. Bajo la supervisión de la cantante Fatoumata Diawara, e intervenciones estelares como la de Toumani Diabaté con su kora, Habib Koité con su guitarra u Oumou Sangaré con su voz, grabaron una canción, Mali-ko (paz, en su traducción al español), y dieron una conferencia de prensa para hacer frente a los bárbaros que les querían silenciar. Como cantaba Doussou Bagayoko en su verso, ellos “no” iban a ser “sus víctimas”.
Otros yihadistas, los que han atacado con sus armas, explosivos e inmolaciones el corazón de París, quieren también imponer su ley del miedo. En su reivindicación del atentado, el grupo terrorista Estado Islámico (ISIS en sus siglas en inglés) justificó con estas palabras su acción en la sala Bataclan durante el concierto de la banda Eagles of Death Metal: “Estaban reunidos centenares de idólatras en una fiesta permanente”. Su objetivo: llevar el terror a las calles y, por tanto, también a los conciertos, ese lugar de reunión donde todo el protagonismo es para la experiencia de vivir la música, “la flauta del diablo de los impuros”, tal y como la calificó Osama Bin Laden.
Tras los atentados, los primeros que cancelaron sus dos conciertos en la capital francesa fueron U2, que estaban en un hotel a poco más de dos kilómetros de la sala atacada. Las autoridades francesas tomaron esta decisión. “Y lo entiendo perfectamente”, dijo Bono en un comunicado. “Pero el concierto se va a celebrar. Esta gente —los terroristas— no va a dictar nuestra agenda, no va a organizar nuestras vidas”, añadió sobre una futura actuación en la capital francesa. El grupo Deftones, que iba a tocar en Bataclan el domingo y el lunes siguientes a los ataques, Marilyn Manson o Motörhead, que han aplazado su cita en París a enero, también se vieron obligados a suspender “por orden de la prefectura”, según anunciaron sus promotores.
No sucedió lo mismo con Prince, que canceló “por los trágicos sucesos” su gira de teatros por Europa. “Hasta nueva noticia”, señalan fuentes de Doctor Music, su promotora en España. Al igual que Foo Fighters, que tenían programadas actuaciones en Turín, París, Lyon y Barcelona —ayer—. “La violencia sin sentido, el cierre de las fronteras y el duelo mundial hacen que no podamos continuar por ahora. No hay otra manera de expresarlo: esto es una locura, una mierda”, recogía el comunicado del grupo liderado por Dave Grohl.
“Nos da bastante pena”, reconoce Marisa Márquez, de Live Nation, promotora de Foo Fighters en España. Esta agencia también ha tenido que suspender la gira de Eagles of Death Metal, que regresaron a EE UU. “Su caso es más trágico: fueron víctimas del atentado y han perdido a dos personas de su equipo”. Desde Live Nation recuerdan que estos son dos casos puntuales. Backyard Babies y Richard Hawley actuaron esta semana en España y también lo hará Madonna, que tocará en Barcelona el 24 y 25 de noviembre. “Desde Live Nation se decidió inmediatamente hacer un gran refuerzo de la seguridad en todos los conciertos”, apunta Márquez. En este sentido, Bob Dylan ha desmentido que haya solicitado guardias armados y de incógnito entre el público en Italia, donde está actuando, como informó el Corriere della Sera. Fue la sala la que los pidió.
Madonna en su reciente concierto en Estocolmo dijo sobre el escenario: “Me siento destrozada. La gente está llorando por la pérdida de sus seres queridos. Esa gente quiere callarnos. No les dejaremos, no les dejaremos jamás”, concluyó la reina del pop antes de cantar en francés y entre lágrimas La vie en rose, composición popularizada por Edith Piaf. Un mensaje muy parecido al de Bono. Y al de Fatoumata Diawara, que viajó en 2013 de París, donde reside, a Malí, para cantar Mali-ko, con 39 músicos malienses, y hacer un llamamiento internacional: “La música siempre ha sido espiritual y aporta esperanza, sentido a lo que no lo tiene. No podemos perderlo cuando más se necesita contra el integrismo. Tombuctú somos todos”.
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