Proteger el patrimonio en la era de los oligarcas
Se compre o no, el lienzo de Rubens no debería dejar el país. Ya hemos perdido demasiado
Vivimos la era de los oligarcas. Y estos han convertido el arte en su particular botín, en un apetecible tesoro que mezcla estatus social y dinero. La voracidad por hacerse con obras maestras parece infinita. Coleccionistas chinos y, sobre todo, cataríes (como la familia real Al-Thani), a quienes no le tiembla la cartera cuando pagan 300 millones de dólares por un gauguin, se están dando un atracón de arte occidental. Desgraciadamente, reclamados por sus dueños y el canto de sirenas de muchísimo dinero, los museos se ven obligados a descolgar cuadros en préstamo que habían vivido en sus salas durante siglos. Inglaterra es un caso de manual de este fenómeno. Más de 33.000 objetos artísticos salieron del país en 2013. Han perdido joyas de Picasso, Rafael, Poussin. Una ley de exportación muy laxa ha promovido este expolio legal.
El peligro resulta tan cierto que la canciller Angela Merkel ha presentado un proyecto de ley que restringe con fuerza la salida de obras de su territorio. Alemania ha sufrido una sangría, por ejemplo, de su arte medieval y ha dicho basta. Todas las piezas que viajen dentro de la Unión Europea que tengan más de 70 años y cuyo valor supere los 300.000 euros deberán contar con permiso de exportación. Italia ya exige desde el año pasado el pasaporte a su arte povera, uno de los más codiciados estos días en las subastas. En el país transalpino, sin plácet de salida resulta imposible sacar ninguna obra de más de 50 años, poco importa su valor. La norma francesa es igual de restrictiva.
En España, en Feriarte se vende un retrato de Felipe IV atribuido a Rubens desaparecido durante 50 años. Puede ser que el Estado lo adquiera, pese a que la calidad de la tela genere “dudas” en un experto del Museo del Prado, que pide no ser citado. Se compre o no, el lienzo no debería dejar el país. Ya hemos perdido demasiado: el legado Ramonet, la colección Fórum Filatélico, una Crucifixión de El Greco (Museo Zuloaga). “Están saliendo obras que jamás debieron hacerlo”, reflexiona esa voz de la principal pinacoteca española. De hecho, la comisaria Manuela Mena, cuando integraba la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio Artístico, no dejaba salir ningún goya, por pequeño que fuera, pues —decía— no existe Goya pequeño. Ni Rubens.
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