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Una playa sin etiquetas

Antonio Ruz estrena 'Beautiful Beach' en la que se plantea si las vacaciones son realmente ese momento de desconexión idealizado

Rut de las Heras Bretín
Melania Olcina sobre Manuel Martín, al fondo Indalecio Seura (arriba) y Pedro Aguilar (abajo), en una representación de 'Beautiful Beach'.
Melania Olcina sobre Manuel Martín, al fondo Indalecio Seura (arriba) y Pedro Aguilar (abajo), en una representación de 'Beautiful Beach'.Pedro Gato

Cuando el otoño ya ha entrado de lleno y la playa y el verano son un lejano e idílico recuerdo, Antonio Ruz estrena Beautiful Beach en LaZonaKubik y se plantea: “¿Es la playa un paraíso?”. Ruz, bailarín, coreógrafo y creador de esta pieza, no quiere etiquetarla en una de las catagorías de las artes escénicas. Es danza porque hay baile, es teatro porque hay texto e interpretación, es un concierto porque hay música en directo. Los bailarines actúan, los músicos bailan y los actores cantan hasta en esperanto. Una metáfora de que, como este idioma, la mezcla de diferentes elementos conforman un todo con sentido.

Si hay que encuadrar Beautiful Beach en una disciplina podría encajar, incluso, en las artes plásticas. Es una pintura, un lienzo gris que se va llenando paulatinamente de pinceladas de color, aparecen despacio, de manera casi imperceptible e inexplicable para el público pero que acaba teniendo un ritmo, una lógica y una línea argumental. Consigue esta transición a través de muy pocos elementos: la constante presencia de la música, una mesa que se transforma en barco y en silla de socorrista, unas palas playeras, un maletín, un radiocasete, unas pelotas, la luz, los actores, que en ocasiones actúan como objetos trasladados por el escenario. Y, sobre todo, a través de la confianza que se genera con los espectadores, ya que la atmósfera que se crea hace que el público se tense y se relaje a la par que los cuerpos de los bailarines, y estos les hacen partícipes con sus miradas y sonrisas cómplices. Ruz estrena con una ventaja, ya ha testado la pieza con público, ya ha visto sus reacciones y las ha escuchado. En septiembre, antes de darle la pincelada final, Beatutiful Beach se representó con espectadores a los que se invitaba a dar su opinión al final de la función. El elenco también mantendrá una charla con los asistentes los dos próximos sábados al acabar el espectáculo.

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Un, dos, tres... Un, dos, tres... comienza marcando el ritmo la típica voz monótona de cinta de relajación. El germen de Beautiful Beach fue un CD que Ruz encontró en una habitación de hotel hace 10 años con una música y una voz cuya pretensión era conseguir la tranquilidad de los clientes y que con Ruz no lo logró. A partir de esta idea trabaja: ¿es la playa sinónimo de libertad, de desconexión?, o, por el contrario, ¿es otro lugar en el que los movimientos están marcados y en el que parece obligatorio disfrutar? La rutina playera, como la laboral es repetitiva y al final siempre se acaba haciendo lo mismo: los mismos juegos, el caminar sobre los pasos del anterior para que la arena queme menos, las mismas coreografías absurdas de canciones veraniegas, una felicidad impuesta. También puede ser un lugar muy estresante.

Ruz muestra esta reflexión a través de un lenguaje fundamentalmente corporal -a veces bello, a veces desasosegante-. El peso de su formación -bailarín y coreógrafo- y que predomine la danza ha llevado a Beautiful Beach a ser la única pieza de las cuatro creadas en los laboratorios de la LaZonaKubik que no se estrena en el Centro Dramático Nacional. Ruz sabe, lo vive cada día, que la danza es la peor tratada de las artes escénicas, pero aún así se muestra satisfecho de tener ocho funciones en Madrid, de jueves a domingo esta y la próxima semana y prevé buenas espectativas. Tiene que haberlas trata un tema totalmente reconocible al que le da toques de humor en un lenguaje universal, sin mediar casi palabras y con un rasgo de libertad en tiempos en los que todo se tiene que clasificar y etiquetar, aquí no se puede.

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