Miguel Ángel Perera sueña con volver a vestirse de luces esta temporada
'Hay que ser prudentes, pero los toreros son distintos', afirma Fernando Cepeda, su apoderado
El diestro Miguel Ángel Perera no se resigna a finalizar la temporada enfundado en un pijama sanitario, y asegura que hará lo imposible para probar cómo le queda el traje de luces después del parón al que le ha obligado el toro.
Así se lo ha comunicado a su apoderado, Fernando Cepeda, quien lo ha visitado en la UCI del hospital salmantino donde se encuentra ingresado, y han hablado de los detalles de la cogida del pasado martes, de cómo el torero fue consciente de que el pitón le había calado en el vientre, y, sobre todo, de su empeño en que la temporada no acabe de manera tan desafortunada.
‘Ese es su deseo, pero el sentido común aconseja que hay que ser prudentes’, reflexiona Cepeda; ‘en este momento no se puede poner una fecha, -añade-, pero ya se sabe que los toreros son distintos y cualquiera sabe de lo que será capaz Miguel Ángel’.
El apoderado es hombre serio y circunspecto, pero se le nota que aún tiene el miedo metido en el cuerpo. ‘Es que lo hemos pasamos muy mal; primero, por la cogida tan fea que tuvo, la fuerza con la que el toro lo atropelló, y la violencia con la que lo lanzó al callejón; y, después, las dos horas y media de espera en la puerta de la enfermería… Mal, lo hemos pasado mal’.
Recuerda el apoderado que no era la primera vez que Perera recibía a uno de sus toros con las dos rodillas en tierra, a merced de su oponente. Y de memoria recuerda que el gesto lo ha repetido en Almería, Málaga, Gijón, Don Benito y una plaza francesa.
Justifica la decisión del torero ‘en una vuelta de tuerca más para demostrar a los espectadores una motivación y una actitud hacia el triunfo’. Por ello, Fernando Cepeda está convencido de que la cogida ‘fue un accidente, solo un accidente de un torero muy responsabilizado’.
Considera, al mismo tiempo, que la temporada de Perera ha sido ‘muy dura y con mala suerte en los sorteos’. En su opinión, le han embestido muy pocos toros; ‘si tengo que elegir, -añade- solo dos: uno de Valdefresno, en Colmenar Viejo, al que le cortó el rabo, y otro de Garcigrande, en la localidad abulense de Arévalo, que lo indultó’.
Y, encima, la cogida del 15 de septiembre en Salamanca, la más grave de las muchas que ha sufrido a lo largo de sus diez años como matador de toros: Alicante, Madrid -la tarde de los seis toros-, Burgos, Ciudad Real, Mérida, San Sebastián…
‘Ahora, solo queda esperar’, termina. ‘Y quién sabe si este es capaz de volver a vestirse de luces esta temporada, porque los toreros son distintos…’.
Babelia
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