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Furias familiares que se desatan en una casona del Norte

Miguel del Arco se estrena como director de cine con un largometraje coral en torno a las tragedias de una familia

Rocío García
De izquierda a derecha, Emma Suárez, Gonzalo de Castro, Pere Arquillué, Mercedes Sampietro, Carmen Machi, José Sacristán y Macarena Sanz, en un momento del rodaje.
De izquierda a derecha, Emma Suárez, Gonzalo de Castro, Pere Arquillué, Mercedes Sampietro, Carmen Machi, José Sacristán y Macarena Sanz, en un momento del rodaje. Pablo Hojas

El paisaje es idílico. Una gran casona en medio de una naturaleza prodigiosa, bosques para perderse y hermosos arbustos de hortensias, un estanque en el jardín y una playa de ensueño a poca distancia. La posible venta de ese paraíso, que ha sido, además, el rincón de tanta felicidad infantil, se desatan las furias familiares. “¿Las Furias existen, abuelo?, pregunta una niña. “Claro que existen. Cuando alguien hace algo contra la familia se introducen en su mente como un veneno hasta obligarlo a expiar su culpa enloquecerlo”, le contesta el abuelo, un actor de éxito, maquillado de Edipo. “Las Furias son tres perras que no conocen ni la compasión, ni el amor ni el perdón. De nada sirve huir de ellas pues su esencia es la persecución eterna…”.

A modo de gran tragedia griega, el dramaturgo Miguel del Arco se estrena como director de cine con Las Furias, un largometraje que cuenta con un poderoso reparto coral. Carmen Machi, Bárbara Lennie, José Sacristán, Emma Suárez, Alberto San Juan, Gonzalo de Castro, Pere Arquillué, Mercedes Sampietro y Macarena Sanz se han encerrado en esa casona, Casa Alegre la llaman, para narrar una historia llena de pasiones, amores y recelos en torno al tiempo, al pasado y al cómo seguir abordando un presente. Saltan chispas en la familia, surgen las maldiciones y los rencores, los reproches y las frustraciones, pero también las risas y los recuerdos evocadores de unos años más que felices.

Miguel del Arco come con ganas un bocadillo de calamares en un descanso de una jornada agotadora de rodaje. De todo han vivido durante las cinco semanas de trabajo entre Madrid y una pequeña aldea de Cantabria, cercana a Torrelavega. Las terribles picaduras de avispa sufridas por Gonzalo de Castro que le desfiguraron por unos días el rostro, lluvias torrenciales, niños, animales, climatología cambiante. A todo se ha enfrentado Del Arco con la misma filosofía y tranquilidad de la que ha hecho gala en sus producciones teatrales, formando un equipo y buscando complicidades. “Estoy agotado, es verdad, pero me lo estoy pasando en grande”, asegura el realizador, sentado en un pequeño invernadero de la casona. La aventura del cine surgió por el encargo del productor Fernando Bovaira, quien tras ver Los veraneantes que dirigió Del Arco en el teatro, le convenció para escribir un guion. El proyecto con Bovaira no se remató pero el guion ahí estaba. Finalmente, Las furias ha sido producida por Aquí y Allí Films (Magical Girl) y Kamikaze Producciones (la empresa de Del Arco y Aitor Tejada, entre otros), con un presupuesto de 1,5 millones de euros. “Había algo en mi cabeza que me decía que eso no iba a pasar nunca, que nunca iba a hacer la película. El cine implica a tanta gente, es necesario juntar tanto dinero, los tiempos se dilatan de tal manera, las conversaciones y opiniones cambian tanto de un día para otro, que pensé que el proyecto era inviable. Pero yo soy muy disciplinado y seguí tirando y tirando”, explica el realizador, que, aún feliz de la experiencia, reconoce que se siente “infinitamente” más libre en el teatro. “En teatro soy casi autosuficiente. Si mi único proyecto fuera una película y tuviera que atravesar lo que he atravesado sería desesperante. No me he traicionado en nada, pero sí he tenido que luchar mucho y concitar gustos y aprobaciones”.

Alberto San Juan, a la izquierda, y Miguel del Arco, a la derecha.
Alberto San Juan, a la izquierda, y Miguel del Arco, a la derecha.Pablo Hojas

“Héctor, el gran domador de caballos, Casandra, la que conoce el futuro, y Aquiles, el de la gloria eterna. Grandes nombres para grandes proyectos de seres humanos”. Héctor (Gonzalo de Castro), Casandra (Carmen Machi) y Aquiles (Albero Sanjuán) son los nombres de los tres hijos de la familia formada por Leo (José Sacristán), el padre, un actor de éxito,ya desorientado y mayor, que se pasea en pijama declamando versos de Shakespeare y Marga (Mercedes Sampietro), una psicóloga de renombre que, a sus 65 años, ha decidido dar un vuelco a su vida sentimental. Toda la familia, con maridos, mujeres y amigas, se reúnen en la casona, bajo la mirada atenta de la más joven, la nieta, la única de mirada amorosa, limpia y sin contaminar. “La familia tiene un gran atractivo dramático. Me parece muy curioso el hecho de que en España, donde es tan importante el núcleo familiar, donde los vínculos no se rompen cuando los hijos se van de casa, se hagan tan pocas películas. Esta historia forma también parte de un momento vital mío, al cumplir 50 años, cuando cada uno tiene ya hecha su propia vida pero sigues teniendo esos lazos de la infancia que te atan de manera decidida a tus hermanos. Yo tengo muy buena opinión de la familia, que es a la vez un refugio y un lugar enfermizo a veces”. Un lugar de protección, pero también de maldición.

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