Alicia Alonso: “Mi tiempo se ha invertido en vivir, y no en contar mi vida”
La bailarina regresa a España al frente del Ballet Nacional de Cuba
Ha ido perdiendo la vista pero a esta mujer que ha dedicado su vida al ballet ya no le hace falta para crear. “Veo el baile y la composición de los pasos en la escena con mi imaginación”. Entre el 16 de septiembre y el 4 de octubre el Ballet Nacional de Cuba vuelve a la sala roja de los Teatros del Canal en el inicio de su inveterada y casi fija gira española. Al frente del conjunto, como siempre que su salud se lo permite, viene su nonagenaria directora: Alicia Alonso (La Habana, 1920), figura mítica del ballet del siglo XX y tenaz defensora de su agrupación y del ballet como un arte excelso que se enfrenta a un sinfín de peligros en su práctica escénica. Alonso ha contestado a EL PAIS desde La Habana antes de viajar a la península y no ha escatimado detalles en asuntos de actualidad o en los argumentos de su materia específica.
Uno de sus constantes caballos de batalla ha sido la conservación de los estilos: “Son los que convierten la técnica en arte, los que hacen que el arte del bailarín no sea una gimnasia monótona e inexpresiva. Y dentro del estilo, se expresa una idea dramática y una sensibilidad estética. Lo que puedo pedir a las nuevas generaciones de intérpretes es que atiendan a estos conceptos, cuyo dominio los hará artistas”.
Interesada en el arte moderno y la música contemporánea, Alonso compuso una obra rompedora, Génesis, con música de Luigi Nono y escenografía de Jesús Soto. ¿Por qué no sigue en cartel a pesar de su éxito? “Génesis es un trabajo muy apreciado por mí, y que exhibimos en varios países de América y Europa. Lo que ha entorpecido su reposición es que el escenario es un penetrable escultórico creado por Soto, que el tiempo y el uso deterioró, y cuya confección es compleja y costosa. Pero espero reponerlo algún día”.
Varias editoriales (entre ellas una española) esperan sus memorias. Al ser preguntada que para cuándo ese jugoso libro, la diva cubana contesta: “Mi tiempo se ha invertido en vivir, y no en contar mi vida. No obstante, mis memorias se han ido dando en mi libro Diálogos con la danza, y en múltiples entrevistas y documentales. Quizás algún día todo pueda reunirse en un solo libro”.
El talento siempre se manifiesta, no es privativo del pasado o el presente
Alicia Alonso no deja de decir que extraña la escena y bailar. ¿Cómo es bailar por dentro y coreografiar con la mente? Como se sabe, la artista ha ido progresivamente perdiendo la visión: “Pues sí que extraño la escena. Lo de bailar por dentro y coreografiar con la mente ha sido una larga experiencia en mi vida. Cuando al principio de mi carrera tuve que operarme de los ojos, aprendí a repasar las coreografías en mi mente. Hoy puedo ver el baile y la composición de pasos en la escena con mi imaginación. Ello se complementa con lo que aún pueda ver, en la percepción de la música y en otros elementos que me apoyan”. Con este peculiar y diríase que único método creativo, Alonso hizo uno de sus últimos ballets, Muerte de Narciso, inspirándose en el poema de José Lezama Lima. Era la segunda vez que tocaba ese argumento mitológico: “El tema de Narciso me interesó siempre, y su concepción se nutrió con mi experiencia bailando durante décadas con grandes figuras masculinas de la danza, que a su vez habían recibido una tradición sobre la forma de concebir e interpretar a esas grandes figuras épicas de la mitología”.
Cuba se encuentra hoy en medio de una tormenta de cambios políticos, como la recuperación de las relaciones diplomáticas con EE UU, algo que puede influir en todos los aspectos de la vida local, incluso en el ballet: “Aún en los momentos de mayor tensión, el Ballet Nacional de Cuba fue como una excepción, y fuimos regularmente a los Estados Unidos, actuando en sus grandes teatros. Por otra parte, recibimos figuras del ballet norteamericano en nuestros Festivales Internacionales de Ballet de La Habana. Mi carrera estuvo muy ligada a ese país, y mis relaciones con el American Ballet Theatre se mantuvieron inalterables. Hubo, sí, una época inicial en que estuvimos como 15 años sin intercambios. El reinicio de relaciones diplomáticas me parece muy positivo, y es de esperar que en el ballet todo fluya ahora aún mejor”.
Mi legado artístico lo dejo en una escuela, una tradición
La frase de “hoy se baila mejor que antes” se repite en muchos sitios, pero cuando se ven los filmes en blanco y negro de Alonso en su esplendor, la frase deja de tener sentido: “En todas las etapas oí especulaciones de ese tipo. Ciertamente, hay valores que trascienden las épocas. Hay individualidades que se adelantan a su tiempo, y el talento siempre se manifiesta, no es privativo del pasado o del presente”.
Pero la escuela cubana de ballet, ¿cuánto tiene de rusa y cuánto tiene de norteamericana? “Nuestra escuela no surge al margen del desarrollo del ballet mundial, y eso ha sucedido con todas las demás escuelas. Las influencias se pueden rastrear por conducto de eminentes profesores: Alexandra Fedórova, de la antigua escuela rusa; Enrico Zanfretta, de la italiana; y otros personajes de la escuela inglesa, por ejemplo. Desde luego que mi larga y estrecha vinculación con el ballet norteamericano está presente, sobre todo en aspectos de la concepción coreográfica”.
Hoy día los bailarines cubanos están repartidos por todo el mundo ¿Tiene Alicia Alonso algo que decirles? “Que no olviden las esencias de la escuela cubana, ni se olviden de su patria”. La propia escuela cubana, y Alonso especialmente, ha insistido mucho en la comunicación con el partenaire como la base del éxito del pas de deux: “De esto podría hablarse largamente. Un pas de deuxes como una conversación entre dos, un diálogo con frecuencia amoroso. No puede bailarse como si lo hiciéramos solos, cosa que ocurre con frecuencia. Tiene que haber una comunidad de líneas y de intenciones expresivas”.
En su experiencia está el trabajo con tres grandes: George Balanchine, Antony Tudor y Bronislava Nijinska: “Todos tenían mucho que decir, pero cada uno a su manera: Balanchine, el clásico por excelencia y gran músico; Tudor, con la idea teatral como base, dando un sentido a cada gesto o movimiento; la Nijinska me infundía un respeto especial, pues en ella recordaba a su hermano Vaslav y su historia. Creó para mí Schumann Concerto, y me hizo girar tanto, que algunos balletómanos se ponían a contar cuántas vueltas hacía en cada función”.
Hay una agria polémica dando vueltas en la prensa internacional por la aseveración de un crítico que escribió que “el repertorio ha muerto”. ¿Qué opina Alonso? “Pobre de la expresión artística que se quede sin historia, sin la base en la cual edificar el futuro. Creo que el crítico sólo trató de hacer una frase que llamara la atención, pero no tiene una lógica que lo sustente”. Y en este mismo sentido, ¿hacia dónde se dirige el futuro estético de la danza académica? “Yo soy optimista, pienso que hay y habrá siempre personas de talento y responsabilidad que sabrán defender la danza clásica, su tradición, su repertorio. Pero la crisis no se produce a veces en su estética, sino en la cultura de los gobernantes o funcionarios que deben garantizar los medios para su subsistencia. Sin escuelas formadoras de bailarines, sin compañías que se especialicen en los clásicos, y sin producciones adecuadas, ¿qué podemos esperar?”.
¿Y ha pensado en alguien para legarle las riendas del Ballet Nacional de Cuba? “Lo que sea mi legado artístico, lo dejo en una escuela, una tradición, una compañía organizada, una ética artística. Partiendo de eso, no creo que sea difícil defenderlo”.
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