Luis Mateo Díez: “La realidad es poco piadosa”
El nuevo libro del escritor parece una narración sobre la vida de un novelista veterano que afronta la peripecia de buscar personajes
La vida va en serio. Este libro de Luis Mateo Díez (Los desayunos del Café Borenes, Galaxia Gutenberg) parece una narración sobre la vida de un novelista veterano que afronta la peripecia de buscar personajes y de preguntarse, cuando acaban sus tertulias con los desayunadores del café al que acude, dónde se han ido esas figuras que alimentan su ficción. Pero es sobre todo una incursión melancólica, e irónica, sobre para qué sirve. A él le ha servido para salvarse, dice; escuchándole ayer en el Café Gijón, donde se presentó el libro, se ve que ese personaje al que describe es él también, un hombre que de alguna forma comparte con el de su fantasía un espejo en el que se ve destruido, desahuciado. Luis Mateo Díez es novelista, académico, leonés de 1942. Lo que dice de sí mismo tiene un alto voltaje sentimental, a veces dramático. Como las vidas que describe en el resto de su obra. Pero, en su caso, él es el personaje de carne y hueso de cuya esperanza habla.
Pregunta. Es un libro sobre un novelista. ¿Qué es un novelista?
Respuesta. En este caso es un autor prolífico, como yo, solitario. Quien va en busca de sí mismo en las figuras que ve por la calle o las que inventa. Trato de saber para qué le sirve la ficción a ese personaje.
P. ¿Para qué le sirve a usted?
R. Me ha servido para vivir, para consolidar la vida, para iluminar mi propia conciencia y también para determinar mis sentimientos, mis emociones y mis afectos. Siempre ha tenido para mí la ficción una condición más vitalista que intelectual. He admirado más a los escritores que me han legado la posibilidad de vivir lo que en realidad yo no podría vivir. Y de conocer a la gente que puebla los universos imaginarios, esos patrimonios sustanciales de la humanidad.
'Los desayunos del Café Borenes' es la nueva novela del autor
P. "Los extraviados que viven en penumbras horarias", como se dice en su libro.
R. Eso son mis personajes. En medio de la fragilidad y del extravío. Somos muy frágiles. Cualquier vuelta a la esquina nos pone en cuestión. Yo estoy hablando contigo esta mañana y soy en este momento un ser totalmente destruido. Porque me he levantado y ha pasado algo que no puedo contar. En este momento estoy destruido, afectivamente, psicológicamente, moralmente, sentimentalmente. Sé que me voy a reconstruir.
P. ¿Eso que me está contando es autobiográfico?
R. Sí.
P. ¿Cómo se reconstruye uno?
R. Haciendo un gran esfuerzo de rehabilitación de lo mejor que ha habido en tu vida. Uno se puede reconstruir del dolor, de la desgracia, a través de la memoria. Reorientando lo mejor de tu memoria. En estas situaciones es fundamental el espejo de la ficción. Los libros más consoladores que he leído en mi vida son novelas donde ha habido mucha mucha desgracia, y en la manera de contarla estaba también el aval de no entregarte a la desesperación.
P. ¿Por ejemplo?
R. Los rusos; ellos son los grandes artistas de la compasión humana: Dostoievski, Platonov, Tolstoi… Los grandes escritores judíos. Yo siempre he sido muy lector de la familia Singer. Todas esas grandes desgracias compaginadas con desgracias individuales, sobrellevadas con una gran conciencia catártica de la tragedia.
P. ¿La realidad no nos conforta?
R. Poco. La realidad es desconcertante y poco piadosa. Lo real es para mí el espacio de la desgracia. Y en la realidad se sobrevive con mucho esfuerzo. A veces tengo el sentimiento de orfandad en la realidad en la que vivo.
P. Su personaje se siente desahuciado, destruido… Una palabra que usted usa también para describirse…
R. El personaje atraviesa una edad melancólica; le han pasado muchas cosas no gratas, es dubitativo, tiene la conciencia de buscar un destino apacible. Cuando pierde a sus personajes se siente perdido.
P. Hay una intención autobiográfica, que en seguida se traslada a un discurso sobre la novela.
Los artistas propendemos a reflexionar con tono de pomposidad
R. Cuando me miro en el espejo, las pocas veces que me miro, veo a un hombre superfluo, un poco al estilo de aquellos grandes personajes rusos, y caricaturesco, y eso excita mis posibilidades humorísticas. El tono habitual mío está cercano a la visión humorística, a veces valleinclanesca; es un humor sutil que me permite sobrevivir…
P. Pone de manifiesto su personaje que los novelistas se toman demasiado en serio.
R. Los artistas propendemos a reflexionar con un tono de pomposidad y de trascendencia. Yo estaría más cerca de una disposición artesanal, del profesional que conoce sus herramientas. Creo que en el arte contemporáneo hay mucha fatuidad y más ocurrencias que ideas. A veces voy a una exposición y salgo como si me tomaran el pelo.
P. Y dice (su personaje) que cada vez abundan más las no novelas…
R. Seguro que es una frase excesiva. Pero creo que no está mal: es verdad que hay cierto descrédito de la ficción. Que la ficción está en manos de cualquiera. Que se degenera en aras de vanguardias que están consumidas y consumadas.
P. ¿Qué es hoy el personaje humano Luis Mateo Díez?
R. Alguien lleno de zozobras, muy extraviado, que ha hecho su camino de perdición y al que la vida le dio un gran repaso… Ese repaso se relaciona con la desgracia. Según me hago mayor sé que no hay solución, pero hay recursos para acomodarme a una vida suficientemente honorable y sobre todo para ayudar a quienes están conmigo a que sea mejor.
P. ¿Será mejor el día de mañana que el día que me ha contado hoy?
R. Sí, yo creo que sí. Alimento esa esperanza. No tengo mucha fe. La caridad la tengo muy reducida, pero tengo esperanza.
Babelia
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