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Feria de Málaga

López Simón, un valerosa esperanza

El torero madrileño solo pudo dar una vuelta al ruedo, pero ofreció un recital de pundonor

Antonio Lorca

La impresión que transmite es que su espejo es José Tomás; derecho como una vela, aislado del mundo, con la cabeza gacha, se dirige al centro del ruedo para brindar la muerte de su primer toro. La montera cae boca arriba, pero le da igual. Su cabeza está en otro sitio. Y así, quieto, cita al toro por estatuarios, y allí, encadenado a la arena, espera la embestida incierta de un toro que duda y escarba, áspero y brusco, que lo mira, lo mide y retrata, y embiste a arreones. Pero parece no importarle. Tras el inicio valeroso, continua una lucha entre un toro dificultoso, que no admite confianza, y un torero dispuesto a morir.

Si torear es dominar, arrimarse, someter al toro tras cada arreón, cruzarse y mandar, López Simón, -que así se llama este joven torero que llegó a Málaga para emocionar a la plaza entera- toreó de verdad, aunque los pases no surgieran limpios ni embrujados.

Se cruzó al pitón contrario, aguantó parones increíbles, sorteó gañafones que parecían afilados cuchillos que buscan los muslos, y puso los vellos de punta a todo el respetable. Mató mal -nadie es perfecto- y el premio se redujo a una cariñosa vuelta al ruedo.

El sexto fue otro manso de talante bruto y poco amistoso, que se hizo el amo del ruedo en el tercio de banderillas. López Simón se enfrentó a la papeleta con sobrada gallardía y sin enmendarse. No hubo faena porque tal empeño parecía imposible, pero no perdió la firmeza, lo que se le agradeció vivamente.

Fuente Ymbro/El Fandi, Castella, López Simón

Cinco toros de Fuente Ymbro y el quinto de Victoriano del Río, bien presentados, mansos y desclasados; noble el cuarto.

El Fandi: estocada y un descabello (silencio); estocada (oreja).

Sebastián Castella: estocada trasera (silencio); media estocada _aviso_ dos descabellos _2º aviso_ y dos descabellos (silencio).

López Simón: pinchazo, estocada baja _aviso_ (vuelta); estocada _aviso_ y un descabello (ovación).

Plaza de La Malagueta. 22 de agosto. Sexta corrida de feria. Casi tres cuartos de entrada.

En fin, que en el océano de uniformidad y conformismo de la fiesta actual, López Simón es un rayo de esperanza; de valerosa esperanza.

El Fandi cortó una oreja al cuarto, el toro más noble de la tarde, tras una faena larga, insípida e insulsa, ayuna de mando y deslavazada en toda su ejecución. Abundaron los pases, pero hubo más trapazos que muletazos estimables. Lo mejor, quizá, los derechazos de rodillas con los que comenzó, y los molinetes, también de hinojos, con los que rubricó su labor. Manso y encastado fue el primero, que se lesionó una mano, y al que El Fandi le hizo una faena tesonera y sin fundamento. Clavó banderillas con su fácil irregularidad habitual, y todo quedó en esa extraordinaria y reconocible capacidad para agradar que lo mantiene en lo más alto del escalafón.

Inservible fue el primero de Castella, un mulo que no quiso pelea, un trozo de carne desclasada. Embistió con aspereza y violencia el quinto, -volteó sin consecuencias al subalterno Ricardo González a la salida de un par de banderillas-, y el torero lo intentó de veras. Inició la faena de muleta con dos pases cambiados por la espalda, y continuó envalentonado por ambos lados; pero su oponente no quiso más, y todo acabó en silencio tras un errático uso de los avíos de matar.

Acabó el festejo y quedó la impresión de que López Simón tiene carrera por delante. No es mal espejo el de José Tomás, porque tiempo tendrá de encontrar su propia personalidad.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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