Tenga piedad, sea humano
España tiene un alto interés literario por los animales, pero se celebra el maltrato a ellos
No solemos pensar mucho en ellos, pero nos rodean. ¿Qué sucede con los animales, que introdujimos en nuestros hogares antes incluso de que creásemos las ciudades, cuando la línea divisoria entre la civilización y lo que ellos representan (la naturaleza, lo salvaje provisoriamente domesticado) no había sido siquiera trazada?
Acerca de los animales se ha escrito mucho. En los últimos tiempos lo han hecho (sobre los felinos) Paloma Díaz-Mas en Lo que aprendemos de los gatos (Anagrama, 2014), Stéphanie Hochet en Elogio del gato (Periférica, 2015) y Giuseppe Scaraffia en Los grandes placeres (también Periférica, 2015) y (sobre los canes) Graham Chaffee en la inquietante Buen perro (La Cúpula, 2013), Fernando Delgado enMe llamo Lucas y no soy perro (Planeta, 2013), Arturo Pérez-Reverte enPerros e hijos de perra (Alfaguara, 2014) y Juan Pablo Villalobos en el singular Te vendo un perro(Anagrama, 2015).
Loros, hámsteres, conejos y otros animales de compañía también han sido objeto del interés literario, posiblemente.
A pesar de lo cual, España es uno de los países europeos donde más se ha internalizado y se celebra como parte sustancial de la cultura el maltrato a los animales.
¿De dónde proviene esta contradicción entre el interés literario por ellos y el desprecio por su vida?
En A Mezquita (Ourense) se decapitan gallos, en Vitoria se fuerza a los burros a correr, en Canarias las peleas de gallos no son ilegales, en Gijón se prende fuego a los toros, en Córdoba diez personas mataron el mes pasado a veintidós caballos para cobrar un seguro, la ciencia española no prescinde de la experimentación con animales, la caza es considerada un "deporte", los galgos son brutalmente maltratados y torturar públicamente a un toro es considerado un arte en casi todo el país.
Los animales son “cosas" según el Derecho español, como apuntaba recientemente el relevante, muy necesario ensayo colectivo El Derecho de los animales (Marcial Pons, 2015); pero la impunidad legal no debería ser una excusa para la práctica.
Según estadísticas, la mayor parte de los abandonos de animales se produce inmediatamente justo después del verano. Usted que está leyendo, por favor, no lo haga. Tenga piedad, sea humano.
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