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A los niños les va la marcha

La generación que empezó a llenar los festivales crece y son pocas las citas musicales que no adaptan su oferta a un público familiar

De izquierda a derecha, Lucas, Henar, José y Rocío en el Sonorama Ribera (Aranda de Duero) con sus padres.
De izquierda a derecha, Lucas, Henar, José y Rocío en el Sonorama Ribera (Aranda de Duero) con sus padres.ULY MARTÍN

Mateo revolotea en torno a su madre. Acaba de terminar el concierto del Dr. Sapo en la plaza del Obispo Acosta y todavía algún niño grita ¡Rogelio!. Es la última canción del grupo que ha logrado levantar a decenas de pequeños rodeados por sus padres, embobados mirando a sus hijos, y moviendo la pierna de forma inconsciente con el rasgueo de la guitarra. Ese concierto forma parte de las actividades del Sonorama Baby, la parte infantil del festival de Aranda de Duero, dedicado a la música independiente española que arrancó el pasado miércoles.

Sobre un fondo azul cielo, un logo de Superman y la palabra Sonorama en sustitución del superhéroe. Es la camiseta que lleva Mateo, a quien quizás la música del Dr. Sapo le haya parecido suave. En casa y en el coche escucha The Black Keys y AC/DC. Lo cuentan sus padres mientras el incipiente rockero se come una nube que acaba de sacar de un cono de gominolas. Del cuello de Javier del Pozo y Susana Gutiérrez cuelgan sendas acreditaciones de producción, pertenecen a la organización del festival “desde la segunda edición, hace 17 años”. Amantes de la música, “y de los líos”, aclara con una carcajada el papá de Mateo refiriéndose al monstruo (siempre en sentido positivo) en el que se ha convertido el Sonorama.

Ellos, como tantos otros organizadores, colaboradores y asistentes al festival, han ido agrandando la familia en estos últimos 17 años. Más en general, muchos de los adolescentes que empezaron a ir de conciertos a mediados de los noventa son ahora padres que siguen acumulando pulseras y gritando frente a escenarios, eso sí, con el carro al lado, el canguro sobre el pecho o los niños a hombros. De ahí que los propios festivales se hayan ido adaptando a sus exigencias. “El hecho de tener actividades para los niños es algo de evolución natural. Inevitable”, explica Del Pozo. “Unos apuntan a sus hijos a cofradías y nosotros lo traemos aquí. Para Mateo y para muchos otros niños tanto el Sonorama como la música es parte de sus vidas, no se plantea que podría no existir. Yo creo que piensa que todo el mundo tiene un festival en su casa”, explica Susana Gutiérrez. Durante el resto del año, al pasar por el recinto ferial, Mateo pregunta a su madre si no se acercan al festival: “Hay que explicarle que solo son unos días al año”.

Una niña disfruta de una de las actividades del Rototom, el año pasado.
Una niña disfruta de una de las actividades del Rototom, el año pasado.Luca D'agostino

El Sonorama ha creado una necesidad en los niños (también en los adultos), la misma que hizo que hubiera que levantar la zona Baby. El director, Javier Ajenjo, recuerda su primer festival. Fue el Espárrago Rock, con 16 años. Los recuerdos de certámenes pasados se convierten en “batallitas”; el paso del tiempo conlleva un cambio de generación en todos los órdenes.

Así, la familia festivalera no es algo que solo se ve en Aranda de Duero: es una especie de skyline común a decenas de certámenes en España. El Primavera Sound atrajo a los niños en 2007 al Parc del Fòrum de Barcelona de la mano de Sones, una promotora y proveedora de contenidos culturales de Barcelona. Nùria Muntaner, socia de la empresa y profesora de música, explica que su propuesta consiste en conjugar pedagogía y entretenimiento: “Nunca son conciertos en los que los niños están sentados. Ellos se pueden mover libremente, tienen instrumentos de percusión que pueden tocar cuando quieran, y en el espectáculo, el grupo y el público dialoga”.

Dos pequeños asistentes al Sónarkids.
Dos pequeños asistentes al Sónarkids.Carles Rodríguez

No es música infantil

Muntaner recuerda la extrañeza que provocaba en sus inicios en aquellos que dudaban que el indie y el rock fueran aptos para un público más pequeño. “Ahora le gente ha asumido que ellos pueden y deben escuchar de todo”, replica ella, “no creemos en la etiqueta de la música infantil”. En los espectáculos de Sones han participado artistas como Russian Red, Marlango y Cristina Rosenvinge, entre otros. Minimusica, el nombre que da título al espectáculo de Sones, llenó en su primera edición una sala de 200 metros cuadrados. Calculan que en la última del Primavera Sound entretuvieron a unos 3.000 niños. Esa misma propuesta se puede ver en Madrid y el año que viene visitará Mallorca por primera vez.

También en Barcelona nació el hermano pequeño del Sónar, el Sónarkids, en 2009. Un festival para niños con entidad propia que no coincide ni en el tiempo ni en el espacio con el de los mayores y que varía de formato y propuestas en cada edición. El de los menores tiene lugar en la playa de El Port de la Selva (Girona) unas semanas antes, aunque también se ha celebrado en la época navideña en recintos cerrados. La organización calcula que más de 60.000 personas han asistido en sus seis años de vida.

¿Cómo surgió la idea? Los que están detrás de los festivales también crecen. “En la oficina íbamos teniendo hijos y nos dimos cuenta de que la oferta de entretenimiento para niños no había evolucionado en varias décadas”, explica Astrid Rousse, coordinadora de SonarKids. Por supuesto, este evento baila bajo el paraguas de la música electrónica y urbana. Los niños pueden iniciarse en la producción musical, ser un dj por un día, dar sus primeros pasos de street dance y toquetear la mesa de algunos pinchadiscos en conciertos en los que el artista invita al público a participar.

Siguiendo la línea de la costa mediterránea, el Rototom es un claro ejemplo de un evento que ha crecido a la par de su público objetivo. Proveniente de Italia, este encuentro de los amantes del reggae desembarcó en Benicàssim en 2010, dura una semana y en su programación pesan casi tanto las actividades de día como los conciertos nocturnos.

En el menú infantil hay de todo: pasacalles, batukadas, equilibrismo, malabares, talleres de artesanía, zancos, tirolinas, pinturas, tambores... Además, los menores de 12 años no pagan. “El concepto no es dejar al nano aparcado, sino que sean actividades que compartan padres e hijos”, apunta David Hernández, portavoz del Rototom. Su oferta se divide entre el MágicoMundo y Rototom Circus, dos espacios que bajo la coordinación de un equipo de educadores ofrece actividades desde por la mañana hasta última hora de la tarde. “El público de los festivales ha crecido y ha tenido hijos, pero eso no quiere decir que tenga que renunciar a seguir acudiendo a ellos. El festival tiene que adaptarse y hacer que tener un niño no suponga un impedimento”, puntualiza Hernández. Más de 800 pequeños participaron en la última edición del Rototom.

Los recuerdos de esos miles de niños que ya pisan festivales irán acumulándose como experiencia, y también como forma de ver la vida. Quizás algún día salga de una noche de conciertos el próximo Javier Ajenjo, el próximo director de un festival que crezca como lo ha hecho el Sonorama. Él le debe a sus padres gran parte de su amor por la música: “Como tengo una banda con 40 años, a veces mi padre me pregunta de qué cojones voy. Y la culpa la tiene él, que me llevaba al conservatorio a examinarme de los estudios de piano y que en el coche me ponía a los Beatles, a Franco Batiatto, a Mike Oldfield, Sabina. Cosas que luego han sido fundamentales en mi vida”. Ahora le toca a él pasar el testigo.

Y sigue la fiesta para niños

Rototom. Del 15 al 22 de agosto en Benicàssim (Castellón). Mágico Mundo, un espacio de juegos, cuentacuentos, espectáculos y talleres.

Gigante. 4 y 5 de septiembre en Guadalajara. Una zona para que los chavales despierten su lado más artístico.

Osa do mar. 4 y 5 de septiembre en Burela (Lugo). Talleres para niños.

South Pop. 1 y 12 de septiembre en Isla Cristina (Huelva). Ludoteca a las espaldas del escenario principal.

Festival de la luz. 12 y 13 de septiembre en Boimorto (A Coruña). A caixiña de mixtos: Proyecciones de cortometrajes cada 10 minutos.

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