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Feria de Julio

Rafaelillo, un pequeño gran torero, da una valerosa lección de torería

Cortó una oreja junto a Manuel Escribano, mano a mano, ante una miurada interesante

A portagayola se fue Rafaelillo a recibir al primero de Miura. Salió limpio el trance, como otras dos largas de rodillas ya en el tercio. Abanto el toro, estuvo a punto de prender a Rafaelillo, que trastabilló al llevarlo al caballo. Pisotones recibió el torero, que salvó el pellejo de milagro. Tres varas para el miura. Protestón en las tres y escupido del caballo en las dos últimas. Muy enterado ya en banderillas, puso en aprietos a los de turno. Enfrentado Rafaelillo, se dobló para llevarlo fuera del tercio. Valiente siempre Rafaelillo. Sin dudas y consintiendo una barbaridad. Por la derecha se lo trajo quisiera o no el toro. Incluso algún derechazo salió largo. La faena quedó convertida en una lucha. Listo el toro, escarbando, y mirón el toro. Faena larga, sin concesiones. Lo intentó Rafaelillo al natural y mérito tuvo salvar los envites del toro. En los cites arrancó los aplausos de la gente, que vio el mérito del torero murciano. Larga labor. Valiente.

El segundo de Miura que lidió Rafaelillo tuvo su lado positivo; más de uno. Lo dejó lucir en varas el torero murciano; dos entradas al caballo con el toro casi en los medios. En los dos encuentros el toro cumplió bastante bien. Fue berreón en banderillas y también resopló algo en la muleta, pero tuvo su partida. Saludó Rafaelillo la faena por banderazos y el remate de uno del desprecio jugando hasta con gracia el brazo izquierdo. Visto el toro, Rafaelillo se echó la muleta a la izquierda. Series cumplidas. Y de todo hubo. Junto a naturales incluso largos y con mando, otros más de lucha, más de poder. Como también intentó dominar sobre la derecha. Más esforzado y forzado por este pitón. Y siempre bajo la premisa de someter. El toro tomó la muleta con sus condiciones, pero tuvo la nobleza de toro al que le tratan bien. Sobró la última serie, más guerrera y menos poderosa que todo lo anterior. El toro, duro de morir a pesar de la estocada, acabó rendido. Oreja muy de ley para el murciano.

Fue de triunfo grande la faena de Rafaelillo al quinto, pero la espada le negó la gloria. La primera vara que tomó el toro fue al relance, de lejos. Más centrado en la segunda, también de largo. En los dos puyazos cumplió con creces el toro. Rafaelillo comenzó la faena de rodillas, y, ya de pie, un cambio de manos precioso. A pies juntos la primera serie en redondo con la derecha, con gusto. El toro, siempre con el matiz de su procedencia, se acogió al temple de Rafaelillo. Las cosas bien hechas tienen sentido y cumplen objetivos. Las cosas bien hechas a este toro tuvieron recompensa. Con el toro más remolón por el pitón derecho, sacó al final bandera blanca para rendirse ante un Rafaelillo poderoso y con su vena de buen gusto. Torería, en fin. La sensación de un torero en lidiador y bastante más. La última serie al natural fue un regalo. Grande este Rafaelillo. Lástima que al matar no hubiera acierto, pero la vuelta al ruedo fue de clamor.

 Un sobrero de El Ventorrillo sustituyó a una raspa de Miura que se había colado en la fiesta. No por raspa fue devuelto, sino por su invalidez. Ese de El Ventorrillo fue toro moderno, de estos tiempos. Ni tuvo gracia, ni tuvo interés. Casi como la faena de Escribano, muy correcto, muy cumplidor y burocrático. Tres pares puso Escribano: al cuarteo el primero, de dentro afuera el segundo y cerró con uno por dentro tras cite sentado en el estribo. Esa fue toda la historia. Escasa.

Miura / Rafaelillo, Escribano, mano a mano

Cinco toros de Miura y uno, sobrero lidiado en segundo lugar, de El Ventorrillo, desiguales de presencia los titulares; tercero, quinto y sexto, los más potables para la muleta, siempre con los matices de su encaste. Enterado el primero y deslucido el cuarto. El sobrero, muy manejable.

Rafaelillo: pinchazo _aviso_ otro pinchazo y tres descabellos (saludos); casi entera _aviso- (oreja); cuatro pinchazos y estocada (vuelta al ruedo clamorosa).

Manuel Escribano: pinchazo y estocada trasera y tendida _aviso_ (palmas); estocada (silencio); casi entera trasera (oreja).

Plaza de Valencia. 26 de julio. Cuarta y última de Feria. Media entrada.

El guapo sardo que hizo cuarto, recibido con aplausos, no fue ni carne ni pescado. Deslucido a la manera más vulgar del toro de hoy. Empujó en varas y derribó en el primer envite y se puso laborioso para una segunda vez en la que también se empleó. Escribano estuvo fácil y cumplidor en banderillas, con un tercer par al violín tras previo quiebro. La faena ni subió ni bajó. Poca voluntad en el toro, que no fue el clásico de Miura, e intentos vanos de Escribano, que tampoco atacó de verdad. Un desarme acabó por cantar la historia y el toro puso la directa hacia toriles. Allí murió.

El sexto de Miura, de 647 kilos, poca cara pero largo como un tren de mercancías. Con las fuerzas justas, fue cuidado en el primer tercio. Cumplió discreto Escribano en banderillas, saliendo muy apurado del tercer par, entre las tablas. Tras dos pases cambiados por la espalda, la faena fue un querer y unas veces poder y otras no. Muchos pases y mucha voluntad. Mientras, el toro tragaba con aparente nobleza. Una porfía final, ya a toro parado, y un desplante a cuerpo limpio. En este trance, el toro sacó su instinto miureño y atrapó a Escribano con saña. La voltereta fue espeluznante y el torero sevillano un verdadero guiñapo en las astas del toro. Un milagro que solo saliera conmocionado. Una casi entera, trasera, y el recuerdo de la dramática cogida, fueron el motivo para que el fin de feria tuviera premio.

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