Fracaso de Domecq y entrega de Fernando Rey en su alternativa
Bravos toros de Cebada Gago y oreja para Rafaelillo y Pérez Mota en Mont de Marsan
El diestro Fernando Rey cortó una oreja en la tarde de su alternativa en Santander, en la Corrida de Beneficencia que echó el cierre a su feria taurina de Santiago, y en la que Morante de la Puebla y Alejandro Talavante se estrellaron con un encierro muy deslucido de los dos hierros de Juan Pedro Domecq. Con casi lleno en los tendidos, se lidiaron cuatro toros de Juan Pedro Domecq y dos -quinto y sexto- de Parladé, con cuajo y volumen, y pocos pitones. Deslucidos, sosos, abúlicos, siempre a menos. Primero y sexto ofrecieron medias arrancadas, sin clase; el segundo se encogió; el cuarto, paradísimo y blando de remos; tercero y quinto, bruscos.
José Antonio Morante de la Puebla: casi entera atravesada y dos descabellos (silencio); y media tendida y descabello (silencio).
Alejandro Talavante: estocada tendida y cuatro descabellos (silencio tras aviso); y pinchazo, casi entera muy tendida y dos descabellos (silencio).
Fernando Rey, que tomaba la alternativa: cuatro pinchazos, estocada atravesada que 'hace guardia' y cinco descabellos (silencio tras aviso); y media tendida y desprendida, y dos descabellos, (oreja).
Durante el presente milenio, hasta este año, la Feria de Santiago se cerraba con la corrida de Victorino Martín. Se rompió la tradición justo el año y el día del 125 aniversario de la plaza de Cuatro Caminos, en que se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq y Parladé. Visto el nefasto resultado del cambio, quizás no sea mala idea pensar en retornar a la fórmula que funciona.
Colorado, algo gachito, alto y con un volumen adornado con generosas carnes. Así era Escritor, el juampedro con el que tomó la alternativa Fernando Rey. No lo atacó con su buen capote porque tuvo unos principios titubeantes. Se resarció con limpias chicuelinas y revolera en el quite y el animal pareció despertar en banderillas. Pero no fue suficiente para reventar aquello, saliendo distraído de la muleta. El nuevo matador lo hizo todo con limpieza y despaciosidad, sobre todo por la mano derecha. Algunos de pecho fueron superiores. También aquella trinchera antes de las bernadinas. Tras un primer pinchazo se tiró a matar muy derecho y el toro le prendió muy feamente por el muslo. Quedó tendido en la arena, con la mirada ida. Recuperado de la conmoción en la enfermería, volvió al ruedo, se fue de nuevo con fe de novicio tras el acero y se lió a pincharlo.
Con tres largas cambiadas de rodillas en el tercio y delantales garbosos en los medios terminó Fernando Rey fijando los galopes primeros del sexto. Luego, lopecinas. Despertó el volcán dormido de Cuatro Caminos. Y de qué forma. Había ganas de empujar la alternativa hasta el triunfo. La gente, en pie.
Media embestida desclasada le sirvió al toricantano para armar un jaleo gordo, en tandas de cuatro y el de pecho. Rey marcó la diferencia por su actitud, entrega y compromiso, en tarde clave.
El primero de Morante metía la cara presagiando el toreo soñado, pero no hubo tal. Tras dos buenos pares de El Lili, entró en fase agónica. Encogido, reculando, amenazaba con echarse. Su segundo fue una buena síntesis de lo que fue el encierro: mucho cuajo, pocos pitones y ningún poder. Además, rozaba la invalidez. Perdió las manos y se cayó. Tullido o no, no podía con su alma, y Morante no pudo sacar a pasear la suya con semejante pasmarote.
El tercero estuvo en el caballo no más de cinco segundos. Un sucedáneo de lo que ha de ser la lidia. Quizás de ahí su punto de brusquedad, sin humillar a partir del tercer muletazo de cada serie. No había fondo para más. Otro cartucho quemado. Talavante nada pudo improvisar. El brochito quinto de Parladé permitió a Talavante dos verónicas de suerte cargada y trazo largo. Y no más, con su cuarto de embestida y sus cabezazos. Ni cinco minutos le duró. ¿Para qué más?
Bravos y duros cebadas en Mont de Marsan
Una oreja cada uno pasearon los diestros Rafael Rubio Rafaelillo y Pérez Mota con una dura corrida de Cebada Gago en la ciudad francesa de Mont de Marsan. Con la plaza llena se lidiaron toros de Cebada Gago, bien presentados, bravos en el caballo, y duros en términos generales. Destacó sobremanera el gran quinto, de nombre Dormilón, al que el presidente no quiso conceder la vuelta al ruedo.
Rafael Rubio Rafaelillo, vuelta al ruedo y oreja; Javier Castaño, ovación y silencio, y Pérez Mota, oreja tras aviso y palmas. En cuadrillas, Ángel Otero y Fernando Sánchez se desmonteraron tras parear al segundo, y, a caballo, gran ovación para los picadores Juan José Esquivel en el cuarto y Tito Sandoval en el quinto.
Otra vez se puso en evidencia el trato injusto que se dedica a los toreros acartelados con las corridas duras: además de bailar con la más recelosa -que no fea-, no disfrutan de la misma generosidad que se le reserva a las figuras, ni por parte del público, algo cicatero, ni de la presidencia.
Rafaelillo no faltó a su cita anual con la feria de Mont de Marsan, y su primero, un toro con sentido de viejo, fue bravo en el caballo pero no regaló ni una embestida. No se achicó el torero, que le plantó cara con su tesón habitual, y después de poderle lo mató de una gran estocada que por sí sola valía la vuelta, y, a lo mejor, una oreja.
El cuarto también fue bravo en el caballo y se encontró con un gran Juan José Esquivel al que derribó en el primer encuentro. En los tres siguientes el varilarguero dio la talla, luciéndose particularmente en el último. Un tercio de varas para el recuerdo que puso al público en pie.
No dio facilidades el cebada en la muleta, y otra vez Rafaelillo hizo frente como mejor sabe: atacar en cada muletazo y aprovechar los viajes más limpios para dibujar los muletazos más estéticos. La estocada tiró al Cebada sin puntilla y Rafaelillo paseó la oreja acompañado por su picador Juan José Esquivel bajo una ovación atronadora.
Javier Castaño se encontró con un primer toro noblón en la muleta, que le permitió dibujar las tres mejores tandas de la tarde por el pitón derecho, recordando al Castaño de los mejores tiempos. Se abandonó el torero y el toro lo prendió de forma dramática, aunque afortunadamente sin consecuencias.
Frente al gran Dormilón que hizo quinto, Tito Sandoval se lució una vez más en un gran tercio de varas, con cuatro encuentros, los dos últimos de punta a punta de la plaza. Dormilón siguió embistiendo con calidad y hondura, y de no haber pinchado Javier Castaño hubiera tocado pelo, a pesar de no llegar a cuajar al toro como se merecía.
Pérez Mota, que, gracias a su triunfo del año pasado en la feria de Vic frente a otro gran toro de Cebada Gago, está acartelado en casi todas las ferias del suroeste francés, ratificó la calidad de su toreo frente al tercero, un toro algo descompuesto, al que supo meter en su muleta y cuajar por el pitón derecho.
Recibió una fuerte voltereta en las manoletinas finales y entró a matar como una vela, lo que le permitió cortar una oreja. El sexto no permitió mucho. Pérez Mota lo intentó todo pero no pudo conseguir lucimiento.
Babelia
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