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FICCIÓN EN CADENA

‘El share y la separata’ (4): ‘Sentirse una cucaracha’

Eduardo Ladrón de Guevara, guionista de 'Cuéntame cómo pasó', continúa su relato. Hoy, una actriz se niega a leer el guion del protagonista

Ilustración de Raúl Allen y Patricia Martín.
Ilustración de Raúl Allen y Patricia Martín.

Se ha hecho el silencio. De pronto, cesa la barahúnda y hasta la figuración enmudece. -¿Qué sucede? -pregunta un actor que siempre tiene el aliento cargado, sobresaltado porque teme que a última hora pueda suprimirse su secuencia y tenga que marcharse a su casa de vacío.

-¡No pasa nada! -dice un ayudante de dirección-. ¡Silenciooo! ¡Vamos, vamos, a posición que comenzamos!

-¡Que yo no empiezo, que estos diálogos con son una puta mierda! -insiste la actriz joven, con los ojos llenos de lágrimas. La verdad es que, por lo menos una vez al día, estalla en sollozos, y la maquilladora la mira desolada para, acto seguido, correr hacia ella para restaurarle los estragos que se ha hecho en la cara.

Yo lo veo todo como el que oye llover, ya ni siento ni padezco. ¿Que lloran? ¡Que lloren!; ¿que me llaman puta mierda? Que me lo llamen. Ya todo me es igual.

Las once y cinco. El director, mirando la hora que es, se dirige hacia la actriz joven, intentando tranquilizarla.

-No te preocupes -le susurra, haciéndole una caricia en la nuca con cuidado de no despeinarla-, no hagas caso del texto, tú di lo que quieras.

-Ah, bueno, entonces sí…

-¡Venga, todo el mundo a primera, que vamos con retraso! -grita el ayudante de dirección

Enciendo un cigarrillo sintiéndome una cucaracha. Hay que joderse, me ha llamado puta mierda. Y me imagino que estoy en el local de las Primitivas y Bonolotos, y que la pantallita señala que tengo un Premio Superior.

-¿Cuánto me ha tocado? -le pregunto con discreción al empleado de la ventanilla.

-Diez millones, seiscientos once mil euros -me responde, y en ese mismo instante, vuelvo a la realidad. ¡Manía tengo de soñar despierto, voy a tener que ir al psiquiatra! Y las voces que llegan del pequeño televisor conectado con el set me despiertan de la ensoñación. El rodaje, al fin, ha empezado, y todo transcurre por los cauces adecuados una vez más. Son las once y media de la mañana y, de momento, parece que se han olvidado de mí. Algo es algo.

Hace una hora que nieva, y todo lo que veo a través de la ventana es una cortina de copos que imprime al exterior una apariencia de teloncillo de macramé. El rodaje ha terminado y ya no queda nadie en el edificio, ni actores, ni técnicos… Se ha hecho de noche cerrada, fuera hace un frío de mil pares de pelotas y me dispongo a marcharme a mi casa. Bueno, se acabó lo que se daba por hoy y afortunadamente no ha sucedido nada especial. El plan de rodaje se ha cumplido sin sobresaltos y he conseguido pasar inadvertido dentro de lo que cabe.

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