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ADIÓS A UN CLÁSICO DE LA COMEDIA ESPAÑOLA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El lobo feroz

José Sazatornil.
José Sazatornil.

Yo hice una película con Saza, como actriz, quiero decir. Tenía 7 años, él hacía de mi padre. En el ir y venir de un rodaje hay poco espacio para un niño. Era el primer largo del director, José Luis García Sánchez, y tampoco tenía ni tiempo ni serenidad para dedicárselo a su actriz infantil. Saza sí. Sólo ahora me doy cuenta.

Mis recuerdos de aquel rodaje están muy ligados a él. Era un hombre muy serio, pero charlaba mucho conmigo. Por ejemplo, me quitó el miedo a los perros. Nadie en mi familia tenía animales, de modo que mi conocimiento de ellos era nulo. Como a muchos niños me atemorizaban y en la casa alquilada para el rodaje había un perro. Saza pacientemente me ayudó a acercarme al animalito. “¿Lo ves? Tú no cabes dentro, no te puede comer.” La película se llamaba El love feroz, quién sabe si Caperucita estaba en el subconsciente de todos. Jamás volví a tenerles miedo, es más, puedo decir con orgullo que una de mis características es que los perros me aman.

Así como el departamento de maquillaje y peluquería no me resultó muy próximo por sus continuas bromas y chanzas sobre mi aspecto (¡¡la inseguridad de un actor, aunque sea una miniactriz, es inconmensurable!!), el de fotografía totalmente lejano porque bastante tenían con mover los focos parriba pabajo y lograr cumplir con el apretado plan de rodaje, Saza, mi padre en el cine, me dedicó muchos ratos. No le recuerdo ni sonriendo ni siendo meloso, al modo que se es con los niños. Sí le recuerdo tomándome en serio, hablándome con la gravedad del que se dirige a un compañero, una minúscula compañerita debutante de 7 años. Tiene su explicación: el actor experimentado y sabio conoce los mecanismos para poder hacer bien su trabajo. Uno de ellos es que los actores con los que comparten las escenas lo hagan bien, les devuelvan algo útil para interpretar. Él se encargó de que, ya que representábamos a una familia, nos familiarizásemos y en las largas esperas entre secuencia y secuencia, se sentaba conmigo a conversar. Mal no debió parecerme nuestra relación y su ejemplo, porque finalmente el cine fue mi oficio y la de cómica mi secreta aspiración frustrada. Será por Saza, entre otros, por lo que los admiro tanto. Hacen el trabajo más difícil del mundo, parecer que eres tú mismo, siendo todo el tiempo otros.

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