Enseñar el cine
Hoy se van a reunir representantes de 50 países europeos para hablar de la educación cinematográfica en escuelas e institutos. ¿Y dónde hacerlo sino en París? Allí serán acogidos por la Cinemateca Francesa, cuna histórica de la cinefilia en la que se ha formado buena parte de lo mejor del cine francés y europeo. Se pretende que la enseñanza que en Francia se viene practicando desde hace unos treinta años, cuando el socialista Jacques Lang la impulsó siendo ministro de Cultura, se amplíe a otros países. Como, por ejemplo, ocurre en Dinamarca o el Reino Unido.
El cine, lo audiovisual, no sólo es el entretenimiento que dice alegremente nuestro ministro Montoro sino que forma parte de la cultura con mayúsculas, con una historia propia, con lenguaje y códigos que pueden estudiarse y analizarse para desarrollar un espíritu crítico. En muchas escuelas de Francia los chavales pueden elegir voluntariamente en horario escolar embeberse de películas contemporáneas, tanto francesas como de países remotos, y lógicamente también de otros tiempos o de cinematografías “malditas” que los profesores sitúan en su contexto histórico y estético analizando su lenguaje: el ejemplo que el llamado Grupo asesor de alfabetización del Cine pretende ahora extender a toda Europa. Pero no lo va a tener fácil, al menos en países como el nuestro o en otros igualmente reacios a impulsos relacionados con el mundo de la cultura. De hecho, en los programas presentados en las recientes elecciones autonómicas españolas raro ha sido encontrar referencias a estas áreas. Pocas o ninguna idea hemos podido leer al respecto.
El afán por enseñar a ver cine viene de antiguo pero en nuestro país solo se ha manifestado esporádicamente y siempre a contracorriente. Aún más, como señala J. A. Pérez Millán en su excelente libro Cine, enseñanza y enseñanza del cine (Ediciones Morata, 2014) esos acercamientos han tratado generalmente sobre el contenido concreto de una película y no sobre la enseñanza del lenguaje audiovisual, algo que “debería integrar el equipamiento básico de cualquier ciudadano”. Pues bien, mientras llegan noticias y resultados del encuentro de París con sus buenas intenciones conviene ir leyendo este libro, breve pero enjundioso.
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