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Un bastión del arte frente al río Hudson

El Museo Whitney de Nueva York abre las puertas de su nueva sede, obra de Renzo Piano

En uno de los barrios emergentes de Nueva York, el antiguo matadero del Meatpacking, entre el parque elevado del High Line y el río Hudson, con vistas a la Estatua de la Libertad y al Empire State Building, se alza una nueva fortaleza de acero. Está diseñada por el italiano Renzo Piano y alberga la nueva sede del Museo Whitney, que ayer abrió sus puertas tras la inauguración oficial del jueves, a la que acudió Michelle Obama.

La mayor institución de arte estadounidense de los siglos XX y XXI, fundada por Gertrude Vanderbilt Whitney en 1930, se traslada por cuarta vez y abandona la que ha sido su casa desde 1966 en busca de espacios más grandes y flexibles para su colección de más de 21.000 obras de 3.000 artistas.

La muestra inaugural, hasta el 27 de septiembre, se titula America is hard to see (América es difícil de ver), una revisión de la historia del arte estadounidense desde el año 1900 hasta hoy, compuesta únicamente con los fondos de la colección del Whitney y dividida en 23 capítulos temáticos que “examinan las ideas, creencias, visiones y preocupaciones de los artistas en los últimos 150 años”, explicó la comisaria jefe, Donna de Salvo. Aproximadamente, el 25% de las 600 obras expuestas de 400 artistas distintos jamás se habían visto o hacía años que no se mostraban. Y todas se exponen ahora en un orden inesperado, que sitúa, entre Warhol y Jasper Johns, a otros artistas más desconocidos como Malcolm Bailey o Allan D'Arcangelo.

Por su robusto exterior, al edificio lo han comparado con una fábrica

Aunque por su robusto exterior ya han comparado al nuevo museo con una fábrica o un hospital, desde el interior, gracias a sus ventanales y terrazas, el Whitney conversa con la ciudad para la que ha sido construido. Si el edificio de granito de Marcel Breuer era como una fortaleza, la nueva sede de Piano da la bienvenida con una gran cristalera y un recibidor al que el arquitecto ha rebautizado piazza. “Casi no puedes ver el límite entre el edificio y la calle”, dice Piano. “Es parte de la ciudad. Así que tenía que estar abierto, ser accesible, que no intimidara ni fuera pretencioso. Tenía que invitar a entrar a este mundo de arte y libertad”. Las terrazas a la ciudad y los ventanales al río invitan a quedarse y “pasar el rato”.

Sin embargo, Piano ha tenido el edificio de Breuer muy presente, y se percibe en los materiales de esa piazza o largo (por su forma rectangular) y en los enormes ascensores que se abren en las galerías. “Esto no es el nuevo Whitney”, decía el arquitecto italiano. “Es el Whitney. Y ese era el reto. A todo el mundo le gustaba el edificio anterior, a mí me encantaba, y había que trasladarlo aquí sin que dejara de ser el Whitney”.

¿Y qué es el Whitney? Sobre el papel, es el museo de Nueva York dedicado a arte estadounidense, pero en el actual contexto de la ciudad, en el que el MoMA y el Metropolitan intentan abrirse un hueco en el arte del presente para competir con galerías o ferias, el Whitney necesitaba reforzar las bases sobre las que fue creado.

“El Whitney es ante todo una idea: la de defender el arte de nuestro tiempo y dar la oportunidad de crear”, explica Adam D. Weinberg, su director. Y sobre esa idea se ha construido este edificio, no por casualidad a unas manzanas de donde Gertrude Vanderbilt Whitney creó el Whitney Studio Club en 1918, donde los artistas mostraban su obra y pintaban. Un lugar al que ahora le han dedicado una sala en la primera planta, de acceso gratuito, con obras de los artistas que se formaron allí, como Edward Hopper.

Exposición inaugural del museo, 'América es difícil de ver'.
Exposición inaugural del museo, 'América es difícil de ver'.Chris Goodney (Bloomberg)

“Aunque estamos dando un paso en el futuro del Whitney, nos reafirmamos en nuestro profundo compromiso de ser un museo de artistas”, continuó Weinberg. “Los artistas son el corazón y el alma de un museo y la razón por la que existimos, nos han enseñado el camino hacia adelante, y a ellos está dedicado este lugar”. Concebido no solo como un contenedor de arte, sino también como material artístico en sí mismo.

“El edificio nos ofrece oportunidades que nunca hemos tenido antes: galerías más grandes y flexibles, poder enseñar más piezas de nuestra colección, terrazas exteriores, teatro, espacios para performances y lecturas...”, dice Weinberg. Además, las escaleras, la fachada o los ascensores son lienzos en blanco para la creación. Una de las últimas grandes obras del estadounidense Richard Arstchwager está instalada en los ascensores, y las esculturas de bombillas de Félix González-Torres cuelgan por las escaleras.

En el edificio, de 20.500 metros cuadrados (4.600 de galerías interiores, 1.200 de exteriores y terrazas) y un presupuesto de 377 millones de euros, prima la funcionalidad sobre la estética porque la funcionalidad es belleza para los artistas y comisarios contemporáneos. Por eso, las seis plantas de galerías, organizadas cronológicamente de arriba abajo, van ganando altura según se avanza en la historia del arte y las ambiciones de los artistas crecen; y las salas no tienen columnas, ni paredes fijas. La muestra inaugural, América es difícil de ver, “supone la imposibilidad de definir la cultura de este país”, dice De Salvo. Aunque este Whitney quiere estar cerca de conseguirlo.

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