Morrissey: “El pop ya no contiene exigencias intelectuales”
El controvertido músico británico regresa a España para actuar en Barcelona y en Murcia
Pocas cosas significativas han ocurrido desde que el controvertido Morrissey visitase por última vez España, en otoño de 2014. Ahora, regresa para actuar en Barcelona (el próximo miércoles) y en Murcia (el viernes, 1 de mayo, en el festival SOS 4.8). Como entonces, acepta ser entrevistado a través del correo electrónico, opción que elimina la posibilidad de profundizar sobre cualquier respuesta, algo absurdo teniendo en cuenta que es una las escasas estrellas pop cuyas opiniones incitan siempre al debate. Pero incluso por escrito, Morrissey sabe cómo articular su polémico personaje.
Tras un tempestuoso intercambio de palabras con el presidente de Harvest, la última discográfica con la que firmó contrato, Morrissey quedó huérfano de sello. World peace is none of your business (2014), el álbum que acababa de publicar, fue retirado del mercado. “Recientemente he contactado con algunas discográficas y todas me han rechazado”, comenta antes de analizar el por qué de su situación. “La música pop vive en la era del marketing y solo da paso a gente con niveles de competencia muy bajos, es mucho más fácil quitárselos de encima una vez sus seis meses de fama se han evaporado”. A continuación, queda tajantemente claro que la opción del crowdfunding no se hizo para él: ”Es una medida desesperada, e insultante para tu público. Ya nos han aportado suficientes cantidades de dinero. ¿Qué es lo próximo que vamos a pedirles? ¿Qué nos cepillen los dientes?”. Las giras son, por ahora, su vínculo con los abnegados seguidores. “Es la única opción que me queda y afortunadamente es algo muy bueno y excitante. La única parte desagradable de esto que cada vez que se cancela un concierto la noticia capta mucha atención; pero si dicho concierto tuviera lugar, apenas sería mencionado. Mucha gente disfruta escribiendo cosas negativas sobre mí. Lo cual me parece bien. Dejémosles seguir si eso les hace felices”.
“El mundo sacaría mucho partido si los humanos se extinguieran”
Morrissey siempre ha disfrutado cultivando su perfil de inadaptado, de individualista recalcitrante. Es algo que le ha conferido magnetismo desde los días con los Smiths, el patito feo convertido en cisne que cantaba Heaven knows I’m miserable now y Meat is murder, canciones para una generación de jóvenes británicos atrapados en la Inglaterra de la ultraconservadora dama de hierro Margaret Thatcher. “La relación con mi público está más allá de la música, algo que los medios de comunicación generalmente obvian. Jamás me refiero a mi público como “fans” porque me parece un término despectivo”. Encarna a un tipo de ídolo que ya no puede surgir en estos tiempos. Pertenece a una era en la que el artista se convertía en una fuerza vital que servía de asidero a su público, del mismo modo que otros artistas jugaron ese mismo papel con él. “Así es y así ha sido siempre. Si mencionas mi nombre, la gente o vomita o se entusiasma. Es un cumplido porque significa que, como mínimo, eres original. Desgraciadamente, la gente que es original no pertenece a ningún sitio. Claro que si miro a mi alrededor, quizá eso sea algo bueno”.
Llegados a este punto, no está de más recordar qué artista le cambió a él la vida. “Fueron los New York Dolls. Los descubrí leyendo sobre ellos, sus fotografías me entusiasmaron y su nombre me sorprendió porque la palabra doll [muñeca] es femenina [el grupo estaba exclusivamente compuesto por hombres]. Todo en ellos me parecía fuerte y muy divertido. Sus coetáneos, David Bowie y Roxy Music, nunca fueron ni duros ni divertidos. Los Dolls tenían sangre fría, no pensaban en construir una carrera. Sus entrevistas eran siempre muy ingeniosas mientras que David Bowie nunca tuvo sentido del humor. ¡España censuró la portada del primer disco de los Dolls [la foto en la que el grupo aparecía vestido y maquillado como si fueran prostitutas] porque se pensó que la fotografía del grupo era demasiado depravada! ¡Ooooh, España! ¿Cómo pudiste?”. Dicho así parece que en España se hubiese convocado un referéndum para ver si salía o no dicha portada, cuando la realidad es que el disco, publicado en 1973, se editó aquí coincidiendo con la época en la que el franquismo coartó con renovada dureza las libertades de los españoles.
“Si mencionas mi nombre, la gente o vomita o se entusiasma”
Mejor regresar al presente para saber qué opina acerca del estado de la música pop. “Se aplica el término “icono” con mucha ligereza. Lady Gaga es una estrella pop, y Justin Bieber una bola de pelo. Habrá que esperar para ver si todavía están ahí dentro de 30 años, un tiempo razonable para poder aplicar, si procede, la categoría de icono. Tengamos paciencia y veamos qué ocurre. Muchas bandas que ganaron Grammys y Brit Awards con suma facilidad habían desaparecido del mapa 10 meses después. Las discográficas son quienes deciden a quién se premia, y generalmente están equivocadas”. Para él la música pop nunca volverá a ser como fue en el pasado. “Ya no contiene exigencias intelectuales, estamos atrapados con gente como Ed Sheeran, que no tiene nada que decir, o con Sam Smith, que ha sido forzado a lograr un éxito que parece desconcertarle. Las listas de éxitos están llenas de cantantes creados artificialmente cuyo interés apenas puede prolongarse más de una semana”.
Una de las cosas positivas de la intransigencia del cantante es que posiblemente impida que The Smiths se reúnan, preservando de este modo, su leyenda. “Las reuniones de viejos grupos no funcionan porque es imposible que conserven el espíritu que en su día hizo que la gente se sintiera atraída por ellos. Cuando nos gusta un grupo o un cantante damos a lo que hacen nuestra propia interpretación y, por una mera cuestión de egoísmo, no queremos que cambien. Pero cambian, y además deben hacerlo. Después de 20 años de carrera, un músico ya no puede identificarse con la sensación de lo que es ser un estudiante agobiado”. Huelga preguntarle por las posibilidades de reunión de su antiguo grupo, pero ¿ha escuchado al menos los discos en solitario que recientemente ha hecho Johnny Marr, el que fuera guitarra y su máximo cómplice en los Smiths? “Esa pregunta no tiene sentido. Nos separamos hace 28 años y rompimos nuestra amistad. No tenemos ningún contacto ni sabemos nada el uno del otro”.
Puesto que detesta el que tiene alrededor, Morrissey vive inmerso en su mundo (“sin mi imaginación sería como una verdura”), pero no es ajeno a la realidad ni a sus circunstancias más salvajes. Los crímenes islamistas, por ejemplo. “No creo que los ataques de ISIS ayuden a nade, y menos a ellos. No entiendo ningún tipo de guerra psicológica, e ISIS parecen completamente dispuestos a enviarlo todo al infierno. Es como si quisieran que el mundo se acabara, lo cual es infantil, y además resulta absurda tanta fe en una religión que disfruta tanto con la violencia. Dicho esto, cuesta trabajo pensar en cualquier religión que no exija conflicto. Los humanos no se gustan entre ellos”. Con la misantropía, una de las características clave de Morrissey, hemos topado. “No me gusta la raza humana y creo que el mundo sacaría mucho partido si los humanos se extinguieran. Por lo general somos estúpidos, ignorante y destructivos. Por supuesto que hay excepciones, ¡pero no muchas!“. Y a continuación aflora el motivo de gran parte de su eterno disgusto, los derechos animales. “¿Cómo vivir en este mundo sin desfallecer? Es imposible. Mientras exista un matadero, este mundo será un lugar de mierda. Belsen, Auschwitz, Spandau… perviven en cada gran ciudad. Los judíos han sido sustituidos por animales”.
Una entrevista con Morrissey, incluso por correo electrónico, es así. Acalorada, narcisista y extremista, fascinante incluso si la posibilidad de desarrollar cualquier respuesta es nula. Quien tiene que detestarle lo hará con más ahínco si cabe, y quien le ama, lo querrá todavía más con cada nueva frase. Eso que llamamos incorrección política lo inventó él el día que nació. Morrissey, que al final del cuestionario, cuando se le pregunta si se ve haciendo algo que no sea música o literatura responde lacónicamente: “No. El micrófono es mi lápida”.
Babelia
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