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Crítica | Cómo sobrevivir a una despedida
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Del subidón a la resaca

Fotograma de 'Cómo sobrevivir a una despedida'.
Fotograma de 'Cómo sobrevivir a una despedida'.

Cortometrajista de largo recorrido antes de llegar a este primer largo, Manuela Moreno ya había logrado construirse un discurso articulado y esbozar un universo personal: su mirada sobre las micro-sutilezas del desencuentro sentimental –en su brillante Camas (2010)- se alternaba con un afilado costumbrismo satírico –Pipas (2013), todo un fenómeno viral- y con una lúdica tendencia a la pulverización de expectativas –Quiero estar el resto de mi vida contigo (2009)-. En Cómo sobrevivir a una despedida, la cineasta juega a enfrentar todo lo aprendido –su buena mano en una dirección de actores fundamentada en la complicidad, una notable capacidad de observación ante los estallidos de ridículo cotidiano, cierta crueldad matizada hacia los personajes- con un molde genérico ajeno –la comedia post-teen- por el que, posiblemente, siente una equilibrada mezcla de amor/odio.

CÓMO SOBREVIVIR A UNA DESPEDIDA

Dirección: Manuela Moreno.

Intérpretes: Natalia de Molina, Úrsula Corberó, Brays Efe, Celia de Molina, Javier Bódalo, Miki Nadal, Rafael Ordorika, María Hervás, Roger Berruezo.

España, 2015.

Duración: 97 minutos.

Esta película, que alguien podría haber vendido a un ejecutivo de Hollywood como la suma entre Despedida de soltera (2012) de Leslye Headland y una feminización de Resacón en Las Vegas (2009) de Todd Phillips, no se toma su género con condescendencia: es el tipo de película donde el cameo de una Spice Girl es presentado como un triunfo catártico, sin ironías. Moreno se sitúa, no obstante, en el ámbito de influencia de películas como Chicas malas (2004), Rumores y mentiras (2010) o Fuera de onda (1995) a la hora de darle a esa tradición genérica una algo resabiada, pero tonificante, vuelta de tuerca. Aquí, el subidón y el despertar resacoso marcan la distancia entre el deseo y la realidad, permitiendo la alternancia constante de tonos de comedia romántica y farsa grosera.

La energía de la presentación de personajes marca un eficaz tono pirotécnico, a veces saboteado por errores de tiro –los ingenuos planos de reacción de los pasajeros del avión-, exceso de diálogos explicativos y caracterizaciones algo perezosas –la caricatura del hipster-, pero, en el resultado final, se impone la seducción de un debut que sabe encontrar la armonía entre comercialidad e identidad tonal y estilística.

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