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Ríos navegables en Colombia

'Tejedores de agua' toma la cultura fluvial como eje central para mostrar las nuevas narrativas artísticas en construcción

Estrella de Diego
Vista de la instalación del vídeo Treno (2007), de Clemencia Echeverri. 
Vista de la instalación del vídeo Treno (2007), de Clemencia Echeverri. 

Aunque el Conde Duque sea el lugar más inhóspito de toda la ciudad, casi del mundo —con perdón—; aunque ni en la entrada ni en ningún otro lugar haya siquiera una copia del catálogo para que el visitante lo pueda consultar —y vale la pena este catálogo diseñado por Irma Boom—, Tejedores de agua merece el paseo por lo interesante de la propuesta de comisariado. De hecho, el arte colombiano que se pudo ver en Arco era estimulante, pero a menudo excluía asuntos esenciales para buena parte de la producción del país en los últimos 15 años: la propia idiosincrasia de la construcción de una identidad que en este momento excepcional negocia sus significados y vive una vida exuberante. Lo demuestra la escena actual alternativa colombiana, que pasa por un momento dorado con espacios como El Parqueadero del Banco de la República —un laboratorio para talleres, producción y espacios en residencia— o la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, ambos en Bogotá; Casa Tres Patios en Medellín; o La Tertulia en Cali. En estos lugares se buscan nuevas narrativas en medio de la utopía maravillosa que vive Colombia.

Es el espíritu Tejedores de agua, comisariada por José Roca, director de Flora, a medio camino entre galería y residencia de artistas en el barrio bogotano de San Felipe donde el cambio se hace patente —galerías en vez de talleres—, y Alejandro Martín, que acaba de incorporarse a La Tertulia en Cali. Tejedores parte del concepto del río, esencial en Colombia, donde la navegación fluvial ha sido el medio más eficaz para moverse. Los ríos son, además, el lugar de intercambio. Se trata de la metáfora de un viaje que a lo largo de la historia parece acompañar la construcción de "la colombianidad", cuando Eduardo Zalamea, a mediados de la década de 1930, escribe Cuatro años a bordo de mí mismo, donde se explora ese viaje interior que tiene mucho de iniciático para artistas como François Désiré Roulin, quien en la década de 1820 busca su propio relato en el relato de los "otros" a las orillas del río Magdalena. Si al final el río es el lugar donde todo ocurre, en la muestra, inaugurada en el Bard de Nueva York, se recurre a la diversidad de medios para reflexionar sobre esa idea de contaminaciones culturales que forma parte de la historia de los ríos en Colombia.

El modo en el cual se hace es inteligente: mezclando las videopostales de Nicolás Consuegra; con los muebles tejidos por personas locales de Lucy Salamanca; el herbario de flores de plástico de diferentes lugares, remedo de la Expedición de Mutis, de Albero Baraya, o los diseños de David Consuegra de finales de 1960, que parten de patrones prehispánicos. En aquel momento muchos vuelven los ojos a cierto territorio propio: "Aquí no tenemos un Louvre, pero tenemos el Museo del Oro, y me voy allí y salgo con la boca abierta, del gran sentido de la forma innato en aquellas gentes tan remotas…", comenta el pintor Villamizar en 1975. Así pues, lo especial de Tejedores —y por eso merece la visita— radica en un espacio inesperado: en la mezcla poético-política que hace de las relaciones entre las palabras y las cosas un malabarismo básico para percibir los niveles más sutiles de la realidad.

Tejedores de agua: el río en la cultural visual y material contemporánea de Colombia. Comisariada por José Roca y Alejandro Martín. Centro Conde Duque. Madrid. Hasta el 12 de abril.

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